Cerrar Buscador

¡Más feminista que na!

Por Jesús Tíscar - Mayo 11, 2017
¡Más feminista que na!
El feminismo, según Jesús Tíscar.

Venga, venga, venga, ¿y si me dejo de miedo —porque miedo es; mucho, muchísimo miedo: terror— y escribo ya de una vez lo que pienso: que el feminismo de hoy en ocasiones se para a mirar y a soliviantarse con unas gilipolleces tan gordas que mejor pasar a otra cosa y hacer como si el feminismo de hoy en ocasiones no se parara a mirar y a soliviantarse con esas gilipolleces tan gordas?

Ay, copetín, qué estoy diciendo… Gilipolleces, sí… Ahora no te detengas. Gilipolleces expuestas en unos escaparates tan insignificantes, tan de mercería Loli (se hacen ojales, se pegan corchetes, hay hilo tonto) que dan risilla y, en el peor de los casos, alipori. Hale, dicho está. Ahora a ver quién me quita a mí el pánico que tengo en estos momentos metido en el cuerpo. En serio. Me tiemblan los dedos en la teclera. De verdad. Se me van a echar encima como patatudos sindicalistas zombis, verás, o peor, qué digo, peor que patatudos sindicalistas zombis, y lo mismo hasta me enseñan las tetas femen para que escarmiente y se despierte en mi alma la compunción y la autocensura, esos dos angelitos tan cómodos. ¿Eso queréis? Ya no puedo. Pronto no mereceré vivir. Hay una dictadura progre que me canguela los tuétanos del alma hasta el chillío, siempre ha sido así, yo es que no sé por qué demonios me meto. Sin embargo, es tarde para el arrepentimiento, está confirmado. Así que me apresuro a aclarar, no sea que los iracundos se cansen de leer, ruego a dios que no se hayan cansado ya y tengan un ojo puesto en el picotón y el otro en la carra de la leña:

Creo que, hoy día, todo feminismo sigue siendo poco, poquísimo, más bien nada, contra la violencia y la discriminación hacia las mujeres. Creo que, ante la desigualdad salarial, la bestialidad de género, el acoso callejero, la violación, la posesión, el mamoneo, la cerdada y cualquier otro tipo de actitud invasiva real (¡real!) por el hecho de ser hembra, el feminismo que actualmente nos vigila, nos vigila poco, hay que vigilar más, no seas perrón, porque todo eso se sigue dando y se va a dar y algunos jovencitos y jovencitas no le hacen demasiados ascos al asunto, casi diría que les gusta mantener la tradición, que les mola el perreo, son nuevas generaciones ya contaminadas de fábrica y están más comunicados que nunca. Ahí, contra todo eso, ya digo, a degüello, sí señor. El machismo no es más que el resultado de una educación perruna que se mezcla con un sentir bañado en pus. Y eso es duro. Y ahí el feminismo ha de seguir pegando porretazos en la mesa.

Pero, maldita sea, cuando el feminismo se aburre y me sale con el lenguaje sexista, las azafatas cosificadas, la muñeca para el niño, el camión de bomberos para la niña y demás pamplinicas de esas que son como los melenchones roseteros, o sea que si están no pasa nada y si no están, tampoco, el feminismo de hoy pierde fuelle y respeto y se apayasa y queda bigotón y amargado y retrocede, por los mismos cauces —los de la chominá y los de la pollá, que en esto no hay sexismo—, al feminismo de antes, cuando el feminismo también se ponía inútil y tiquismiquis y cipote, aquel feminismo de baja la tapa del váter y hazme el favor de emparejar los calcetines, que yo me voy a tomar un poleo menta con mis amigas y, si se encarta, un pepper-mint, ¿qué pasa, que no puedo tomarme con mis amigas un poleo menta y si se encarta un pepper-mint?, ah, bueno, falócrata, que eres un falócrata y un mierda y yo soy más feminista que na, ¡más feminista que na! Anda, hombre, no, vamos a lo que vamos, caray, que porque se diga «nosotras» aunque haya tíos y no se vean los muslos de las azafatas (que se van al paro) y los niños acunen nenucos y las niñas hagan ninoninonino para apagar los fuegos no van a desaparecer las palizas, las violaciones, los acosos, los porcentajes de menos en los sueldos y demás injusticias. Que no. ¿Sabes? Que no. No gastemos energías y verbos en beatitudes, porque por más radicales que queráis aparentar, lo que parecéis es eso: beatas.

Por lo demás, sigo aterrado, claro. Mucho más que cuando he empezado a escribir esto. Las consecuencias van a ser funestas, si no trágicas. Pese a la razón que llevo y a que he dejado claro mi convencimiento de que contra las mujeres se siguen cometiendo injusticias y salvajismos y marranadas y que contra ello el feminismo —cosa de todos— no es que tenga razón de ser, es que debe imponerse y obligar, porque si no se impone y no obliga esto no se arregla, ya soy un machista asqueroso, eso no me lo quita nadie, el feminismo actual no pasa ni una cuando de discrepar un pelín de sus mentecatadas se trata, en eso se parece al director de un periódico jienense que yo conozco y usted sospecha. Pero es tarde para echarse atrás, ya lo he dicho. Remato y me suicido:

Hace poco, un amigo de más mundo y mejor opinión, también escritor y tan machista y asustado como yo, me dijo —demudado el rostro, asegurándose de que nadie estaba lo suficientemente cerca para oírle, tartamudeando de pánico y buscando una salida de emergencia por si acaso había que huir perseguido por palos, piedras, escupitinajos y antorchas— que, siendo los hombres de ahora, en nuestra mayoría, los más sensibles y cuidadosos de la historia con el sentir feminista, somos también los más machacados.

Y es verdad, joder, no tuve más remedio que darle la razón, por supuesto igualmente crispado de terror, ahogándome por la irresponsabilidad que estaba exteriorizando y en voz tan baja que no me oía y finalmente tuve que escribírselo, «te doy la razón», ni que decir tiene que inmediatamente después de que mi amigo lo leyera me comí el papel y aún estoy que no me atrevo a evacuarlo. Porque nuestros machistorros abuelos se murieron, los muy canallas, con la cena puesta, la ropa planchá, la hostia pegada, los calzones en lo alto y sin dar su brazo a torcer, tan felices, con sus cojonazos puestos en la bandeja de su convicción, sin mujeruca que les chistase o directamente les arrancase la cabeza. Y no hay derecho, que ya no sabe uno cómo hablar, cómo escribir, dónde mirar, cómo comportarse. ¡Que sois muy coñ… muy pestiño!

Ahora indignaos si queréis, pero cucha que os diga una cosica: si os cuento cómo hablan algunos hombres muy feministas cuando no estáis delante vosotras, entre tíos… Fliparíais.

He visto un error

Únete a nuestro boletín

COMENTARIOS


COMENTA CON FACEBOOK