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Mientras el coche siga en marcha

Por Juan Luis Sotés - Abril 30, 2017
Mientras el coche siga en marcha
Mientras el coche siga en marcha

"Esto ya no se puede aguantar", gruñó el taxista por dar cháchara. Debía ser allá por 2011 y yo, probablemente, volvía de una de aquellas ruedas de prensa en las que los partidarios de uno respondían a los partidarios de otro quienes, con anterioridad, habían dicho que si los partidarios de uno eran tal y cual cosa porque previamente habían asegurado tal y cual cosa de los partidarios de otro. En aquellos días aún mantenía mi trabajo en la radiotelevisión pública aunque a mi alrededor los caídos empezaban a amontonarse.

"¿Sabe usted lo que hacía yo con todos estos chorizos?". Era una pregunta retórica, así que me limité a asentir en silencio si bien estábamos ya abocados al monólogo. "¡Cadena perpetua!” Se ve que la ausencia de mayor complicidad por mi parte le hizo suavizar el castigo. “Pero primero, que devuelvan todo lo que han robado".

Asentí nuevamente, ensayando ahora una ligera sonrisa. No era la primera vez ni sería la última que escuchara las mismas palabras pronunciadas por mis padres, por mis tíos, por mis vecinos, por compañeros de trabajo, por ocasionales interlocutores como aquel. Cada uno cargando su propia cruz de rabia y estupefacción, con sus historias particulares semejantes a la que estaba a punto de escuchar ahora.

Diez, doce horas al día conduciendo el coche de otro a cambio de una pequeña parte de las ganancias. Familia, por supuesto, obligaciones que atender y poco tiempo para atender a uno mismo. Trabajo honrado, sudor honrado y venga apretar los dientes y tirar para adelante y venga otro día con otro afán porque así son las cosas y no puede uno quedarse quieto esperando que el dinero caiga de los árboles a no ser, claro, la Primitiva, aunque yo juego poco, no se crea…

"Claro que los de arriba ya eran así antes y, a veces, uno se enteraba de algo como lo de Matesa, ¿se acuerda?. ¡Qué se va a acordar si no habría ni nacido entonces!" Pero siempre, dentro de un orden, que uno no es tonto y sabe que trabajando honradamente de sol a sol nadie se hace millonario y a veces hay que engrasar algunas manos para que la ruedas rueden, pero es que esto de ahora…

Sí, esto de ahora era la Parusía al revés. Todos los nombres, las tramas, los tejemanejes expuestos a diario en primera plana. Un sindiós.

"Lo que no sé es cómo no nos hemos echado ya a la calle a darles su merecido a estos sinvergüenzas que nos han dejado en pelotas". Y la guillotina en la Plaza de la Concordia…
El discurso del taxista se deslizaba perezosamente por los meandros del lugar común, encabritándose de repente al toparse con las rocas que la realidad había ido depositando en el curso de una vida asalariada, cumplidora del deber, y precaria en consecuencia. Me sentía incómodo frente a tanta emoción legítima; yo, casi un pequeño burgués con mi sueldo de funcionario público sosteniendo en alto unos principios morales que para aquel hombre eran más un lastre que otra cosa. Así que, por miedo a mi propio silencio, intervine por vez primera. "Lo más grande que me enseñó mi padre fue esto: que todo lo que obtengas en la vida sea gracias a tu propio esfuerzo y nunca a costa del esfuerzo ajeno. Claro que, a lo mejor, mi padre, usted y yo mismo somos los que estamos equivocados".
Por toda respuesta inspiró de golpe y soltó lentamente el aire por la nariz. Subió de nuevo el volumen de la radio y, durante el resto del trayecto, se limitó a subrayar cada nuevo nombre, cada nueva estafa, con idéntico gesto, masticando juramentos con la boca cerrada.

"¿Es aquí, verdad?"
"Sí. Me tiene que hacer un recibo para entregárselo a los de administración, que son ellos los que pagan la carrera. ¿Cuánto ha sido?"

"A ver, son cinco con cincuenta… Lo dejamos en seis, ¿no?"

La frase sonó tan alegre, tan despreocupada, tan ligera como un repicar de campanillas, como si se hubiera materializado de repente entre nosotros. Durante unos segundos nos miramos fijamente como si lo nuestro fuera un adiós definitivo.

Luego, me limité a encogerme de hombros, firmé el recibo y salí del taxi. Aquel mismo año el PP ganó las elecciones generales por mayoría absoluta.

Cuatro años después, el PP volvió a ganar las elecciones generales. Seis meses después, el PP volvió a ganar las elecciones generales.

A día de hoy, el PP sigue encabezando las encuestas.

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