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Farruquito sacude la Noche Flamenca de Alcalá

Por Fran Cano - Agosto 12, 2017
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Farruquito sacude la Noche Flamenca de Alcalá
Farruquito, en la VIII Noche Flamenca de Alcalá la Real. Foto: Fran Cano.

El bailaor actúa por primera vez en Alcalá con motivo de la VIII Noche Flamenca celebrada en el Patio de la SAFA; el público se entrega al artista

Llegó el último, casi a las dos de la madrugada, y demostró que la espera tenía sentido. Farruquito fue estrella y fin de fiestas de la VIII Gala Flamenca celebrada en el Patio de la SAFA de Alcalá la Real. El bailaor compartió su talento por primera vez en la ciudad de La Mota; qué más dio la hora si había tanta gente esperando para verlo en acción lo más cerca posible. Juan Manuel Fernández Montoya, un gigante en el sur de Jaén, sacudió la madrugada.

Jesús Bigorra, el presentador de la velada, dijo sobre las dos que había que esperar apenas cinco minutos: el escenario tenía que ser cambiado para la última actuación de la cita. Lo que ocurrió tras sus palabras es que buena parte de las 500 personas que acudieron a la SAFA adelantaron su posición; la idea era estar cerca de la primera fila. El público se concentró en un medio círculo enorme en torno al escenario. La expectación se hizo aún mayor cuando el grupo que acompañaba a Farruquito salió en escena. Pero él, el protagonista de la noche, aún no estaba. Justo antes de subir las escaleras para empezar, el bailaor dijo unas palabras a la prensa:

—Nos hacemos fotos luego —instó, amable.

Y ya no volvió. Aunque siguió a escasos metros de los reporteros gráficos y de los cronistas, la persona desapareció para dar paso al trance del artista. Bigorra había prometido que llegaba “un genio”. Los primeros minutos de la actuación fueron mágicos por la potencia de un hombre que es alabado en todo el mundo por lo que es capaz de hacer en un escenario: fuerza, talento, precisión, dominio descomunal de la escena y conexión con la gente. Qué personalidad.

Uno de los efectos interesantes y extraños que provoca una estrella de primer nivel en movimiento —con taconeos que recorren la tarima— es que el resto de los elementos que lo acompañan quedan en un segundo nivel. La silla. Los que le cantan. La que le canta y se mueve a su lado. Farruquito lo devora todo. Una y otra vez levantó al público, que cobró una energía diferente cuando el bailaor dijo sin hablar aquí estoy yo. Después de su primera intervención, justo al bajar del escenario, dejó la sensación en el ambiente de que había pasado un terremoto. Todo, la noche, la gente y el flamenco, había cambiado.

VOCES LOCALES Y DE RENOMBRE

Horas antes, la cita la abrió la guitarrista Inmaculada Morales con un solo que fue atentamente escuchado por el público. “Traer un festival a un colegio jesuita es de nivel”, alabó antes Bigorra. La alcalaína Laura Marchal, ganadora del premio Manuel Mairena, ahondó más en la conexión con la gente del municipio. Su voz, acompañada por la música de Morales, consiguió los primeros aplausos con letras que hablaban de “rincones y muchachitos”.

Marchal dejó un momento particularmente bello: se retiró el micrófono, adelantó su posición y cantó a capela ante sus paisanos. “Ole tu arte y ole tus ganas”, le gritó una mujer.

La siguiente voz que apareció fue la de Antonia Contreras. Recibió ovaciones al lado de su compañero Juan Ramón Cano. La mujer pidió a la organización que las luces se calmaran. A partir de ahí, y con ganas, encandiló a todos, al tiempo que agradeció estar donde estaba.

“Viene el artista flamenco más demandado en los festivales”. Así presentó el conductor de la noche a Antonio Reyes, el traje azul claro, la camisa blanca, melena y barba negras. Reyes subió el tono con un cante que recordó una y otra vez al de Camarón. Igual que su estética. Habló, entre otras cosas, de la barquita de mis amores por alegrías y bulerías.

Luis Moneo sustituyó a Manuel, su hermano, quien en el último momento no pudo asistir a la velada alcalaína por problemas de salud. Luis Moneo había estado el día anterior en Moscú (Rusia). Qué más da el lugar si la constante es la voz, también aplaudida en el patio de la SAFA.

Tras Moneo llegó Farruquito, el hombre que cruzó la madrugada alcalaína sacudiéndola como haría en cualquier parte: con arte en movimiento.

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