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LA GUARDIANA DE ARTISTAS

LA GUARDIANA DE ARTISTAS

Por Fran Cano - Enero 19, 2017
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Todo es silencio y calma en el núcleo de las Casas Nuevas de Ribera Baja (Alcalá la Real). Una de las habitantes de la aldea se apellida como un genio de la música, Elisabeth Wagner (Hilversum, Holanda, 1948). Su vivienda linda con el Asno Azul, el alojamiento rural gestionado por la Fundación Inquietarte que oferta arte y cultura en la Sierra Sur. Wagner —coleta rubia, chaqueta a rayas y pantalones vaqueros— tiene las llaves de las casas que combinan el azul y el blanco, simbolizadas por una cabeza de asno hecha de esparto. Ella es la encargada de velar por las instalaciones: galería, biblioteca, camas y hasta una cueva. Es la guardiana solitaria. Trabaja gratis y está agradecida: dice que no podría tener un empleo mejor. ¿Cómo llegó aquí? Wagner, por más que ahora se acomode en un oasis de paz, ha vivido. Quedarse con los brazos cruzados no va con ella.

 Elisabeth Wagner trabajó en la construcción.
Elisabeth Wagner trabajó en la construcción.

Es jueves 29 de diciembre de 2016, y la única holandesa de la aldea muestra a LaContracrónica el interior de la sede andaluza de la Fundación Inquietarte, presidida por el escritor Jesús Pozo y vicepresidida por su esposa, la también periodista y autora Nieves Concostrina. El matrimonio tiene una vivienda justo al lado de la puerta que ahora abre Elisabeth Wagner.

Hay cuadros de Roberto Villar en el pasillo que conduce hasta la biblioteca.

—También tenemos ordenadores y todo eso —dice.

«Todo eso» incluye conexión a internet, habitaciones con climatizador y baños individuales. Las instalaciones están concebidas para atraer a cualquiera, y tienen un atractivo especial para quienes escriban, pinten o necesiten el silencio de monasterio para crear.

Construir es un verbo familiar para Elisabeth, albañil retirada. Lo cuenta ella, sentada en una de las sillas de madera dispuestas junto a una ventana, en lo que bien puede ser una futura sala de encuentros sociales.

—Me gustaba mucho trabajar de peón, porque haces algo, como una casa. Aunque cargar con cemento es duro —dice.

Fue encargada de un restaurante durante casi dos décadas en Salou (Tarragona).

—Era el año 1990. El dueño del negocio quería más tiempo para estar con sus hijos. Me llamó y me preguntó si quería el puesto. Pensé 'por qué no'. Además tenía experiencia, porque mi madre gestionaba un bar en Holanda, y yo la ayudaba.

En el sur de Jaén, quién se lo iba a decir, continuó su trayectoria hostelera, pues regentó el hogar del pensionista de Ribera Baja durante tres años y medio. Fue, dice, una etapa donde la prosperidad económica no importaba tanto como conocer a la gente de la aldea, perfeccionar el castellano y ocupar el tiempo.

—No ganaba casi nada, pero me gustaba hablar con los clientes.

Dejó el trabajo hace cuatro años, según recuerda.

Se convirtió en vecina de Ribera Baja coincidiendo con el cambio de milenio. Entonces compró su casa.

La operación fue posible gracias a que una vecina le contó que la vivienda estaba en venta. El precio que impuso la inmobiliaria era imposible en aquel momento. Finalmente, Wagner encontró la forma de pagar. Los primeros años de residencia alternó los veranos en Ribera Baja con los inviernos en Tarragona. Eso ya es historia; ahora está anclada. Felizmente anclada a su asno azul.

LA MUJER DE CONFIANZA

Jesús Pozo vio por primera vez la casa que hoy es el alojamiento rural —y su hogar en Jaén— dos años antes de que falleciera Michael Jacobs, escritor inglés afincado en Frailes hasta su muerte a comienzos de 2012. Pozo y Concostrina necesitaban un lugar donde pernoctar dos noches. El autor de 'La fábrica de la luz' confió en Elisabeth Wagner para darles alojamiento en la casa de la holandesa. Hizo de anfitriona con la pareja por primera vez. Así empezó la alianza entre el matrimonio y Wagner. "Recuerdo que sentí un rollo muy raro al ver el entorno de la casa de Elisabeth. Era como si ya hubiese estado ahí", cuenta por teléfono a LaContracrónica.

 José Ramón Pardo, Flavia Tótoro, Joaquín Araújo, Chris Stewart, Federicho Bianchini, Francis Jacobs y Jesús Pozo participan en la última edición de las jornadas literarias en honor de Michael Jacobs.
José Ramón Pardo, Flavia Tótoro, Joaquín Araújo, Chris Stewart, Federicho Bianchini, Francis Jacobs y Jesús Pozo participan en la última edición de las jornadas literarias en honor de Michael Jacobs.

El feeling de Pozo derivó en la compra de las viviendas, embargadas por la insolvencia de ingleses que en algún momento quisieron ser propietarios. También compró un terreno aledaño que hoy es una huerta. No hubo obras en los inmuebles, solo tareas de remodelación para conservar la estética. El Asno Azul se convierte en una realidad a lo largo de 2016. Hacía falta alguien que lo cuidara. Alguien que asumiera labores de logística. Elisabeth Wagner. "Ella es imprescindible para el proyecto", afirma Pozo. "Tiene una capacidad increíble para recuperar y arreglar cualquier cosa", añade.

Bruno y Chiri —o Chirri, según pronuncia la dueña— son los dos perros que viven con la holandesa. Ambos estaban condenados. Iban a morir en la basura.

"¿LA SOLEDAD? DE PUTA MADRE, PERO NO ES PARA TODOS"

Ana Valtierra, profesora de la Universidad Camilo José Cela de Madrid, pasó una tarde con la guardiana del Asno Azul a finales del año pasado. "Es una persona maravillosa, que te da cariño. Nos acogió a mí y a mi marido con mucha alegría. Y me dio un abrazo muy fuerte al despedirnos", explica la docente a LaContracrónica. Le llamó la atención un detalle durante su visita: hasta los perros de Wagner parecían saludarla a base de ladridos. "Es como si los animales fuesen también acogedores", dice sin abortar la risa. Valtierra es una de las colaboradoras de la Fundación Inquietarte. Encantada con el atractivo de la zona, está previsto que dé seminarios sobre arte medieval y barroco. "Creo que los ayuntamientos del sur de Jaén, el de Alcalá por ejemplo, han hecho muy bien las cosas. Este un lugar con grandes recursos culturales", analiza.

Por el Asno Azul han pasado los periodistas Federico Bianchini, Javier Torrontegui, José Ramón Pardo, Joaquín Araujo y Álex Ayala. También los artistas Roberto Villar y Flavia Totoro. Todos han compartido algún momento con Elisabeth Wagner. Todos, en mayor o menor medida, la han ayudado a minar quizá el único inconveniente de ser la guardiana del alojamiento, la soledad.

—¿Cómo es vivir sola?

—De puta madre, la verdad —lo dice y ríe enseñando las paletas—. Pero no es para todos.

Un bar. Una tienda de alimentación. Eso es lo que le falta para estar aún más cómoda en Ribera Baja.

Ocuparse de la huerta.

También recibir noticias de su hija Esmeralda, que vive entre Milán y Nueva York.

Y que sus amigos Jesús Pozo —dice que es su cuñado y su padre al mismo tiempo— y Nieves Concostrina la visiten cada cierto tiempo.

—No pido nada. Solo amistad. Lo hago por amistad. Y por egoísmo propio.

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