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Dellafuente y la vida moderna

Dellafuente y la vida moderna
El artista granadino Dellafuente. Foto: Instagram Dellafuente

Rosalía se va Alemania y no es por dinero, ni por trabajo, que viene a ser lo mismo. Se va a tomarse un veneno, se va a morir. Y por la muerte se ganó a Jesús Pozo que vino aquí a hablar de ella, de su descaro y de toda la oscuridad del mundo que atesora en su voz de pena y de rabia que brota del cuerpo de una niña que ya es mujer. La apunta el señor escribano mientras te pone los pelos de punta. Su temple, su tempestad. La misma que ha sabido situar en el centro de este mundo musical de internet y háztelos tú mismo de la vida moderna que a unos les escuece y a otros nos divierte. Pero que da artistas.

Jesús habló de Rosalía y yo voy a hablaros de Dellafuente. Un granadino que comparte con Rosalía los aires flamencos y haber sabido qué hacer en esta época, pero al que la falta de todo el torrente que conduce la barcelonesa por su garganta, le ha hecho medir a golpe de tanita cuánto pesa su voz y cuánto el Autotune, la maravilla de este mundo que pone a cantar a un “cantaor frustao” como se ha denominado él mismo. Es Dellafuente, pero es Pablo y ‘Chino’, uno del barrio de Corea de Armilla, en Granada, que dijo voy a triunfar y lo ha conseguido, como se demostró a principios de mes en su concierto en la capital, con miles de jóvenes amantes “del Della”. A él no le quedaba otra, era la música o la vida pirata y escogió la música. Porque llega un momento en el que el cielo se le abre a los mortales con aura y solo hay que dar el paso. Dellafuente lo dio y nadie se arrepiente.

No se mete de lleno en los temas sociales y es el cantante del pueblo. Es puro sentimiento que cala. Es la fiesta de Los Chichos. Es la calle. Folklore atemporal, dice él. Y vamos que si lo es. Tanto como que llegó a hacer su música - ni rap, ni hip hop, ni trap, ni flamenco, ni etiquetas- cuando compraba ropa oscura para salir en un trono de la semana santa granadina, en la Virgen de los Gitanos, la misma a la que le canta la Estrella de Morente. Así, de debajo del palio a todo lo alto del escenario, con el mismo aire fresco que su música. De la pureza del flamenco, del Torta y Camarón a los aires nuevos de Morente. De querer ponerle Manuela y Rosalía a sus chiquillas a ‘cooking macarrones’. Sin miedo.

Dellafuente es el ejemplo de todo lo bueno que tiene la vida moderna si se conduce por el buen camino, que es el que quiera uno mismo. El YouTube está para aprovecharlo y el Instagram igual y ya ni hablamos del Autotune. Pero eso no quita la pureza, el sentimiento jondo del pueblo, el hablar de la gloria bendita en lugar de sentirse ‘on fire’. Hablar de familia y de la muerte y de Joma y Nike y Lacoste con la misma soltura. Como Montero Glez, un madrileño de Cádiz o un gaditano que nació en Madrid, y que es capaz de mezclar en sus novelas a Hércules con los porros y la música de Camarón.

Dellafuente es un todo de pureza y modernidad que viene a tener ahora lo que siempre se ha llamado duende. Que canta oscuro y llega y canta alegre y llega igual. Un hombre que canta para los 'gitanitos' y para los payos y para las pijas y los de los centros de menores. Es "primo" de Federico García Lorca, al que llama Fede, porque se han encontrado en el mismo sitio, allí en las últimas habitaciones de la sangre, que decía el poeta granadino. Allí, donde habita el duende.

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