Cerrar Buscador

Juana Alcázar y Dolores Lerma, las "imprescindibles" de Arbuniel

Por Javier Cano - Marzo 05, 2022
Compartir en X @JavierC91311858
Juana Alcázar y Dolores Lerma, las "imprescindibles" de Arbuniel
Dolores y Juana, dos toscareñas inseparables. Foto: Ayuntamiento en Arbuniel.

Inseparables "de toda la vida" y pese a los achaques, no fallan a la Escuela de Adultos, los talleres de memoria o cualquier cita lúdica o cultural toscareña

"Hay mujeres que luchan un día y son buenas. Hay otras que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenas. Pero las hay que luchan toda la vida: esas son las imprescindibles".

Estos versos de Brecht, quizá los más conocidos del poeta alemán, le vienen como anillo al dedo a la alcaldesa de Arbuniel, Fátima Espinosa, para (cambiando el género) definir a dos de sus vecinas más entrañables y queridas por los toscareños: Dolores Lerma Vílchez y Juana Alcázar Ortega.             

Dos mujeres "imprescindibles" en la vida arbunielense, en palabras de la regidora, que son ya un "referente para todas las generaciones, siguen participando en todas las actividades que se realizan y asistiendo puntualmente a la Escuela de Adultos y al Taller de memoria":

"No concebimos el pueblo sin ellas, adelantadas a su tiempo, con una curiosidad por el mundo que nunca las hará envejecer, porque la vejez es eso: perder la curiosidad. Todo lo que digamos de ellas es poco, las queremos y las necesitamos", sentencia la alcaldesa. 

Sí, allá donde está el cotarro están ambas, por más achaques que les pongan de por medio los casi 85 de Lola          y los 79 de Juana. ¿No fue Mateo Alemán quien escribió aquello de que la juventud no es un tiempo de la vida, sino un estado del espíritu? Pues eso.

Cargadas de vivencias en la misma medida que de ganas de vivir, estas "amigas de toda la vida" desde muchos años antes de enviudar, entregan su tiempo y sus múltiples destrezas a todas las iniciativas solidarias, culturales o de cualquier índole que Arbuniel emprenda. Donde hay una buena causa, allí están ellas.

 Dolores Vilches y su esposo, junto con toda la familia, en una foto familiar antes del fallecimiento del patriarca. Foto cedida por la familia.
Dolores Vilches y su esposo, junto con toda la familia, en una foto familiar antes del fallecimiento del patriarca. Foto cedida por la familia.

VIDAS (CASI) PARALELAS

"Me gustaba mucho ir a la escuela cuando era niña, y ahora, de mayor, me sigue gustando mucho", confiesa Lerma, que al igual que su compañera de aventuras tuvieron la suerte de poder pisar las clases para aprender "las cuatro reglas" en los duros años de la Guerra Civil y su agónica posguerra.

Tanto le atrae, que no lo duda a la hora de animar a sus coetáneas a ocupar un pupitre: "Se lo digo todos los días a las que no van, que vayan a la escuela, que allí estamos muy a gusto, muy bien. Y me contestan: ¿pero es que vas a sacar carrera?. Yo sé que no, pero a mí me gusta mucho aprender".

Dolores (Lolilla para su gente) llama la atención por su sorprendente apertura de pensamiento tras toda una vida apegada a su Arbuniel de su alma pero en la que no ha faltado tampoco la nostalgia, la distancia del terruño, para ganarse el pan:

"Desde que nací estoy aquí, pero he servido y he trabajado mucho en las capitales", manifiesta a Lacontradejaén. Y apostilla: No me asusto de nada, nada me da vergüenza".

Mujer familiar, le encanta rodearse de sus hijos (cuatro, nacidos de su unión con el agricultor y hostelero Manuel Valenzuela Puñal); nietos (siete ya) y los nueve bisnietos "que le dan vida", comenta su hija María del Rosario. 

Eso y formar parte del jaleo es lo que más le tira: "Es muy activa, le gusta apuntarse a todo, salir a tomar su cafelillo, actuar en los teatros, bailar, salir... ¡En la casa no le gusta estar", aclara la mayor de los Valenzuela Lerma. 

Una trayectoria casi calcada a la de Juana Alcázar, viuda de Bartolomé López, un albañil de dinastía (los 'Bartolos'). Madre de tres vástagos y abuela de siete nietos, la existencia de ambas mujeres está copada de similitudes, pero con una diferencia resaltable: "No me gusta viajar", dice. 

Siempre dedicada a su casa, excepto las temporadas de aceituna que acumula en sus huesos, comparte también con su compañera de fatigas la apertura de mente, la curiosidad por todo lo nuevo: "Tengo un móvil moderno, veo el Facebook y el WhatSapp y todo", asegura. Gracias a ese interés por estar a la última, el confinamiento (afirma) se le hizo más llevadero. 

Tiene manos de monja bordadora, le encanta coser, hacer croché: "Ahora estamos haciendo unas túnicas para la iglesia, para la Semana Santa; todas las que van allí son jóvenes, pero como me gusta meterme en todo me fui con ellas", exclama, sonriente. 

Dos auténticas "imprescindibles", dos figuras tan de Arbuniel que forman parte ya de su mismo paisaje urbano, ese que Juana no duda en ponderar a los cuatro vientos: 

"A la gente de mi pueblo le digo que no se vayan de aquí, que aunque tengan que ir y venir, no se vayan; ahora van a arreglar la carretera, que está muy mal, y cuando la arreglen... Este es un pueblo muy bonito, muy fresquito y no hay gente mala, todos somos muy amables y damos calor a los forasteros". ¿Mejor final para este reportaje? Imposible. 

 Juana y su marido, rodeados de hijos y nietos. Foto cedida por la familia.
Juana y su marido, rodeados de hijos y nietos. Foto cedida por la familia.

He visto un error

Únete a nuestro boletín

COMENTARIOS


COMENTA CON FACEBOOK