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“Me emociona la juventud que prefiere el teatro a la discoteca”

Por Fran Cano - Diciembre 03, 2017
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El azar quiso que el teatro se cruzara en la vida de Rubén Hinojosa Calvo (Alcalá, 1986) y la unión acumula años. Es una tarde de frío en la Casa de la Cultura Michael Jacobs de Frailes, el lugar donde imparte clases al grupo de aficionados La sal de la vida. El director y actor de la compañía Animahist habla con soltura y sencillez de la pasión que se ha convertido en su trabajo. Admite que el teatro no es el más popular de los géneros, pero que cuando golpea, se queda y mueve algo. Él aspira a mover aún más su compañía, en activo desde 2012 y con proyección dentro y fuera de la provincia.

—¿Cómo se da el nacimiento de Animahist?

—Empecé con el teatro hace mucho tiempo. Poco a poco, me formé en Granada. Cuando ya llevaba años de forma amateur, pensé en dar el salto para dedicarme a lo que me gusta. Tenía que probar, porque ya conocía cómo funcionaba este ámbito. Animahist nació en febrero de 2012 y, gracias a Dios, mira dónde estamos: cada vez más asentados en la provincia.

—¿Es fácil trabajar con la mujer de uno?

—Sí, lo llevamos bien. Ella —Mónica Ayén— también hizo teatro durante muchos años. Nos conocimos gracias al teatro; ella estaba en un musical, y yo, en otra compañía. Empezamos a salir y decidimos unirnos al comprobar que teníamos la misma pasión. Mónica también se formó. Si sabes compaginarlo, se lleva bien. Hay parejas que desayunan y ya no se vuelven a ver hasta la noche, en la cena. Nosotros nos quedamos con lo positivo: son muchas horas juntos, pero hay que saber desligar y que cada uno disfrute de sus ratos de ocio.

 Hinojosa empezó con la asociación Alcalá Teatro. Fotos: Antonio Anguita.
Hinojosa empezó con la asociación Alcalá Teatro. Fotos: Antonio Anguita.

—¿Qué tal está siendo el año para la compañía?

—Cada vez más positivo. Lo mejor es que quienes nos contratan vuelven a llamarnos. Está claro que les gustamos. Cada año hay más trabajo y sacamos nuevas producciones para volver a los municipios que nos llaman con frecuencia. Tenemos más montajes y nos estamos expandiendo incluso fuera de Jaén. Este año hemos estado por primera vez en Almería, por ejemplo.

—¿Percibe que hay pueblos de Jaén con más hambre de teatro que otros?

—Claro, totalmente. Hay muchos municipios que te dicen: “No contrato teatro, porque la gente no va al teatro”. Es la pescadilla que se muerde la cola. Si no contratas, el espectador no va. Hay otros que dicen: “No hay teatro, pero vamos a apostar”. Y con formatos como el festival que estamos llevando a muchos sitios la apuesta funciona. También hay casos en los que la afición nace a partir de un grupo local. En lo que respecta a algunos de los municipios más grandes, la afición data de muchos años. Me refiero a Torreperogil, cuyo festival tiene tradición. Linares, Úbeda y Martos, cuya programación es envidiable, van en la misma línea. Alcaudete ha creado un nuevo teatro físico y así contagia a la gente. Depende de la estructura de cada municipio, claro.

“NO QUIERO ELEGIR ENTRE ACTUAR Y LA DIRECCIÓN”

—Después de tantos años, ¿se siente más cómodo actuando o dirigiendo?

—Qué pregunta. Es muy difícil. Nunca me la habían hecho, pero yo a mí mismo sí me lo he preguntado muchas veces. Va por épocas. Ahora llega Navidad y tenemos muchas actuaciones seguidas, incluso dos en el mismo día. Acaban las fechas y digo: “Menos mal que descanso de actuar en enero”. Agota mucho. Luego llega junio, cuando tengo todas las muestras de talleres de teatro: se intensifican los ensayos, la gente se pone nerviosa y pregunta mucho. Cuando acaba junio pienso: “Menos mal que ya termina. Ahora quiero actuar”.

Actuar es precioso: te metes en la piel de los personajes, estás delante de un público. Yo lo disfruto muchísimo. Y dirigir llena por todo lo que le das a la gente. Ves que el teatro logra que las personas se abran, hablan en público y asistes a su evolución progresiva. Son dos mundos muy distintos.

—Si tuviera que elegir, no podría.

—No, ni querría. Sería muy difícil.

—Es diferente trabajar con actores profesionales que con aficionados. ¿Qué le motiva en cada caso?

—Con los aficionados hay que tener paciencia y ser consciente de que puedes tirar de ellos hasta donde pueden. Vienen dos horas semanales para divertirse y pasarlo bien. Algunos tienen más motivaciones y a otros solo les interesa desconectar del día a día. No puedes exigir. Mi motivación es que lo pasen bien y que el teatro forma parte de su vida. Suelo ser exigente, pero solo tiro hasta donde pueden o quieren.

En el caso profesional, estamos para ganar dinero. Es una actividad laboral. El chip es totalmente distinto: entras, trabajas, las horas no son iguales… Te empapas de quien sabe más y das el máximo. Además, yo no puedo estar en misa y replicando. Si quiero actuar, pongo un director que nos dirija. O dirijo yo y contrato a actores. En este ámbito la motivación es como en cualquier trabajo.

 El alcalaíno reside en Los Villares, donde también imparte talleres de teatro.
El alcalaíno reside en Los Villares, donde también imparte talleres de teatro.

—¿Se han dado casos de aficionados que luego se han revelado como grandes intérpretes?

—Sí, claro. Y hay aficionados que son buenos actores. Que no te dediques a ello profesionalmente no significa que no seas bueno. Hay gente que, por circunstancias de la vida, ha llegado a esto tarde, pero que tiene grandes dotes artísticas. A veces piensas: “Si esta persona en lugar de dos horas, invirtiera más y estudiase podría dedicarse al teatro”. Algunos de mis alumnos han estudiado arte dramático y ahora postulan para vivir de la profesión.

—¿Y cómo es trabajar con niños?

—Es distinto —ríe—. Ellos tienen esa energía, y depende de cada edad. A los menores hay que entregarse y pensar que el resultado es lo de menos. Lo importante es el proceso. Ellos tienen que divertirse y ser capaces de hablar en público y memorizar un texto, por ejemplo. Como salga la obra es lo de menos.

En preadolecentes hay otras inquietudes. Me emociona que haya chicos que prefieran el teatro en lugar de ir a la discoteca. ¿Trabajar con ellos? Es muy gratificante también: eres parte de su educación y de su evolución como persona. Hice una especialización de un año de teatro juvenil e infantil, porque creo que debes ser consciente de este aspecto. Los padres te ceden a sus hijos cuatro horas a la semana. Hay que ser responsable. El teatro, si de verdad les gusta, no lo dejan.

“HACER TEATRO A UN METRO DEL PÚBLICO ES ESPECIAL”

—¿Cómo llegó al teatro?

—Llegué de casualidad. Recuerdo que de niño hice un teatro del posadero de Nuestro Padre Jesús. Fue mi primera vez. Había actores más grandes que yo. En mi preadolescencia no me inteseraba mucho. A los 16 ó 17 años hubo un casting en la Fortaleza de La Mota de Alcalá para hacer las leyendas teatralizadas. Me apunté y me dieron varios personajes. Algunos tenían bastante texto.

Un día vino mi hermano de Granada y me enseñó un cartel que ofertaba clases de teatro. Llamé, fui y hablé con el director de la escuela para probar. Resultó una casualidad, algo de rebote. No es que me gustara desde pequeño. Sí es cierto que he sido siempre un poco teatrero. Me gustaba dibujar cómics. En Primaria participaba en concursos de dramatización, pero nunca sentí que era mi camino. Casualidad.

"No recomiendo ver teatro en televisión", afirma Hinojosa.

—¿Por qué no es tan popular el teatro en comparación con la televisión y el cine?

—Porque no llega a tantas personas tan fácilmente. La tele la enciendas y está ahí, en todos los hogares. El cine también es cercano. El teatro es más antiguo aún, pero se ha ido perdiendo. ¿Por qué? Ciertas políticas en algunos sitios no han sido positivas para la cultura ni para el teatro. Los espacios no han sido los adecuados. O la programación. Si no se cuida en la escuela y los niños nunca han visto teatro hasta que tienen doce años, pues un poco ahí está el problema. ¿Por qué gusta más el cine? ¿Por qué vas a municipios y te encuentras 50 personas en las butacas? Es una pena. Llevo muchos años luchando en este aspecto, y no sé decir el motivo. La gente no acostumbrada que va al teatro suele salir con buenas sensaciones, pero quizá en Andalucía hay más cultura del bar que del teatro. Aunque tampoco le puedes meter a la gente un ocio por narices. Nosotros trabajamos para que quien lo vea por primera vez se enganche, pero tampoco hay que obligar a nadie.

—En los colegios siempre hay funciones teatrales. ¿Por qué se corta el vínculo de forma tan abrupta después de los primeros años de escolaridad?

—No recuerdo por qué no hice más teatro en la escuela. No sé si no hubo, no me enteraba o no me interesaba. Hoy sí se hace mucho teatro en la escuela. Hay profesores que tienen la inquietud y hacen cositas con niños y adolescentes. Nosotros también procuramos llevar los talleres hacia esa dirección. Es cierto que los niños más pequeños tienen menos vergüenza. Quizá en la ESO el esfuerzo en clase se intensifica y los padres a veces cometen el error de cortar las inquietudes culturales en aras de estudiar. Yo lo he vivido. Siempre hay tiempo para todo. Si un padre castiga, que lo haga de otra manera. No hay que castigar ni con la cultura ni con el deporte.

—Para engarcharse al teatro es mejor verlo que leerlo, ¿no?

—Sí —ríe—. Hay gente que no lee teatro. Lo constato en las primeras obras que hago con los grupos. Una obra bastante buena puede ser aburrida para gente que no lee bien. En cambio, cuando pasas del papel a la puesta en escena el atractivo aumenta: la intención, la creación de personajes, la iluminación, la música, el vivo y el directo. Es mejor verlo que leerlo. No obstante, si te gusta la lectura, prueba.

 El artista espera que la conexión con los grupos aficionados dure muchos años.
El artista espera que la conexión con los grupos aficionados dure muchos años.

—¿Qué aconsejaría a quien quiera acercarse al teatro?

—Que viese algo. Recomendar es complicado. No recomendaría, por ejemplo, ver teatro en televisión. Es un poco extraño. A mí no me gusta. A los grupos les digo que no vean en el ordenador lo que hacemos. Recomiendo que si hay alguna función en el municipio, que la vea. Y si hay un grupo, que lo intente y que pregunte. Hay gente que piensa que el teatro es solo un texto y subir al escenario a decirlo. Tiene muchas cosas detrás. La complejidad es grande. Los aficionados se dan cuenta cuando constatan que hacen falta seis meses para preparar una obra. Lo que sí recomiendo es que si a la primera no se engancha, que no lo dé por perdido. Una mala experiencia se puede dar con cualquier cosa. El teatro cuesta poco dinero. Nadie perderá nada.

—Estamos en la Casa de la Cultura de Frailes. Hábleme del grupo local, La sal de la vida.

—Es uno de los primeros grupos con los que empecé a dirigir. Mis inicios fueron con la asociación Alcalá Teatro, que la creé. Como director empecé en Los Villares y aquí, en Frailes. Le tengo un cariño especial a los integrantes y al municipio. Ha pasado mucha gente en este tiempo. ¿Las instalaciones? Es un pueblo pequeño, pero son coquetas. No hay un súper teatro, aunque actuar a un metro del público da calor, cercanía y un toque familiar que hace vivirlo de otra forma. Les digo a los actores que lo disfruten, que cojan esa energía de la gente. Este curso tengo 25 alumnos. Espero que siga así muchos años más.

Vídeo: Antonio Anguita

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