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“Utilizamos la inmigración cuando nos conviene”

Por Fran Cano - Mayo 12, 2019
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María Dolores Megina Navarro (Villanueva del Arzobispo, 1961) defendió en el pleno de Jaén una moción por el trabajo digno que fue aprobada —sólo una abstención evitó que lo fuese por unanimidad— y que visibilizó la precariedad laboral. Megina es presidenta andaluza de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), vive en la capital y conoce no sólo las necesidades de los barrios jienenses más deprimidos; la mirada se amplia a los de otros necesitados de la región.

La también miembro de Barrios Ignorados recibe a este periódico en la Plaza de Santa María. Al aire libre, con el ir y venir de los vecinos, lamenta que todavía haya estructuras que opriman a los colectivos más débiles. A las personas con menos protección social. Dice que va todos los días a trabajar para cambiar esa situación.

—¿Cómo llegó a la presidencia de la HOAC andaluza?

—Una es militante de un equipo dentro de una Diócesis. Entonces yo he sido militante de la de Jaén desde hace 33 años. El asunto de Andalucía fue coyuntural. Nuestra estructura precisa dotarse de estructuras que representen a nivel andaluz sobre todo para coordinar espacios de encuentro, de reflexión y profundizaciones materiales. Cada cuatro años elegimos una comisión. A mí me eligieron hace dos años y estoy en el intermedio del mandato, por decirlo así. Dentro de dos años volveré a ser sólo militante de la HOAC de Jaén. 

La militancia de base perdura siempre. Entré en la HOAC porque buscaba algo dentro de la Iglesia que respondiera a lo que yo entendí que era fundamental y es todo lo que tiene que ver con la justicia social, vinculado también a la Iglesia. Cuando eres joven una de las cuestiones que te planteas es que el mundo hay que cambiarlo. No puede seguir todo como está. Hay estructuras que oprimen a las personas. Cuando te planteas eso, te planteas los temas social y político. Me faltaba a nivel religioso poder acompasar eso. Cuando conocí la HOAC me di cuenta que era lo que realmente estaba buscando. La HOAC es el planteamiento de cómo llevar el Evangelio de Jesús al mundo obrero y al mundo empobrecido. Esa era la respuesta que yo buscaba a nivel político y social. 

—¿Qué cometidos concretos tiene la asociación? 

—La HOAC, fundamentalmente, forma militantes, como les llamamos, obreros y cristianos. Eso significa que durante toda la vida los militante se están formando. Los equipos tenemos semanalmente una reunión en la que intentamos contrastar nuestra vida con el Evangelio. Hacemos reflexión, acción, reflexión. Eso te lleva a madurar como persona y como comunidad, que es algo fundamental. A partir de ahí una dinámica de formación, con doctrinas propias de la Iglesia, te lleva a plantearte el juicio de la realidad desde el Evangelio, y como tenemos que actuar cada uno y en conjunto todos. Desde ahí te planteas cómo estar. La HOAC quiere que cada militante tenga un proyecto evangelizador. Es decir, dónde, en qué lugar y con qué gente concreta te sitúas en la vida. Si Jesús y el Evangelio ha significado una revolución en tu vida, es lo que le da sentido, es justo lo que quieres comunicar a los demás. Y es lo que llevamos al mundo obrero más empobrecido. La esperanza pasa por la humanización de un mundo deshumanizado. Lo que hacemos es acompañar a esas personas cada día y producir un cambio de mentalidad. Saber por qué vive esa situación la gente empobrecida. Hay un sistema por encima que necesita empobrecidos para producir riqueza a unos cuantos. 

—¿Cuáles son los colectivos más vulnerables en Jaén?

—Si lo colocamos geográficamente está en los barrios marginales. Los llamados ignorados. Son en los que se duplica la tasa de desempleo, se conjunta una serie de problemáticas en la mayoría de las familias, y no solo el paro, sino el fracaso escolar y la falta de iniciativas en las personas. Son complicaciones que hacen que las personas no puedan salir. Y luego tenemos el colectivo juvenil, con una tasa de paro para los menores de 25 años que ronda el 45 ó el 48 por ciento. Es una brutalidad. Eso en una sociedad como la nuestra era impensable hace décadas. Ni nos lo hubiésemos planteado. Peor hablamos de un paro estructural fortísimo y de unas faltas de expectativas totales. A pesar de todo, no hay ningún movimiento para entender qué nos pasa y por qué no pasa esto. Hay que ir a la raíz de las causas. Las personas deben ser sujetas de su propia liberación.

—Hace una semana escribimos en Lacontra sobre la explotación en el hogar. ¿Cómo se puede ayudar a las empleadas?

—Nosotros siempre intentamos actuar desde las cuatro claves que comentaba: acompañar la vida de las personas, intentar influir en ese cambio de mentalidad para propiciar otro institucional, que es súper necesario, e ir creando estructuras, comunidades y experiencias en las que se pueda vivir de otra manera. Y acompañarlas a ellas en todo el proceso.

—Una de las quejas es que hacen el trabajo que no quieren hacer los españoles. ¿Está de acuerdo o la información es demasiado general?

—Sí, sí, es justo así. Realmente uno de los colectivos que peor está el colectivo migrante. Siempre hemos utilizado en España la inmigración en España cuando nos ha convenido. Necesitábamos gente la campaña de la aceituna, le abríamos las puertas. Y todos los años tenemos a gente durmiendo en la calle sin ofrecerle nada cuando los hemos traído nosotros para que nos hagan un servicio. La economía no está en función de las personas; está sólo en función de ese capital que invierte y quiere beneficios. Es un monstruo, porque no tiene corazón. Eso es lo que ocurre. Conseguimos que vengan personas para que cuidan a otras y no las tratamos como personas. Algo tan básico, como la dignidad del cuidado, no recibe gratitud. Hablamos de personas que les cuesta la vida conseguir todos los papeles para estar legalizados. Y es una cuestión muy silenciada, porque como no le interesa a nadie destaparla, y son familias las que contratan, todos vivimos cómodamente. Sin responsabilizarnos. No lo hace la Administración, que debería velar por el contrato de trabajo, y tampoco lo hacen las familias. Si no puedo tener un cuidador 24 horas al día, porque no puedo pagarlo, la Administración tendrá que hacer lo que tenga que hacer, pero yo debo pagar dignamente a las cuidadoras.

“LOGRAMOS UNA COBERTURA INTEGRAL EN EL POLÍGONO DE EL VALLE”

—También está usted en la Asociación Andaluza de Barrios Ignorados. ¿En qué andan ahora?

—Estamos haciendo estudios por los barrios con una premisa: que salga de los propios vecinos afectados. Estamos buscando gente que en cada barrio esté dispuesta a meterse en faena, y a preocuparse por el bien común de los vecinos. Es complicado, porque hay muchas cuestiones que ellos ven difíciles de llevar a cabo. Los vecinos a veces no quieren ni estar señalados por el dedo si se mueven. En algunos barrios es hasta peligroso. Sí confiamos en atraer a los vecinos para hablar con ellos de cuáles son los problemas principales y empezar a construir un trabajo en común, en cada barrio defiendo las tareas necesarias, pero apoyándonos con una estrategia común.

—Lola Contreras, la presidenta del colectivo, siempre pone énfasis en la necesidad de una ayuda que implique a todos: colegio, consultorios, técnicos sociales, afectados. ¿Es posible o supone una utopía?

—Ha habido momentos en que al menos en el Polígono de El Valle lo hemos logrado. Fue en 2012 ó 2013, cuando era muy evidente la situación de crisis y cómo repercutía en los barrios más pobres. Desde la propia parroquia colaboramos en crear una comunidad de barrios, que empezó llamando a las instituciones y colectivos de cada zona. Fue un trabajo de meses que desembocó en unas jornadas donde diseñamos las actuaciones que íbamos a tener. El plan de trabajo. Creo que se consiguieron bastantes cosas. Primero, implicamos a instituciones y a colectivos que nunca habían trabajo en equipo. Segundo, implicar a algunos vecinos, que empezaron a darse cuenta de la manera de trabajar. Conseguimos que los políticos de los partidos bajasen al barrio para escuchar las inquietudes de los vecinos. Incluso hubo cursos formativos. Ya digo, se dieron experiencias muy interesantes. 

—Barrios Ignorados pide que se aumenta la cuantía de la renta mínima y se adapta a lo que establece la Carta Social Europea. La crítica a este medida es que puede haber aún más trampa con los subsidios. ¿Qué opina?

—Partimos de conceptos diferentes. Si hablamos de subsidio, no comparto en absoluto que la población de un país civilizado, con una economía desarrollada, tenga que estar subsidiada. Entiendo que hay que hacer que todas las personas tengan un mínimo vital, y por eso hablamos de la Carta Social Europea. En realidad estamos totalmente en contra de la renta mínima. Estamos a favor de una renta básica que cubra un mínimo vital. ¿Por qué? Porque da posibilidades de futuro a las personas y a las familias. Mientras no tengas eso, no puedes plantearte nada. Siempre serás alguien subsidiado y apartado. Hablamos de renta básica, con mínimos vitales, que proporcione la posibilidad de formación y de un trabajo. No estamos diciendo que se dé algo gratis. Esa es otra perversión. El problema es que la propia Administración no ha gestionado como debiera algo así. Creo que tiene la responsabilidad de que la persona que recibe una renta básica, que es lo que define el Estatuto de Andalucía, realmente tenga un trabajo que realizar a cambio de ese salario. Hay muchísimas tareas que hacer, como ocurre con el asunto de cuidados. Existen un montón de personas que no reciben ningún cuidado, supuestamente porque no hay presupuesto. 

“LOS MAYORES DEBEN DECIDIR CÓMO SON CUIDADOS” 

—El contacto con las residencias le habrá permitido observar las mejores y carencias en el cuidado de los mayores. 

—Se necesitan muchos más medios humanos. Siempre las residencias tienen unas ratios de mínimos, que están muy bien. Pero evidentemente si el tema económico no primara por encima de otras cuestiones, lo suyo sería que siempre hubiera más personas cuidando a quienes lo necesitan. Hay otra cuestión fundamental en la que se incide de forma muy tímida: las propias personas auxiliadas deben participar en la toma de decisiones sobre cómo van a ser atendidas, qué van a comer, qué actividades van a hacer y qué horario tendrá. En todo eso deben tener más poder de decidir sobre sus propias vidas. No son objetos.

—Usted es miembro de una cooperativa. ¿En qué consiste exactamente su empleo?

—Soy responsable técnica del sistema de calidad que está implantado en la empresa. Lo que intentamos es cumplir una norma que garantiza la calidad del servicio que prestas. Me satisface mi empleo, porque aportamos mejoras y hacemos que la calidad crezca. Destaco que somos una sociedad cooperativa, y entiendo que las sociedades cooperativas están hechas de personas que trabajan para personas y de alguna manera eso también le da un plus de humanización a la tarea. 

—Trabaja desde Jaén y a menudo viaja a otras capitales andaluzas. ¿Esa libertad le agobia en algún momento?

—Estoy cómoda con esa manera de trabajar, porque mi trabajo lo planifico yo. Tengo la confianza de la dirección. Que tú puedas trabajar con la confianza de tus jefas y con el contacto de ellos es ideal. Es trabajo en equipo genuino. Y resulta muy satisfactorio. 

—¿Qué ha aprendido en el mundo de la cooperativa?

—Por una parte me permite tocar el mundo real de la empresa. A pesar de ser una cooperativa, vives muchas contradicciones, como puedes vivir en la sociedad en general. Y sobre todo me ha dejado la preocupación por las personas. Por un trabajo digno. Poder desarrollar un trabajo digno cuando crees que es posible es una responsabilidad de todos. Es lo que me tensiona cada día a la hora de ir a trabajar. 

—Ha citado el nombre de la moción que defendió en el pleno de Jaén. ¿Se quedó satisfecha cuando salió aprobada?

—Sí, sí. Era una moción cuya base la habían preparado militantes de Valencia. Nos lo pasaron y nos pareció muy importante. Independientemente del grado de cumplimiento que tenga, es una manera de sacar a la luz la situación que hay. Vivimos un momento de precariedad brutal. Han salido los datos del paro correspondientes al mes de abril, y se destaca que ha bajado en 100.00 personas en España, pero en realidad no hay una recuperación económica ni revierte en una mejora de la calidad de vida de las personas ni de la calidad del trabajo. Estamos en una insoportable e indecente precariedad, como decimos desde Iniciativa por el Trabajo Decente.

Fotografías y vídeo: Esperanza Calzado.

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