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Dory López Hinojosa: los 90 años de una alcalaína muy 'avanzada'

Por Javier Cano - Agosto 14, 2022
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Dory López Hinojosa: los 90 años de una alcalaína muy 'avanzada'
Rodeada de hijos y nietos en la celebración de su nonagésimo cumpleaños.

La vida de esta auténtica matriarca con manos de oro está salpicada de vivencias que justifican sobradamente su perfil de mujer adelantada a su tiempo

"Siempre fue muy inquieta y avanzada para la época en la que nació. Nunca le gustó someterse a determinadas normas; por ejemplo, disfrutaba montando en moto (la de sus hermanos), se ofrecía voluntaria para ir a la vaquería de las afueras a por leche, pero solo si le dejaban la moto. Un comportamiento algo escandaloso para la época y más en un pueblo, aunque  su padre, Paco ‘el granaíno’ como le llamaban, estaba acostumbrado a los comentarios de las vecinas: 'Ya hemos visto a tu Amadora corriendo como loca en la moto, cualquier día tienes un disgusto".

Es solo una de las muchas anécdotas con la que María y Mercedes Ruiz López (dos de sus tres hijos) definen a Dory López Hinojosa (Alcalá la Real, 1932), que por más que su DNI la presente con el variante femenino del patrón de Martos no responde si no se la llama por el diminutivo; le cae que ni pintado, eso sí, porque decir Dory es evocar lo áureo, lo dorado, y las manos de la protagonista de este reportaje fueron y son de oro, manos de carmelita sin toca, de modista tan de relumbrón como sencilla, humilde.

Acaba de cumplir noventa años, así, como quien no quiere la cosa, pero su vitalidad y lucidez son de todo menos de nonagenaria, como aclaran las mujeres de su casa: "Tiene una salud de hierro, una familia que la llena de amor y sería injusta con la vida si no se levantara cada día agradeciendo todo lo que tiene y ha tenido, todo lo que ha vivido y todo lo que le queda por vivir".

Una entrañable matriarca que pese a "su peculiar forma de querer a los suyos (no es especialmente demostrativa)", hace honor a su nombre de pila y ama, ama mucho, a mansalva, en la misma medida que recibe el amor de su gente, esos que hace nada y menos le organizaron un fiestón, que nueve décadas no se cumplen todos los días:

"En el fondo le gusta seguir soplando velas, aunque los días anteriores se ponga nerviosa con su ya famoso 'pellizquito' y quiera suspender la celebración", comentan las Ruiz López: Dory López Hinojosa en estado puro. 

 De mantilla, en una fotografía de la década de los 50.
De mantilla, en una fotografía de la década de los 50.

INFANCIA Y ADOLESCENCIA LEJOS DE JAÉN

Cuatro mesecillos tenía cuando dejó Alcalá la Real camino de San José de la Rinconada, en tierras sevillanas, donde Francisco, su padre ("contratista y de los buenos") decidió establecerse temporalmente junto con su esposa, Francisca, madre y maestra de Dory en eso de hacer virguerías con una simple aguja de coser: 

"Cuando tenía nueve años le dijo que quería aprender a coser, a lo que su madre se negó rotundamente, porque decía que la costura traía mala suerte (de hecho, ella no ha enseñado a coser a sus hijas, aunque debe ser que también se hereda ese don porque ellas sin aprender saben hacerlo); pues bien, viendo la negativa de su madre, subió a su habitación, cogió un abrigo gris de lana con doble botonadura que acababan de hacerle, unas tijeras y le cortó el bajo. Se presentó delante de ella y le dijo: 'Pues ahora tienes que enseñarme a coser, mamá”. Como para llevarle la contraria.

Seguramente, de la autora de sus días heredó no solo su primorosa habilidad con la costura, sino también esa determinación suya. Y es que mamá Francisca, cuando quería dejar algo bien claro, no perdía el tiempo, vaya que no: 

"Durante la guerra, Francisco, su padre, al que en Sevilla le llamaban ‘el burgués’, se fue a Madrid y en esos tres años estuvo en el cine Capitol de guardia de asalto. Su madre, su hermano Antonio y ella se quedaron en San José junto a la familia materna. Su madre era una mujer de carácter y tenía una forma muy especial de demostrarle al marido que estaba enfadada por su decisión: iba al fotógrafo para mandarle fotos y ponía a los hijos de frente y ella salía, pero de espaldas". 

Y así, entre San José de la Rinconada, Brenes y Villa del Río (Córdoba), transcurrieron la infancia y la adolescencia de Dory, que hecha ya toda una mujer recaló en Granada y encontró allí al compañero de su aventura vital, al padre de sus hijos, al marido hoy añorado: 

"Enrique, un rubio, elegante y educado caballero del que se enamoró locamente. Era un viajante de comercio muy trabajador y organizado y juntos crearon una bonita familia de tres vástagos: María, Mercedes y Enrique. Huétor Santillán, Guadix..., y, a finales de los 70, el momento de regresar a la capital de su patria chica, a Jaén: "Adora Jaén, aquí ha hecho su vida en las últimas décadas y se siente agradecida a Dios y a la vida por haberla hecho arribar al mejor puerto posible, la hermosa ciudad de Jaén, puesto que en ella ha sido y es feliz", comentan sus hijas. 

A su lado, sin descuidar ni un ápice el papel de madre y esposa, forjó una trayectoria profesional brillantísima, que le ha permitido gozar de alta consideración entre sus clientes:

"La ventaja de llevar la profesión puesta es que puedes dedicarte a ella vayas donde vayas. Lo que ahora se llama teletrabajo, ha sido su forma de vida y trabajo. Le permitía cuidar y atender a sus tres hijos sin necesidad de moverse de casa", explican María y Mercedes Ruiz, y apostillan:

"Siempre le ha gustado diseñar y coser, por eso pronto se hizo con una clientela fiel. Probablemente por su espíritu transgresor y nada convencional prefería la noche, cuando nada ni nadie le podía interrumpir y siempre acompañada de la radio, su mejor amiga".

Libre ya de compromisos profesionales, de lo que no se ha desecho es de los trebejos de su oficio, que conserva con mimo, como hace el viejo agricultor con sus aperos o el notario emérito con su archivo:

"Hace años que dejó de coser profesionalmente, aunque conserva sus dos máquinas de coser, cajas de botones, hilos y cremalleras… La vista ya no le permite seguir haciendo lo que más le gusta, pero aún así todavía le gusta ponerle hombreras a las camisas, ajustarse el bajo del pantalón, repasar algún botón… Hoy, sin dudarlo, sería una diseñadora de postín, pero los de entonces eran otros tiempos". Ya se sabe, quien tuvo...

 Entrañable imagen del matrimonio rodeados de sus seis nietos.
Entrañable imagen del matrimonio rodeados de sus seis nietos.

MERECIDA TRANQUILIDAD

Abuela y hasta bisabuela, a día de hoy disfruta de su "salud de hierro" no exenta de achaques pero envidiable si se tiene en cuenta que el próximo cumpleaños redondo llevará tres cifras:

"Es un alma libre e ingobernable, a sus noventa años recién cumplidos le gusta vivir sola, comer lo que le apetece, acostarse y levantarse cuando quiere, sin tener que dar explicaciones". Lo dicho, un espíritu independiente. 

"Le apasionan los concursos de la tele: superfan de Pasabalabra, anota a diario los aciertos de los concursantes, le gusta Saber y Ganar y La Ruleta de la Suerte. Es nocturna, le gusta tomar el aperitivo o un café en una terracita. Siempre lleva pendientes y collar de perlas, los labios pintados y las cejas bueno, según el día así las dibuja". 

O sea, que es coqueta, o mejor dicho, que no ha dejado de serlo. ¿No sentenció De la Rochefoucauld que curar a una mujer de su coquetería es todo un milagro? Pues eso. Miren si no...

"Su gran frustración es no poder usar tacones, pero guarda una colección de zapatos de cuando sí lo hacía. Colecciona dedales de cerámica que sus hijos y nietos han ido regalándole de cada ciudad donde han estado. Gracias a Dios, tiene una salud de hierro envidiable, aunque quisiera una pastilla que le quitara cincuenta años de encima y con eso los inevitables dolores de rodilla o espalda". ¡En qué farmacia la venderán!

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