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"A mucha gente que no tiene para comer la sacamos del apuro"

Por Javier Cano - Junio 19, 2022
Compartir en X @JavierC91311858

Antonio Moral Amaro (Jaén, 1956) abrió su primer negocio en la popular calle Espartería en 1980, y ahí sigue cuatro décadas después. Cambió la representación comercial por el mostrador y, a día de hoy, le pone rostro al particular 'Rastro' techado que son sus tiendas, un 'enclave' donde puede encontrarse casi cualquier cosa. Pionero de los 'todo a cien', dice que aunque ya tiene edad para jubilarse seguirá al pie del cañón. Como la estatua de Eloy Gonzalo en la madrileña plaza de Cascorro. 

—¿Mercader, anticuario, marchante de arte...? ¿Qué es usted exactamente, cómo se define profesionalmente?

—Para ser anticuario hay que tener categoría, saber, conocer... Yo los respeto mucho, trato mucho con ellos pero no soy anticuario, soy un buscavidas. Este negocio se me vino hace cuatro años, cuando cerré todas las tiendas que tenía: tenía la franquicia de Ale Hop, pero nunca he pasado por el aro por el que había que pasar, me salté las normas y seguí por mi cuenta. 

—¿Por qué decidió dejar atrás sus anteriores negocios de decoración y regalo al uso y montó las tiendas que atiende actualmente en el centro histórico de la capital giennense?

—Con internet y Amazon y todas estas historias se pararon las ventas. Me vine aquí, teníamos dos tiendas y monté una de veinte duros, fue la primera que se abrió en toda España, tal como suena, en el año 83. Empezamos con esa tienda, luego me puse al por mayor, tuve un almacén en Sevilla, volví a a Jaén y seguí con El Regalo hasta que hace cuatro años se vino la cosa abajo, no se vendía; no podíamos pagar el alquiler, tuvimos problemas y empecé a vender cosas que a mí me gustaban, que en otro tiempo compraba en el Rastro de Madrid.

—Y pegó el 'pelotazo', ¿no?

—Bueno, me di cuenta de que eso se vendía más que lo nuevo que traía, así que la tienda se ha ido haciendo sola. Mis clientes (que ya más que clientes son amigos) me traen cosas, me traen libros, y así se ha ido haciendo, poquito a poco, esto es como el volcán de La Palma, que ha ido inundando, inundando, inundando y tenemos ya cinco tiendas (una la hemos quitado) y dos almacenes, aunque ahora estamos echando marcha atrás. 

El escenario de esta entrevista parece sacado de una novela de Galdós, entre estanterías copadas de libros y objetos de toda clase, condición y aspecto: una suerte de Rastro en versión jaenera donde se acumulan desde objetos de menaje y decoración hasta cuadros de buena factura, pasando por viejas cerámicas, piezas 'vintage' y productos retro que hacen las delicias tanto de buscadores de curiosidades como de quienes desean, simplemente, equipar una 'queli' sin gastar más de la cuenta (perdón por el casticismo, pero es que hablando de mercadillos...).

—Esto es un Rastro, Antonio, no le falta más que el vocerío, la bulla y luz de calle. 

—Como un Rastro, sí, un rastrillo. No llegamos a la categoría de anticuario (para eso hay que saber), aquí en Jaén prácticamente no hay; bueno, sí, hay uno que es amigo mío, Juan Pedro, de Tres Morillas; había otra tienda parecida, Cash Converter, que se ha ido de Jaén. Aquí, en Jaén, somos muy raros. 

—Eso se dice mucho, sí, pero..., ¿por qué? ¿A qué se refiere usted?

—Parece que si compras una cosa de segunda mano te estás rebajando, cuando este producto cada vez tiene que tener más clientela y más ventas (a mí me ha pillado tarde, ya me tengo que jubilar). Tú le compras a tu hijo un 'juguetico', se monta dos veces y ya no le vale, ¿por qué lo vamos a tirar?

—Y los libros, ¿qué pasa con los libros, que tiene aquí para llenar dos bibliotecas?

—Todos tenemos las famosas enciclopedias que nos costaron doscientas mil pesetas, que las pagábamos a veinte duros todos los meses. Esos son los únicos libros que no me gustan, ¡pero los demás! Ahora estamos dando buenas ofertas, y creo que hacemos una buena labor, la gente que viene nos lo agradece, sobre todo los estudiantes de Erasmus y profesores.

—Es que usted, además de vender, le compra productos a la gente...

—Claro, sacamos a mucha gente de un apuro, que no tiene para comer, y en vez de tirarlos nosotros se los compramos. Hay gente que viene casi todos los días, es una forma de vivir. Mucha gente vive de nosotros.

—Aquí se puede encontrar de todo, desde una tacita o un joyero pequeño hasta una mesa de despacho.

—Aquí puedes encontrar de todo, menos dineros. Eso es lo que tenemos claro. De todo, cosas que la gente viene buscando, cosas raras. Nos gustan mucho las costumbres, nuestros enseres de antiguamente, orzas, cosas que se venden en los pueblos. Hace poco dimos una charla para enseñarles a niños de tres a cinco años los utensilios que tenemos, que aunque para nosotros sea normal su uso, ellos no saben para lo que es. Vino el colegio Andrés de Vandelvira y se lo explicamos ahí en la calle, sentadicos en el suelo. Fue una satisfacción estar con doscientos niños ahí, explicándoles. Pasamos un buen rato. 

—Esto que dice, Antonio, tiene mucho de poesía, pero vamos a la prosa: ¿es rentable, pero rentable de verdad, un negocio como este en los tiempos que corren?

—Es rentable, sí, pero..., ¿dónde está el beneficio? Nosotros empezamos en esta tienda con cosas mías, con cosas de mi casa, y ya no sabemos cómo pararlo. Tenemos dos almacenes llenos, que no sabemos cómo sacarlos, no sabemos ni lo que hay. Por eso, a veces me preguntan: "¿Tienes esto?", y yo les respondo: "Seguro, pero no sé dónde estará".

—¿La montaña va a Mahoma o es Mahoma quien va a la montaña? Es decir, ¿los objetos les llegan a la tienda, o son ustedes quiénes van en busca de ellos?

—Ahora, cuando fallece una persona, los herederos no quieren nada, todos tienen sus casas llenas y no cogen más que los oros y lo que valga dineros. Buscan vender el piso rápido, las inmobiliarias los quieren vacíos para enseñarlos y venderlos y entonces nosotros hacemos esa labor, tengo unos chavales que colaboran con nosotros, van, lo vacían, lo limpian y lo que interese nos lo quedamos y lo que no, lo tiramos al punto limpio. 

—Más de una vez se habrán encontrado con algún 'tesoro' en uno de esos pisos, se habrá llevado alguna agradable sorpresa, como le ocurre a Virgin Oldman en La mejor oferta...

—Sí señor, sí señor, muchas cosas, documentos antiguos que los nietos, por ejemplo, ni sabían que existían. De hecho les hemos ofrecido unos documentos ahora al Instituto de Estudios Giennenses, unos documentos de don Inocente Fe. Y muchas cosas, la gente deja los pisos y muchas veces no sabe ni lo que hay.

—¿También obras de arte?

—Las obras de arte y las cosas caras se lo decimos, son cosas suyas. Pero sí, salen muchas cosas. 

—Y entre esos tesorillos, Antonio, sinceramente... ¿Qué ha pasado por sus manos?

—Muchos. Tuvimos (no: tengo, que me lo he quedado yo) unos escritos del Vaticano que solamente había trescientos en español, los demás estaban en hebreo. Llegué a la conclusión de que me interesaban, lo comenté con la propietaria, le dije el valor y me los quedé yo. Esos los tengo yo para mis nietos. Pero todos los días tenemos algo. Tuvimos también de un alcalde de Alcaudete, y de Torredelcampo, de un tal Eliche, de una casa muy grande; era de todo, era veterinario y tenía muchas fotografías de mujeres muy guapas. Nos preguntábamos: "¿Esto qué es?". Tenía muchas fotos de mujeres agradeciéndole, y nos enteramos de que era uno de los que elegían a las misses.

—¿El perfil de sus clientes es tan variado como la mercancía que pone usted a su disposición?

—El perfil que más nos gusta (no porque sea más rentable o menos, aquí son todos bien recibidos) es la gente joven, que se está dando cuenta de que este tipo de tienda es más rentable y divertida, pero nuestros clientes, realmente, son mayores de sesenta años, jubilados; vamos a tener que cobrar un bono, porque aquí se vienen de tertulia. Yo me he tirado cuarenta y cinco años viajando por toda España, pero es en esta tienda donde he encontrado los verdaderos amigos, gente maravillosa. Todos los que nos gustan estas cosas antiguas, somos gente especial. Yo también soy de esos [sonríe].

—Algo así como pasaba en la célebre sombrerería de Cámara, en la plaza de Santa María, donde hasta que echó la persiana se reunían quienes habían conocido el Jaén antiguo y se pasaban la tarde de cháchara con el dueño, mientras este hacía sombreros o capirotes de procesión. 

—Hay gente que merece la pena, que te cuenta sus problemas, que viene a ver cómo estás. Cuando pasó la pandemia, muchos nos llamaban, algunos nos debían dinerillo y nos hicieron el ingreso, cuando supieron que lo estábamos pasando mal. Esto es como una familia. Además, siempre son los mismos clientes. La gente de fuera, cuando viene (como ahora con José Tomás), dicen: "Ojalá hubiera una tienda como esta en Málaga", por ejemplo. Pero estamos en Jaén, y en Jaén somos diferentes. 

—Quien quiera traerles algo o comprarles, ¿tiene que pasar por estos 'santuarios' o se han apuntado ustedes también a las nuevas tecnologías?

—Pasan por aquí o voy yo y les doy presupuesto. Cosas pequeñas nos traen todos los días, pero no, para las nuevas tecnologías necesitas mucho tiempo, nosotros aquí, el que quiera algo tiene que venir aquí, si tiene dineros nos paga y si no se lo dejamos fiado, se lo apuntamos, como se hacía antes, como me decía a mí mi madre cuando me mandaba a comprar: "¡Que te lo apunten!". Yo sigo haciendo eso. 

—Debe de ser el único que lo haga, a estas alturas. 

—No es que fíe, es que tú pasas, te gusta algo y no llevas dinero en ese momento, y te lo llevas, porque mañana ya no estará, se habrá vendido. 

—Dice que ya tiene edad para jubilarse. ¿Ha hecho planes para cuando ya no tenga que levantar la persiana?

—Ya tengo sesenta y cinco años, pero creo que no voy a poder jubilarme nunca: a los autónomos... ¿Qué me va a quedar a mí? Yo aquí al pie del cañón, como mi padre. 

—¿Tiene sucesores, o esto morirá con usted?

—Esto acabará conmigo y cuando me jubile, si mi hermano no sigue con ellas, haremos un día un mercadillo o lo regalaremos todo y ya está. 

—Para muchos, ese será un día de fiesta.

—Y de mucha pena para mucha gente; cuando alguien se tira dos o tres días sin venir nos preocupamos, preguntamos dónde estará este hombre. Esto es como una casa de reuniones, de tertulias, hablamos y todos sabemos cómo vamos, el que ha tenido un nieto, el que su nieta hace la comunión: un tipo de comercio antiguo. 

Fotografías y vídeo: ESPERANZA CALZADO

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COMENTARIOS

Rafael Morales Ogayar

Rafael Morales Ogayar Junio 19, 2022

Muy bonita entrevista. Antonio es un personaje de Jaén. Habría para escribir algunos libros con su historia. No es muy alto de estatura, pero su corazón es del máximo calibre. Merece la pena conocer a las personas como ANTONIO.

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Antonio Moral Amaro

Antonio Moral Amaro Junio 19, 2022

Amigos cómo tú, hacen que ésta tienda ,valga la pena.Gracias,por tu amistad

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