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Carta de un becario al gran Homble Blanco

Por Juan Luis Sotés - Mayo 07, 2017
Carta de un becario al gran Homble Blanco
Los becarios, la polémica de Jordi Cruz y la carta de Juan Luis Sotés.

«Llevad la carga del hombre blanco / Enviad adelante a los mejores de entre vosotros /…/ Para servir con equipo de combate / A naciones tumultuosas y salvajes; / Vuestros recién conquistados y descontentos pueblos» (Rudyard Kipling).

Nada habéis de temer por nuestra parte. Nada, al menos, que vuestros máuser y vuestros cañones de verde ceniciento no sean capaces de mantener dentro de un orden. Si acaso, habréis de lamentar la ingratitud de nuestras gentes, pero entenderéis igualmente que poco o nada cabe esperar de quien no es más civilizado, ni menos traicionero, que la sierpe o el león.

Llevad la carga del Hombre Blanco, sí. Traednos riqueza y prosperidad, alegres cuentas de colores, enseñadnos a ser hombres como vosotros y a crear nuestra propia marca personal. Desplegad ante nosotros el rico tapiz de la sabiduría empresarial, las reglas del liderazgo. Hacednos saber los beneficios del networking y el coworking y el afterworking. Mostradnos cómo el cuerpo se transfigura con la práctica del running, enseñadnos a capturar el atardecer en la pantalla de un teléfono de múltiples gés. Transmutad estas tristes aldeas de adobe en vergeles cuajados de antique shops, wine shops y coffee shops.

Y, una vez sembrados estos dones generosos sin pedir a cambio nada, con infinita paciencia, soportad entonces nuestras demandas laborales y salariales, nuestras huelgas y algaradas, nuestros comentarios de desprecio, nuestras voces sediciosas. Todo ello no hará que la brillante locomotora de la Civilización se detenga ni que el amo deje de procurar el bien a quien le sirve, como está escrito en el Libro.

Algunos aconsejan no morder la mano que procura el sustento o bien mudar en apretón la dentellada imposible. Así mi pueblo acude a recibiros, pues, aun de ánimo belicoso, sabe inclinar la testuz ante aquellos que le aventajan en sabiduría y, especialmente, en recursos humanos y materiales. Así es como hemos conseguido sobrevivir mal que bien desde los tiempos del buen padre Adán.

“Mitad demonios y mitad niños”, decís que somos. Algo de cierto habrá en ello si, como demonios, sufrimos ardiente condena mas, como niños, mantenemos intacta la alegría. Y, aun así, nuestras son la pereza y la ignorancia, el odio y el descontento. Vuestro es en cambio el exilio, la servidumbre, el terror, el sufrimiento y hasta la muerte; la pesada carga de un dios que ha de ser devorado por sus propios hijos.

Llevad la carga del Hombre Blanco y buscad acaso el reconocimiento de vuestros pares, la palmada cómplice en la espalda y el brebaje compartido en el salón lounge de algún hotel de la capital; en el foro de la economía futurista bajo el patrocinio de bancos, eléctricas y fondos de inversión; en las tribunas donde alzan la voz vuestros líderes para proteger la llama de la democracia, que nunca habrá de extinguirse.

Venid al fin a nuestra tierra portando la antorcha ardiente, los estandartes, el rugir de las trompetas. Nada habéis de temer os digo.

Nosotros, en la fría noche del hamada, avanzamos a tientas entre rocas y zarzas, iluminados apenas por soles muertos hace incontables eras. Como animales salvajes.

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