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El yo tertuliano

Por Fran Cano - Diciembre 17, 2017
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El yo tertuliano
El tertuliano Fernando Arrabal. Imagen: RTVE.

La figura del tertuliano se ha hecho más grande: ya no es solo un comentarista de la actualidad, sino que en cualquier momento se convierte en protagonista

El tertuliano de televisión contemporáneo es un género en sí mismo. La versión clásica de quien comentaba la actualidad era la de un señor o señora que en la televisión se mostraba cabal, afable, pragmático en sus intervenciones, predecible a menudo y con el ego escondido. Ese modelo ha cambiado desde que el nuevo tertuliano ha esculpido un molde: ahora es protagónico, habla como si gritara o gritando, es guardián primero de la verdad —lo sabe todo— y opina con ambición de cuanto le ponen encima de la mesa. Además, se lleva bien con el género autobiográfico: habla una y otra vez de su vida convencido del interés del público al que se dirige. ¿Ejemplos? Los tienen ustedes en la cabeza. Si pensamos en la prensa deportiva chillona, Roncero es el origen. Deudor de él son compañeros de tertulia que imitan sus formas, como Alfredo Duro (su famoso “¿Hallo qué?” se hizo viral) o el culé Cristóbal Soria, la versión ronceriana de Andalucía, muy activo y protagonista cada vez que CR7 se queda en blanco sobre el césped. También ha emergido el yo tertuliano en espacios de política. Francisco Marhuenda y Eduardo Inda son a veces más noticia que las propias noticias. Directores de periódico, entienden que la tertulia es el espacio donde proyectar otro periódico adjunto, viable en la Redacción paralela que para ellos son los platós de televisión. Hegemónicos ambos en más de una cadena, comparten el honor de haberse enfrentado con Arcadi Espada, columnista brillante, analista en la mesa de Ana Rosa. Más evidente es el viraje del tertuliano moderno en la prensa del corazón. Tan pronto Chelo García Cortés, apoyo moral de Isabel Pantoja, habla de la vida de un famoso rodeada de sus compañeros como son estos quienes narran en el mismo programa la caída de su economía, el desplome de quien lo tuvo todo. El último en proyectarse desde el entorno de la tertulia hasta el centro único ha sido Gustavo González. Si un plumilla que lo entreviste le pide el cargo, bien puede apuntar amante de María la Piedra. Todo es volátil en el neorrealismo televiso (Jorge Javier Vázquez dixit). La tertulia ha cambiado tanto que uno echa de menos el humo y la borrachera del hombre del mineralisme.

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