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Acoso y derribo a la violencia

Por Patricia Castillo - Julio 04, 2020
Acoso y derribo a la violencia

Cuando una muerte acecha, el silencio se apodera de las calles. El infierno que fue se convierte en una pesadilla que no descansa a los pies de mis ojos cuando me pregunto: ¿se acabará la violencia algún día?

¿Qué es lo que tenemos que hacer las mujeres para respirar tranquilas sin que se atrevan a levantarnos la mano, la voz y, mucho menos, un arma o que maten a nuestros hijos? ¿Levantarnos y quedarnos roncas hasta que se nos seque la voz o que nos quiten la voz de una puñalada, un golpe o un zarpazo?

Como mujer, principalmente, se hace duro sentir este tipo de acontecimientos y noticias sobre lo mismo, una menos, patrón que se repite una y otra vez desde un “asesinato machista”, el último, triple y en la ciudad de Úbeda (donde viví durante años).

Se puede entender que haya problemas, crisis, diferencias de opinión entre la pareja, incluso de gustos, pero de ahí a quitarle la vida a personas inocentes, incluidos niños, se escapa de mi razonamiento y de mi inteligencia para ver las posibles causas mentales por los que el agresor se decidió a acabar con su familia entera y, por supuesto, al ver el percaz; suicidarse una vez se diera cuenta de la gravedad del asunto.

Sin entrar en detalles, me preocupa la variedad de casos que existen a nuestro alrededor (en el mundo entero). Mi pregunta es: ¿qué haces cuándo escuchas voces, gritos, insultos, peleas, o indicios de violencia y agresividad, etc., alrededor de ti? Yo lo tengo muy claro. Y es que, denunciar que algo así está ocurriendo forma parte de paliar, o al menos, disminuir la violencia o intentarlo.

Por otra parte, sé que la mayoría de las personas no se atreven a marcar el 016 (teléfono nacional de violencia de género) o llamar a la Guardia Civil, al 112, 061... Son números de emergencia que están destinados a ayudar a vivir mejor, suponen bienestar, atención sanitaria y personal, y pueden auxiliar a nuestro prójimo. Especialmente, el miedo y la incertidumbre sobre cómo hacer la llamada y quién puede saber si la hemos hecho, paralizan los intentos, pues hay una creencia que conlleva (subjetivamente) a producirse una posible amenaza, un acoso, un maltrato o una agresividad mayor.

En mis prácticas como maestra (incluida mi estancia en Chile), tuve la suerte de ver cómo en los colegios se hacían actividades para educar a los niños a resolver y apoyar un posible caso de violencia: uno o varios agentes van a las aulas y realizan diferentes situaciones como actividades, charlas, convivencia, casos, diferencias entre acoso o maltrato desde edades tempranas; situando al alumnado en problemas reales tanto de la vida en la escuela con los compañeros, como en las familias y en la calle (sociedad); y si se encuentran en una situación similiar, cómo actuar sin sentirse desprotegidos. Esto es un gran paso para la educación ciudadana y se debería seguir fomentando, incluyendo la edad adulta, en todos los casos, hayan tenido un problema o no.

Desde hace años, vengo de situaciones vividas agravantes, he sido voluntaria en distintos grupos y mi salud mental es fundamental para mi existencia. Mi encomienda como mujer hace que la mayoría de mis escritos sean poemas que anuncian motivos para ser libre y denuncian sentimientos  por sentirme enjaulada debido a los acosos vividos, los que me cuentan, escucho, veo y leo. Escribo para mí (y también para ti) para abrir los ojos a las personas que se sienten manipuladas (especialmente mujeres) y que inconscientemente dejan que les impongan sus necesidades a cubrir, gustos, forma de vida, forma de vestir, etc.

Así, desde mi conocimiento, animo a que nadie permita ser maltratado de ninguna forma (ni sexo, raza o religión) y, de ser asesinado, impensable. Soy humanista y no concibo este tipo de comportamientos en ningún caso. Siento que se puede educar desde la palabra y la comunicación, siendo bases la igualdad, la tolerancia, el respeto, la libertad... y poner entre dicho el derecho de vivir o que te quiten la vida porque alguien no sabe vivir ni deja vivir, me parece una moda injusta para una ser humana.

“Aún puedo dedicarte un verso” es un poema escrito y publicado para mi madre que empieza así: desentierro mis ojos ilusos al sacrificio de tu sonrisa cuando una vez te creí muerta...

Y más de una y más de uno, han sentido esto muy suyo, muy de cerca. Por eso, hago una especie de “acoso y derribo” desde mis escritos, buscando la forma de erradicar este problema que considero una pandemia de mujeres muertas, familias destrozadas y miles de circunstancias que se desconocen gracias a las noticias y periodistas que nos informan, sin contar aquellos lugares a los que no se llega, por el motivo que sea.

... Escribiré en el tiempo siempre que los gusanos no hagan nido en mis cicatrices... madre...

Y ojalá la respuesta para acabar con la violencia se convierta en caricia.

Texto de SECOT Jaén

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