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Un museo de 49 años

Por Paz Unghetti - Junio 29, 2020
Un museo de 49 años

Emulando al poeta… "mi adolescencia son recuerdos de un Museo Provincial en la Avenida del Generalísimo en Jaén…".

Cuando corría el año 1968… yo estudiaba en el colegio, pero fue anteriormente, estando ubicada en un ambiente familiar propicio, cuando decidí canalizar mi formación en el camino del arte, pese a conocer los desalientos que conllevaba entregarme a el como una profesión vocacional, aunque esto suene extraño en los tiempos que corren, donde todo gira entorno al capital y a las cifras que reporta el trabajo.

Hablaba de desalientos porque mi padre, Constantino Unghetti, que era escultor, los padeció. Situándonos en una sociedad no muy sobrada de medios económicos, el arte, y ya lo vemos actualmente, siempre es el hermano pobre de la sociedad. Algo que no “necesitamos”, pero al que recurrimos continuamente y que nos alimenta esa parte de sentimientos que todos tenemos. Cuando la escultura de encargo faltaba, no había nada más, pero afortunadamente siempre llegaba el ansiado monumento. Si corrían malos tiempos, siempre quedaban los encargos de pequeño formato, que cubrían las necesidades vitales. Constantino tuvo que navegar y sostener a una familia sin seguro de vida, ni “paguitas” estatales, ni herencias, solo dos brazos y una espléndida formación cultural y artística…pero todo girando sobre las mismas ruedas. La ocasión de poder desarrollar una de sus iniciales actividades en el campo de la historia y de la cultura fue la del mundo de la arqueología.

La formación de un Museo Provincial dependiente del Estado en aquellos momentos fue una oportunidad de oro para poder engrandecer el patrimonio arqueológico y de la Bellas Artes en Jaén.

Iniciado en su pueblo (Castellar) entorno a la cueva de la Lobera (“de los mingos”, en el argot popular), uno de los más importantes santuarios íberos de España, caminó de la mano de D. Juan de Dios Gónzalez. En Madrid en la década de los años 40 estuvo estudiando y formó parte del equipo del Museo del Teatro bajo la dirección de D. Fernando Larra, nieto del famoso “Figaro”, al que le hizo un busto a la par que Vázquez Díaz le realizaba un retrato al óleo. 

Posteriormente afifincado en Jaén, perteneció como becario al I.E.G. con D. José Antonio de Bonilla y Mir y D. Ramón Espantaleón Molina.

Algunos de sus amigos y colaboradores del I.E.G. de este tiempo, eran entusiastas de la misma labor arqueológica. Tal y como lo vemos en esta foto del 3 del 11 de 1957 aunque ya era experto en excavaciones con la directora del Museo arqueológico de Sevilla, Doña Concepción Fernández Chicarro, con la que le unía una muy importante amistad y con quién  trabajó en Carmona y Peal de Becerro (1954).

El hallazgo del mosaico romano de Santisteban del Puerto, otro momento feliz en su trayectoria arqueológica.


Siguiendo con los arqueólogos más destacados, cito también a Gerad Nicolini, francés, que junto con Unghetti le nombraron hijo predilecto de Castellar y que hizo varias campañas arqueológicas en la nombrada cueva de la Lobera de Castellar.

Poco a poco se fue adentrando nuevamente en el mundo de la arqueología y del cerrado mundo de los directores de museos, coto que en aquellos tiempos era infranqueable. Su importante labor como artista escultor, restaurador, decorador, etc. y su buen hacer dentro del campo de la estética, eran fundamentales. Respetuoso con su trabajo, perfeccionista y detallista al máximo, fue ganándose toda la afectividad de los que estaban a su cargo y de los directores-conservadores de museos y altos mandos en el mundo de la cultura museística. Don Florentino Pérez Embid, Director General de Bellas Artes, lo tenía en grata estima, así como los arqueólogos Don Juan Maluquer, D. Juan de Mata Carriazo, D. Antonio Blanco Freijeiro, D. Oswaldo Arteaga, etc.

D. Juan González Navarrete, era el director del Museo, pero mi padre reunía tantos y diversos conocimientos, así como su saber estar en todos los ambientes, que formó un tándem perfecto con un director entregado más a las relaciones con Madrid y a conseguir gestionar políticamente los mejores benefificios para el Museo. En esta foto los vemos con el mosaico de la diosa Tetis.

Podríamos decir que Constantino, era el completo artista, que necesitaba el mejor director. En poco tiempo a González Navarrete le nombraron Asesor General de Museos y tuvo que marcharse a Madrid y sin dejar de ser el titular director del Museo, delegó toda la organización y actividad de este organismo a Unghetti. Su función estuvo además ligada al taller de restauraciones, sito donde está actualmente la reproducción de la Cámara Sepulcral de Toya. Mis continuas visitas con mis amigas a ese taller, lo hicieron un lugar cercano y entrañable.

Las mujeres teníamos que hacer un servicio a la patria, llamado “Servicio Social” y efectivamente, el Museo era un posible lugar para ejercerlo. El taller de restauraciones era un hervidero de chicas jóvenes que colaboraban con D. Constantino en estos trabajos. La labor docente que el ejercía era encomiable. Algunas de estas chicas quedaron como azafatas en el nuevo y único Museo (Paqui, Yaya, Soco y Bego).

Mi paso por el museo fue la realización de un trabajo de clasifificación y fifichaje de piezas arqueológicas, que me ligó especialmente a la arqueología. De hecho realicé mi Memoria de Licenciatura en Historia del Arte, a cerca de los 78 exvotos que poseía el museo. Tal era el entusiasmo que tenía cuando investigaba allí que me quedé encerrada con otras dos personas y tuve que ingeniármelas para que me abrieran y no pasar la noche entre aquellas maravillas
artísticas.

Los conserjes fueron en un inicio dos. Hasta un total de cuatro posteriormente. Alfonso Armenteros era un hombre de Torredelcampo, servicial y listo donde los haya, así como trabajador…siempre estaba dispuesto a echar una mano en lo que se le pedía, pero eso si el solo hablaba de usted a D. Juan y a D. Constantino, comiéndose la “s” interconsonántica. Un hombre pintoresco, que con su gracia natural respetaba a mi padre especialmente y quería el museo como parte de su propia familia. Antonio, apodado el de las cejas blancas, era una buena persona que iba a las ordenes de Alfonso. Después llegaron otros dos más en el año 1970 (Francisco e Ildefonso) cuando el museo estaba preparado para su inauguración.

Entre sus trabajos en el museo también hay que destacar los dibujos de piezas arqueológicas y su clasifificación.


Entre sus colaboradores destacamos al doctor D. Tomás Fernández Amela, entrañable amigo y entusiasta del arte y la cultura. Con el joven Juan Felix Torrecillas González, sobrino del director, tuvo una buena relación y le ofreció su ayuda y formación como iniciado en el mundo de la arqueología y las excavaciones.

Muchos son mis recuerdos museográfificos y mucho más amplia es la trayectoria del trabajo de Constantino Unghetti en el Museo Provincial de Jaén. En sucesivos artículos retomaremos estas narraciones. De la inauguración del Museo Provincial de Jaén el 28 de junio de 1971, me ocuparé en su día, cuando se celebre el 50 aniversario.

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