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'Licorice Pizza': el eterno momento

Por Pablo Díaz Tena - Septiembre 18, 2022
'Licorice Pizza': el eterno momento
Escena de la película ‘Licorice Pizza’.

Paul Thomas Anderson capta la fluidez de la tierna juventud y el ritmo vertiginoso de los primeros amores, con honestidad pero sin cursilería

Paul Thomas Anderson es probablemente uno de los directores más aclamados en la actualidad. Un creador que ha basado su obra en películas densas, ambiguas, a veces incluso inefables, pero con una indiscutible virtud, tener ese selecto carácter —reducido a unas pocas de cintas— expansivo; Magnolia, Pozos de ambición o The Master comparten el mismo rasgo diferencial, después de que el primer visionado pueda ser desconcertante, crecen internamente en el espectador, que necesita ver la película más veces para apreciar la maestría del director norteamericano; los diálogos tanto sutiles como explosivos, la dirección propia de un obsesivo esteta y un poder sugestivo pocas veces visto —lo que pasa fuera del plano a veces es más relevante que lo que contemplamos en cámara—.

Se puede argumentar que su última obra es una película menor que no aglutina el lenguaje de Anderson en su máxima capacidad y no es del todo incorrecto. Frente a la tremenda carga conceptual y visual de la mayoría de sus trabajos anteriores —incluida una comedia libérrima como Puro Vicio—, Licorice Pizza apuesta por la sencillez de un relato clásico, sin aspavientos ni ambiciones, sin el distanciamiento irónico respecto a los personajes característico en otros de sus filmes. Aquí se trata de captar la fluidez de la tierna juventud y el ritmo vertiginoso de los primeros amores, con honestidad pero sin cursilería. De capturar el momento, huyendo de la grandilocuencia y de giros efectistas de guion.

Años 70 en Los Ángeles, chico adolescente conoce a chica a la que la diferencia de edad —ella tiene 25— le parece un obstáculo insalvable. Así comienza una bonita amistad que no acaba de cristalizar en romance. Los dos protagonistas —interpretados con total naturalismo por Alana Haim y Cooper Hoffman— van desarrollando amores e intereses paralelos durante su relación como amigos, pero los sentimientos soterrados —plasmados con una sutileza exquisita de pequeños gestos— parecen destinados a aflorar en algún momento del metraje.

Durante su particular relación indefinible, ese limbo espacial que ocupan aquellos que son más que amigos y menos que pareja, hay momentos de pura comicidad excéntrica, encarnados en Bradley Cooper, Sean Penn y Tom Waits. Situaciones esperpénticas en varios momentos de la película, pero siempre huyendo de la comedia negra y redundando en la inocencia de los personajes implicados en dichas locuras. Y esto es un aspecto a resaltar, Anderson trata a todos los personajes con delicadeza y humanismo, no cayendo en la caricatura o en lo grotesco, aunque algunos momentos sí lo sean: como la vida misma.

El uso de la banda sonora, compuesta por temas que van desde David Bowie hasta Nina Simone, contribuye a resaltar la condición juvenil y desprejuiciadamente naif del relato. La fotografía por otra parte, con picos perfectamente escogidos de luminosidad, resalta la idealización de momentos y personas propia de la juventud.

Quizás no estemos ante una obra maestra de Anderson, pero tampoco pretende ser otra cosa. Es de agradecer que Licorice Pizza huya de la posmodernidad, de la comedia autoconsciente y metareferencial que ya huele a rancia y nos entregue una dulce —que no empalagosa— y clasicista historia de amor donde el instante se recrea y valoriza con la mayor de las sensibilidades. ¿Y qué es es la juventud sino un único tiempo? Pasado y futuro no se conjugan en esta película, alzándose el presente —primer amor— como pretendida eternidad.

 Cartel de ‘Licorice Pizza’.
Cartel de ‘Licorice Pizza’.

FICHA TÉCNICA

Título original: Licorice Pizza

Año: 2021

Duración: 133 minutos

Director: Paul Thomas Anderson

Nota en IMDB: 7,2

Nota en FilmAffinity: 6,7

La película está disponible en Amazon Prime

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