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Maika Marín Alcázar: sorteando adversidades a ritmo de 'swing'

Por Javier Cano - Marzo 19, 2023
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Maika Marín Alcázar: sorteando adversidades a ritmo de 'swing'
Vestida de fantasía el pasado verano en Cambil.

La albaceteña llegó a la tierra de su madre, Arbuniel, en plena adolescencia, etapa de la que conserva una fuerza que ni la enfermedad ha mermado 

"Yo era muy hipocondríaca y un poco negativa, pero esto ha sido una torta de la vida que me ha hecho cambiar". Podría ser una frase de El enfermo imaginario de Molière, pero no: el acento que se gasta Maika Marín Alcázar cuando la pronuncia la delata, es ya más de Arbuniel que los toscares. 

Nacida en Albacete en 1972, llegó a la patria chica de su madre en plena adolescencia, después de recorrer España entera a cuenta del trabajo de su padre, que no era guardia civil por mucho que algún lector ya lo esté viendo con tricornio, no: "Se dedicaba a la construcción de túneles y carreteras", aclara Marín.

Y aquí, en tierras jiennenses, ha construido una vida que defiende con las mismas fuerzas de aquella quinceañera, por más embestidas que la testuz de la enfermedad lance contra ella:  

"Hasta el año 2019 estaba totalmente normal, nunca había estado enferma; hago deporte, no fumo ni bebo ni tengo antecedentes familiares, pero me vino. Piensas que no te va a pasar nunca con un hábito de vida como el mío. Cuando me lo dijeron, estuve tres días llorando, vi mi vida entera pasar ante mis ojos", explica con naturalidad mientras sostiene la temida palabra cáncer en sus labios.

Sí, el año anterior al que ensombreció la vida del mundo entero con una pandemia de aúpa ya llegaba negro, ¡pero negro!, para Maika, que vio cómo su cotidianidad de baile (es una enamorada del swing), actividad física y farándula se adaptaba a hospitales, pinchazos, análisis... 

"Me dieron quimio para prevenir y estuve dos años y medio limpia, con revisiones, hasta que en enero del año pasado vieron unos ganglios en la tripa y un poquito en el pulmón; decidieron darme quimio otra vez. Yo me quedé en shock, pensaba que estaba curada, pero... Me dejaron descansar un poco y vieron que no se había quitado del todo del pulmón y que me habían salido también en el cuello", cuenta. 

Pero es optimista, vaya que sí, y un ensayo clínico tiene la culpa de su tranquilidad, a pesar de los pesares: "EStá funcionando, pero con efectos muy duros, mucho más que la quimio".

 Maika
Maika

MADRE Y BAILONGA

Lo dijo Nietzsche: "Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los cómos". Y a Maika, como a Sabina, le sobran los motivos. 

Por lo pronto, Ariel, su hijo, un "rockero gótico" de dieciocho años que estudia Imagen y Sonido en Granada; y a mucha distancia pero ahí, en la lista de sus actividades predilectas, el baile, el deporte... 

"Bailo swing en Jaén, pero ahora no puedo, por los efectos del tratamiento: las pulsaciones se me suben muchísimo, tengo que administrar el cardio porque me ahogo, tengo dolores musculares, se me duermen los dedos de pies y manos, aturdimiento, desorientación... Pero no me limita; la fiebre sí, me hace quedarme sentada, que no lo soporto ¡pero tengo tantas cosas en la cabeza!

Más de un domingo han podido verla los jiennenses mover el esqueleto [perdón por la frase carroza] en el templete del parque de los patos, donde ella y sus compañeros suelen demostrar sus progresos ante la atenta mirada de un público que flipa con sus movimientos, su estética, el optimismo que desprende esta práctica: 

"Cuando estoy mejor de salud y bailo, me da la vida. Es muy alegre, con ropa muy colorida, la música muy bonita, el ambiente..., lo echo de menos, pero ahora no puedo". Lo dice así, alto y claro, pero sin una sombra de pesimismo en sus palabras.

La mejor medicina es un ánimo siempre gozoso (dicen que dijo Salomón, el del juicio famoso). Y en eso, en lo de la manera de afrontar las cosas, no hay quien la supere.  

 Con su hijo Ariel.
Con su hijo Ariel.

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