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Benito de la Torre, pediatra y activista cultural en Segura

Por Andrés Ortiz Tafur - Junio 27, 2017
Benito de la Torre, pediatra y activista cultural en Segura
Benito de la Torre, pediatra y activista cultural en la Sierra de

Mi suerte en la sierra depende mucho de las personas a las que voy conociendo. En mi caso no bastan las montañas, ni las rapaces, ni los ríos, ni el cielo estrellado. Eso está muy bien (alimento del rico para el alma, como la orquesta del Titanic), pero la felicidad y el buen rollo con el que me levanto un lunes se debe, fundamentalmente, a la posibilidad de compartir con gente interesante, sin igual; y la persona con la que hoy converso lo es, sin duda.

Nadie es joven en Santiago-Pontones si Benito de la Torre no ha sido su médico. Y, sin embargo, cualquiera que pueda afirmar que sí, que Benito fue o es su pediatra, cuenta con el derecho de proclamarse adolescente perenne, porque la vitalidad que trasmite el doctor  de la Torre, resuelve en imposible el tránsito normal del tiempo.

Benito de la Torre lleva más de veinticinco años desempeñando la medicina rural, a pesar de ser un cosmopolita del carajo; y arrimando lo indecible el hombro para revitalizar culturalmente la zona. En definitiva, un tipo un par de palmos más alto que el Almorchón.

—Benito, ocupémonos primero de lo más feo y así nos aseguramos acabar bonito. Me contabas un día que la media de nacimientos anuales en Santiago-Pontones se sitúa en la decena. Se puede decir que eres el primer notario de la despoblación del término municipal. ¿Consideras irreversible la caída?

—En efecto hay una despoblación incesante, muchas aldeas están perdidas o casi, y esto requiere una intervención urgente. No me caracterizo por el pesimismo, creo que con voluntad no hay nada irreversible. En Jaén el monocultivo del olivar ha sido el que ha ayudado a la fijación de la población en gran parte de sus pueblos, pero… aquí no hay olivar, a cambio hay una riqueza paisajística, pastos para ganado y silvícola. Si se actúa potenciando estos aspectos por parte de las diversas administraciones, disminuyen las trabas e impedimentos innecesarios que se ponen a diversas iniciativas, se podría frenar esta despoblación. Asegurar el relevo generacional en ganadería, los tratamientos silvícolas preventivos y no preventivos crearían un buen número de puestos de trabajo durante todo el año, el aprovechamiento de las ricas vegas, que las hace idóneas para una agricultura ecológica, y la mejora de esta carretera indigna de Santiago de la Espada a La Puebla de D. Fadrique, que nos acerque visitantes, en lugar de ahuyentarlos. Paralelamente, potenciar el tejido de hospedaje y hostelería de calidad y con oferta de actividades de bajo impacto ambiental podría tener un buen  y atractivo futuro. Ya se ha dicho: Santiago-Pontones es un gigante dormido.

 La Toba. Foto: Blas Prieto
La Toba. Foto: Blas Prieto

¿Cuántos niños nacían al año cuando tú llegaste?

De 40 a 45 niños y la población general del término era de algo más de 5000 personas.

—Un contrasentido demoniaco, parece: los chavales (felizmente) ahora se forman, acaban sus estudios universitarios, y claro, el municipio no tiene capacidad para reabsorberlos, si quieren desempeñar sus profesiones. Quizá anhelar lo de antaño también conforma otro sinsentido, ¿no?

—Los serranitos tienen el mismo derecho a desarrollarse profesionalmente en lo que les gusta y hoy día afortunadamente esto es accesible, pero otros también elegirían quedarse y desarrollarse profesionalmente en sectores primarios y secundarios, el problema es el que hemos mencionado anteriormente, que tengan oportunidades para poder elegir libremente. Por otro lado, jóvenes bien preparados, con el mercado laboral existente y que en muchos casos están contratados en condiciones leoninas y por debajo de su cualificación, preferirían trabajar aquí (si hubiera trabajo claro).

—El propio ambulatorio sirve de muestra para escenificar el éxodo. Y el colegio, y el instituto. Son muy pocos los facultativos que deciden hacer carrera aquí; su tránsito es continúo. ¿Tan dura es la vida en la sierra? A mí, a veces, se me antoja que la gente que llega no se detiene a apreciar las virtudes y que traen, de antemano, comprado el billete de vuelta.

—Hemos tenido y tenemos profesionales de la sanidad que han estado muchos años ejerciendo, como en cualquier otro sitio, también hay profesionales que “remanecen” de aquí y les gustaría trabajar aquí pero se lo dificulta la estructura de las bolsas de empleo. También es cierto que otros no han tenido la más mínima intención  desde el inicio de desarrollar un proyecto profesional  -les puede lo urbanita- a pesar de tener las condiciones idóneas para desarrollar una medicina integral y aun reconociendo la calidad de vida que se puede tener, baja presión asistencial, escaso estrés, una población cercana y que valora tu actividad, en fin, es difícil vivir mal.

—Y en el caso concreto de tu profesión: la Medicina, ¿se acusa la lejanía con la ciudad, con otros centros hospitalarios con más recursos?

—Cuando vine a Santiago, hace ya 26 años, el Centro de Salud no tenía nada que envidiar a uno  de Sudán o Nigeria (supongo); hoy disponemos de un centro con buenas instalaciones y aceptablemente equipado pero en cuanto a nuestro hospital de referencia si habría que mejorar la oferta en especialidades, que es reducida. Dada la distancia que hay al centro hospitalario más próximo, a veces tenemos que solucionar situaciones de emergencia sin muchos medios, o a ser más precisos en el diagnóstico con el fin de ahorrar derivaciones innecesarias, pero eso te ayuda a ir adquiriendo más capacidad de resolución.

Cuando vine a Santiago, hace ya 26 años, el Centro de Salud no tenía nada que envidiar a uno de Sudán o Nigeria

Imagino que en todos estos años no han faltado, tristemente, situaciones en las que la carencia de medios y la enorme distancia con un hospital de referencia os han dificultado lo indecible vuestro trabajo.

—Por supuesto, en muchas ocasiones y casi siempre en situaciones de "nevazos", aunque esto es cada vez menos frecuente. Me quedo con una situación simpática. Sobre el año 93 cayó una nevada importante y las previsiones eran que siguiera nevando. Había menos máquinas quitanieves que ahora y una de ellas quedó inutilizada. En una pequeña y alejada aldea vivía un simpático abuelete que iba a diálisis a Jaén cada 3 días y, aunque aún le restaban 2 para la siguiente sesión, se decidió su traslado en helicóptero ante las malas previsiones y aprovechando unas horas de calma. Cuando llegó el helicóptero nos pidieron que les acompañásemos un equipo sanitario que conociera el terreno y por supuesto que lo conocíamos, pero lo que en coche supone media hora en helicóptero son 2-3 minutos y cambian las referencias, total que cuando nos dimos cuenta estábamos en los llanos de Albacete. Costó un buen rato volver a retomar la ruta correcta, con el consiguiente consumo de combustible, por lo que una vez se recogió al paciente, tuvimos que trasladarnos a Granada para repostar. En la cafetería desayunamos pilotos, sanitarios, el abuelete y un familiar, y a la hora de pagar el abuelete no consintió la invitación de los pilotos  "¡cómo va a ser eso, con el servicio tan bueno que están haciendo! ¡Pago yo!", decía. Lo trasladamos a Jaén, aterrizando en  la helisuperfície del Princesa, pero la diálisis  tenia recibirla en el entonces Capitán Cortés. Ante nuestra sorpresa, no había ninguna ambulancia para trasladarlo y tuvimos que coger un taxi. Un excelente servicio, como decía el abuelo, pero empañado por una mala coordinación.

 Benito de la Torre, en un viaje en helicóptero.
Benito de la Torre, en un viaje en helicóptero.

—¿Le pedirías más a las distintas administraciones? Yo sé que estoy a tres horas de un TAC o de uno de esos aparatos que nos va a regalar Amancio Ortega; sin embargo, no cambio la cercanía que trasmitís en vuestro centro, porque, antes que paciente, me siento persona.

—Llevas razón, la relación de la Medicina y Enfermería con el paciente (ahora usuario) es mucho más cercana y eso sana mucho, esto es el pilar más importante para un buen desarrollo de tu profesión, aquí se ejerce la auténtica medicina de familia rural.

 Valle del Segura. Foto: Blas Prieto
Valle del Segura. Foto: Blas Prieto

—Antes de aposentarte aquí, viviste en muchas partes; eres un tipo muy curioso: la música, la pintura, la fotografía, los viajes. Tengo la certeza de que te lo pasarías de vicio en Nueva York. Y elegiste la sierra. ¿Por qué? (aparte de por las setas -risas-)

—Si -risas-, antes de venir a Santiago era una persona esencialmente urbanita: Llegué  casi por casualidad y con proyecto a corto plazo, nadie daba un duro por una estancia aquí de más de dos meses (hicieron apuestas y todos las perdieron jaja). Cierto es que al principio me costó algo adaptarme, pero poco a poco le fui tomando el pulso, intuía que aquí había otros mundos y había que descubrirlos: También me ayudó el planteamiento inverso de vida rural/urbano, si los urbanitas vienen los fines de semana a relajarse y desintoxicarse de ciudad, yo, con vida rural, iría sobre todo a ciudades a intoxicarme de ciudad. Después llegaría Marina, mi mujer, y los hijos que ya hicieron el resto de mi larga permanencia. ¿Nueva York? Por supuesto que me gustaría, pero no para estar una larga temporada. Y, por supuesto, habría que dosificarse bien, la oferta es abrumadora.

La relación de la medicina y enfermería con el paciente es mucho más cercana y eso sana mucho. Aquí se ejerce la auténtica medicina rural 

Un mundo, dentro del mundo. Así percibo yo a Santiago-Pontones. Supongo que por la lejanía con otros núcleos de población. Tú conoces muy bien a estos serranos, incluso generacionalmente ¿Qué distinguirías de ellos? 

—Hasta hace relativamente poco la sierra (todas las sierras incluidas y que  las diversas administraciones se han encargado de delimitarlas y para mal) era un mundo, un carácter y  precisamente  esa lejanía y aislamiento ha conformado al serrano, dándole unas cualidades humanas que hoy es difícil encontrar en otros lugares: la hospitalidad, comunicabilidad y ayuda mutua, de la que aún queda mucho en Santiago-Pontones y al que también veo más abierto que en otros pueblos y ciudades mayores y “mejor” situadas.

¿Y la dichosa globalización, comienza a influenciar a los más jóvenes o podemos alegrarnos aun de mantenerles a salvo del bicho urbano?

—La globalización es ya irreversible e imparable, y en general positiva para todos, incluidos nuestros jóvenes serranos; democratiza más los conocimientos, tienes mejor acceso a otras oportunidades. El problema está en que si deseas quedarte aquí y no tienes oportunidades de trabajo, tienes que abrazarte al bicho urbano.

—Estás inmerso en la Asociación Cultural Zurribulle. Eres piedra angular en la revista Zurribulle; parte muy importante de las Jornadas Micológicas que se vienen celebrando estos últimos años… Supongo que trasladar aquí las inquietudes conforma la base del secreto de seguir aquí. ¿Qué echas en falta de la ciudad, de fuera?

—Independientemente del lugar en que resida, hago mía la frase de Gandhi: "Vive como si fueras a morir  mañana y aprende como si  fueras a vivir para siempre". Puedo decir que desde que estoy aquí no recuerdo haberme aburrido ni un solo día. En cuanto a las  diversas actividades en las que estoy inmerso forman parte de esas inquietudes y necesidades que me envuelven, pero no es la única  herramienta como secreto de mi continuidad en estas tierras. La naturaleza, forma de vida, familia, descubrir nuevas actividades y mi trabajo como pediatra serían más que suficientes para justificarlo. A través de la Asociación y revista Zurribulle lo que se pretende es crear nexos y canalizar las inquietudes culturales de cualquiera que las tenga. ¿Y de las Jornadas Micológicas que decirte? Que es una de mis pasiones (friki, jaja), y que con ellas pretendemos poner en valor la gran riqueza micológica de la Sierra de Segura y ampliar los conocimientos micológicos para disfrutar más y mejor. A tu pregunta de que echo de menos de la ciudad pues….. pues….. un aeropuerto en la puerta de mi casa (jaja) para llegar antes si tengo que salir.

¿Qué próximas actividades va a llevar a cabo la asociación?

—A principios del mes de agosto se va a realizar una exposición colectiva de pintores serranos o con fuertes vínculos con la sierra. La mayoría son aficionados y darán a conocer sus obras, algunas de ellas muy sorprendentes; y otros pintores de prestigio, con reconocimiento a nivel regional y nacional. Esta primera edición estará dedicada al pintor santiagueño Francisco Montiel, "Gorrión", fallecido hace unos años, un prolífico e imaginativo artista.

 Campos de Hernán Perea. Foto: Blas Prieto
Campos de Hernán Perea. Foto: Blas Prieto

Ya sabes, estoy convencido de que el genio de la lámpara pulula por el Almorchón. ¿Tus tres deseos para Santiago-Pontones?

Considero muy importante para el desarrollo de la zona una carretera digna entre Santiago y La Puebla de Don Fadrique, y las que unen el valle del Segura; una mayor sensibilización de las administraciones con respecto a esta sierra y, sobre todo, en lo que se refiere al fomento y creación de empleo. Y esto lo digo a nivel global y de una forma vehemente, para que ceda de una vez la crispación que existe actualmente a nivel nacional y mundial.

—Y por último, ¿tus tres lugares favoritos de la sierra?

—Esta sierra es extensísima y variadísima, pero, sin lugar a dudas, en el Top 1 sitúo Los Campos de Hernán Perea, esa vasta altiplanicie semidesértica, sobrecogedora  y única. Luego, y en contraposición con lo desértico, los valles de los ríos Madera y Segura, abundantes en agua y vegetación y por ser el corazón de la Sierra de Segura. Y, por supuesto, cualquiera de las pequeñas aldeas del término (con mención especial a la aldea de La Toba) y compartir unos buenos ratos  con los vecinos. Me voy a permitir otra más: los muchos lugares que aún me quedan por descubrir.

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