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Besos en el pubis

Por Jesús Tíscar - Julio 31, 2017
Besos en el pubis
Y el tema es «Semblanza de nuestro presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy Brey».

Oye, lo que no prosperó fue aquello de llamarle «emilio» al correo electrónico, ¿no? No sé. Yo ya no oigo a nadie decir «he recibido un emilio» o «voy a enviar un emilio» o «eso no me lo cuentes en persona, que te huele el aliento a albañal, cuéntamelo en un emilio y luego te digo». Qué pena. Sí, qué pena porque aquello tenía esa puta gracia de lo simplón, de lo perogrulláncano. Todos nos imaginábamos a los Emilios de nuestra vida corriendo por la red o algo de eso, por supuesto con pantalones de pitillo. Pero ya digo, no prosperó. No le pasó como a eso de sacar los morros para salir mejor en las fotos. Joder, ¿quién inventaría eso de sacar los morros para salir mejor en las fotos? Si lo llega a patentar… Lo de sacar los morros para salir mejor en las fotos se comió a lo de decir «patata» y a lo de decir «güisqui». No creo que lo patentara, ¿no? No, esas cosas supongo que no se pueden patentar. Lo de «güisqui» y lo de «patata» tampoco. Aunque cualquiera sabe. Lo mismo la SGAE se pone las pilas y mete las babas… En fin, déjame ya, vete, que tengo que currar, la hostia qué calor hace, vamos al tema.

Y el tema es «Semblanza de nuestro presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy Brey»:

Nuestro presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy Brey, es un señor que atonta mucho la boca cazurra y enseña la lengua pastosa y guiña un ojo sin querer y lo sientan no igual ante la ley en el juzgado para que cuente todo lo que ignora. Don Mariano Rajoy Brey es un señor de Pontevedra que estudió para registrador de la propiedad y ahora gobierna un país grande y libre porque así lo quiso otro señor que estudió para inspector de Hacienda y, con el tiempo y una caña, juró salvarnos, madre mía de mi vida y de mi corazón, estamos gobernados por opositores. Eso de contar todo lo que uno ignora es como el que tiene un tío en Zamora o en Murcia o en Sao Paulo o algo de eso, que ni tiene tío ni pide perdón por no tenerlo y lo más probable es que tarde o temprano termine cagándose en tus muertos, algo de eso, ¿sabes?, algo de eso. Don Mariano Rajoy Brey es un señor cuya credibilidad se apoya y aguanta en las horquillas de las íes griegas que ponen fin a sus dos apellidos. Si lo miras con atención cuando lo sacan por la tele te das cuenta de que a don Mariano Rajoy Brey le disgusta mucho lo que está pasando en su partido y que tiene un gran sueño, pero no un gran sueño de dormirse, no, un gran sueño de soñar, una ilu, y ese gran sueño de soñar que don Mariano Rajoy Brey tiene, esa ilu, es que lo que está pasando en su partido no pase. A ese sueño se agarra y por eso lo del ojo y lo de atontar la boca y lo de liarse en los discursos y en las contestaciones y en los pescozones a su chiquillo. Don Mariano Rajoy Brey es un señor de derechas que dicen que guarda un terrible secreto sexual de su pasado y que mira con cierta perplejidad envidiosa a esos pintarracas que se han metido en el congreso a hacerse porros y a beber litronas y a darse besos en el pubis. Un día a don Mariano Rajoy Brey le rompieron las gafas de un castañazo que le dieron, qué risa, fue muy lamentable, qué risa, a eso no hay que llegar, por poco me meo. A don Mariano Rajoy Brey lo que también se le nota si lo miras con atención es que le gustaría mucho gobernar el país como se gobernaba antes, esto es, a mano y sin ayuda, lo que pasa es que eso no puede ser, según parece, y, al igual que muchos de su partido, no tiene más remedio que poner cara de demócrata y de no querer prohibir las redes sociales. Los pintarracas que se han metido en el Congreso a hacerse porros y a beber litronas y a darse besos en el pubis ya se están acanallando de prudencia y corrección y discursos a medias y de esto se da mucha cuenta don Mariano Rajoy Brey, que no es tonto, pese a la boca, y espera y aguarda, sabe esperar y aguardar, con infinita paciencia, dicen que alrededor de él puede producirse una cadena de infartos fulminantes y él seguiría esperando y aguardando con su boca cazurra, con su ojo resorte, con su lengua pastosa, con su sueño de señor triste, registrador y coñón. Y ya está.

Otra cosa que sí ha prosperado, y de qué manera, maldita sea, es eso de que la mierda los niños asquerosos jueguen en la piscina a Marco Polo igual que sus amiguitos estadounidenses. Hay que oírlos, las leches que les dieron, qué ridículos: ¿Marco?, Polo, ¿Marco?, Polo, ¿Marco?, Polo… ¿Cuándo se ha jugado aquí a eso? ¿Y qué gracia tiene eso? ¿Y eso qué pollas es, cómo se juega a eso?... Gracia tenían las ahogadillas, el pillar la pelota de Nivea en tromba salvaje , las pompas de los peos, asustarse de las avispas ahogadas en el rincón, que la tita Rosana te tocara la chorrina con disimulo hasta la deyección de la nubecita blanca en el cloro verde, reírte del gordo tetacas y sacarle polos (sin marco ni hostias) a tu hermano mayor o le digo a papá que vendes droga detrás del quiosquillo de Azuceno.

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