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El Carruaje de los Sueños que animó Capuchinos

Por Fran Cano - Agosto 13, 2017
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El Carruaje de los Sueños que animó Capuchinos
El entorno del Convento de Capuchinos lució lleno de menores y adultos gracias a 'El Carruaje de los Sueños'. Fotos: Fran Cano.

Una obra de títeres congrega a decenas de menores y de adultos a los pies de la Biblioteca Municipal de Alcalá

Ficciones protagonizadas por protagonistas pequeños. Menos, en tamaño, significó más, en respuesta de público, en el Convento de Capuchinos de Alcalá. Hasta allí llegó El Carruaje de los Sueños, espectáculo de títeres autoría de Julio César Gallo Alonso, director de la compañía Ángeles de Trapo. Decenas de niños, acompañados por sus padres, disfrutaron de las historias del señor Andersen y el campesino sin recursos que lo acompaña como viajero. La estampa a los pies de la Biblioteca Municipal era estupenda: la magia de las narraciones con muñecos daba pie a una escena tan cultural como de familia bajo una noche de verano.

Las historias que presentó el carruaje tenían varios comunes denominadores: la torpeza de un campesino con más ímpetu que plata; las canciones infantiles que envolvían de música los pequeños conflictos, y la constante apelación de los personajes a los niños, indispensable para que quisieran formar parte del espectáculo.

 Las vicisitudes del campesino divirtieron a los menores.
Las vicisitudes del campesino divirtieron a los menores.

El campesino no deja de ser ese hombre errante, perdedor simpático, que genera empatía cada vez que se equivoca. Muy parlanchín, el deje sudamericano, a cada rato recibía la visita de los animales que tenía pensado comprar. Primero una oveja que hacía sus necesidades sin importante la compañía del vaquero venido a menos. Después una gallina que picaba más que el hambre, y más tarde apareció el propio señor Andersen, que añadía desconcierto a las ideas de negocio del campesino. Porque éste quería un caballo que cambió por una vaca, que cambió por una oveja, que cambió por la gallina y luego, al comprobar que picaba a traición, la reemplazó por manzana podridas. El trueque como bucle desencadenando el estupor de su “amá” (una señora entrada en años) y de los niños que cantaban una y otra canción para avivar las desventuras del campesino.

Los padres animaban a los chicos, sentados en círculos que evocan la narración oral, a ser cómplices de los personajes que iban saliendo, como Jack in the Box, una extraña caja capaz de asustar a cualquiera. Se las tuvo con un soldado de plomo, cojo y desdichado.

La obra fue posible gracias al ciclo Enrédate promovido por la Consejería de Cultura. Resultó una oferta más en Alcalá, aún con los festivales de verano.

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