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Marineros al agua

Por Andrés Ortiz Tafur - Febrero 28, 2017

En ocasiones me gustaría saber lo que sería embarcar en un velero y que, al poco, el capitán nos reuniera en la popa para informarnos de la imposibilidad de volver alguna vez a puerto. Le imagino con la gorra distintiva, muy serio, pidiéndonos que nos hagamos cargo de la situación, explicándonos la importancia de que nos mantengamos unidos y serenos, y recordándonos que nuestro cometido en el barco no solo no varía, sino que pasa a ser más primordial que nunca, porque no cabe pensar en la sustitución de ningún marinero. ¿Remaría, a sabiendas de que ningún rumbo nos conduciría a algún destino? No, creo que primero fingiría estar enfermo y que luego, cuando esa excusa se echara a perder y el capitán o su segundo o el subalterno de éste, viniera a exigirme una mínima prestancia, aprovecharía cualquier descuido y me tiraría al agua. ¿Para qué esperar en semejantes condiciones? Esto, hasta que de verdad no enfermase o muriese cualquier miembro de la tripulación y los demás nos viéramos obligados a repartirnos sus quehaceres. ¿Y a cambio de qué, insisto? ¿De un día más de travesía, perdidos en el océano, hartos de ver nadar a delfines y cachalotes? ¡Anda y que reme Rita!

A veces también me gustaría saber qué diferencia hay entre ese barco y la situación descrita y el país que habitamos, qué razón nos empuja a remar a pesar de Rita, Bárcenas, Rato, Puyol, Blesa… Es verdad que Rajoy no usa gorra en los consejos de ministros ni en sus comparecencias ante la prensa (eso faltaba, que nos saliera vestido de marinerito). Y es verdad que él nunca nos ha dicho que tras este enorme desierto de penas, que estamos atravesando, solo vamos a alcanzar otro enorme desierto de penas; al contrario, él siempre nos habla de una supuesta recuperación económica, que ya manosean obscenamente los mercados, como si estos se erigieran acaso en la avanzadilla del ejército que libramos la batalla. Y quizá ahí estribe la única diferencia: en la honestidad de un viejo lobo de mar, cegado por un horizonte tan parco, frente a la mentira de un tipo que, con toda la suerte de cara, puede que pretenda pasar a la historia como una cheerleader de la política.

¡Anda y que reme Rita!

Por Andrés Ortiz Tafur

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