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Las seis grandes obras de Faustino Castillo

Por Manuel Molina Glez - Julio 09, 2022
Las seis grandes obras de Faustino Castillo
Manuel Molina Glez y Faustino Castillo, con un mural realizado en Peal de Becerro.

El artista, afincado en Peal de Becerro, homenajea la historia y la cultura del olivo

El viajero llega a Peal de Becerro, que le recuerda sonoridades bíblicas, como si se hubiese elegido ese nombre para trasladarlo como algo contextual para un milagro o un suceso, algo que se redactara en versículo, “en aquel tiempo…”. Es zona que tuvo riqueza cerealística e incluso de viñedos —el pan y el vino—, pero ya quedan tan solo olivares que invaden todo el espacio donde puede crecer ese árbol milenario.

Marca el devenir cíclico su cuidado y atención en los meses de secano (bueno, lo que antes era de secano) y luego el trajín de tractores y moliendas generan en los meses fríos un no parar del tajo a la almazaras y de esta a lomas que se pierden en lontananza para unirse a las moles azuladas de la sierra de Cazorla y a los caminos que llevan para Quesada o Mágina por el otro lado. Úbeda se queda en mitad, al fondo.

Un día caluroso de julio el viajero se acerca hasta el taller y museo de Faustino Castillo, situado justo entre la iglesia y las dos torres de Peal, en pleno casco histórico. Las chicharras se viene arriba con la calor y poca gente transita las calles. Sin embargo, la temperatura desciende de manera notoria al cruzar el zaguán de la puerta del museo. Es lo que tienen las casas antiguas de muros gruesos y patio que regula el aire caliente y lo enfría.

Nada más entrar sorprende el orden con el cual presenta sus trabajos el pintor, una galería de olivos de todos los tamaños y técnicas se esparce en compañía de otros motivos, siempre partiendo de un hiperrealismo que, a veces, deriva en realismo mágico o poético. Los retratos también se unen y sorprenden en las verosimilitudes esparcidas por arrugas, barbas, brillos de ojos. De personajes reconocidos y otros anónimos, como si el lienzo o el papel no distinguieran de clases ni méritos. El viajero sale del taller acompañado de Faustino, al que todo el mundo saluda.

Comenzamos el recorrido y vamos llegando hasta donde una esquina presenta desde dos ángulos, que dan a dos calles distintas el mismo mural a un jornalero que tira de un mantón y al que acompañan algunos animalillos como un simpático perrillo bodeguero: Queda reflejada la dureza del trabajo. Luego encontramos un olivo antropomorfo que representa a un pastor al cuidado de su rebaño de cabras y con el capacho bajo sus pies. El paisaje de fondo es una estampa del territorio serrano de esta parte de Jaén. Requerido por el proceso de trabajo Faustino rememora las largas jornadas subido sobre una plataforma, sobre todo los últimos días al soletín.

El viajero pregunta por la fragilidad de la pintura en una fachada y se le aclara que es de muy buena calidad,tan solo debe repasarse cada dos años. Mientras tanto y muy cerca aparece una obra espectacular en la que desde un grifo en las alturas chorrea aceite sobre medio pan. Un milagro también casi bíblico. Cuántas hambres quitaron ambos elementos juntos. Los pajarillo ficticios se entremezclan con los verdaderos y crean un extraño conjunto del que sobresalen algunas rapaces.

Y seguimos, encontrando un maravilloso mural que recoge el pasado íbero de la localidad con figuras y exvotos que remiten a la famosa Tumba de Toya, con una crátera y un olivo que suponemos milenario. Aquí también las aves aparecen en las partes altas. Al lado en una pared de la iglesia aparece la patrona sobre el pueblo y el olivar, donde se conjuga lo religioso con lo festivo, tan propio de ferias y romerías, al aparecer dos troncos de olivos en una especie de danza. Cierra el recorrido un enorme mural metafórico, el mar de olivos, con enorme variedad de peces surcándolo. Hemos detectado el mensaje ecologista que transmiten las pinturas donde parece extraerse la conclusión de que todos los animalillos del campo son necesarios y el equilibrio que los mantiene. Entre ese mar amable aparecen también temibles tiburones que poco debe hacerse saber sobre su presencia.

Y finalizado el recorrido el viajero vuelve con el artista a su museo y se refrescan con agua de un botijo. Piensa en la soledad del trabajo, en las horas eternas en que una idea va tomando forma poco a poco en el arte para materializarse en algo concreto o desaparecer hasta el olvido. La financiación del proyecto ha corrido a cargo del ayuntamiento de Peal que ha optado porque se unan su cultura y la maestría de uno de sus más grandes artistas para que todo el pueblo y los visitantes, disfruten a través de los ojos de que el nombre parecido a los bíblicos relatos contiene una historia misteriosa.

En tiempos de inmediatez que una creación perdure resulta asombroso, a la par que se puede compartir con quienes no se encuentren presentes, un vídeo una fotografía a través de las redes digitales hará que el mensaje de un olivar centenario y sostenible viaje de mano en mano, de pantalla en pantalla. Dice el pintor que el proyecto alberga seis obras más, pero han quedado para cuando la calor lo permita. El viajero toma su automóvil y decide escuchar un tema de Buddy Guy, que es tiempo de blues en la vecina Cazorleans. Llegará para poder disfrutar una cerveza muy fría y una tapa de careta.

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