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No hay explicación

Por Antonio Pulido Casas - Abril 02, 2022
No hay explicación
Mauricio celebra el 2-1 en los cuartos de Copa de España ante Valdepeñas. Foto: Juan Carlos Fernández.

El Jaén Paraíso Interior se va de su Copa de España sin fructificar la remontada que inició su propia afición desde la grada ante el emergente Viña Albali Valdepeñas

Una eliminación que se consuma tras el punto de penalti poco análisis puede arrojar. Llegar hasta el límite del minutaje reglamentario quiere decir dos cosas: o no se ha propuesto lo necesario o se ha obrado el milagro. “No se puede hacer más con menos”, decía Dani Rodríguez en rueda de prensa, y quizá es un argumento de peso para explicar por qué el Jaén Paraíso Interior no está en las semifinales de la Copa de España que se celebra en su Olivo Arena. Rozó la efeméride divina.

El fútbol sala y el deporte en general se mueven por impulsos emocionales. La confianza es pieza fundamental en el contexto de un enfrentamiento para saber qué balda se vencerá. Por eso llamó la atención que al conjunto amarillo le temblaran las piernas al comienzo, como si dudaran de estar a la altura de tal evento en el que ejercían de anfitriones. Se olvidaron de Ciudad Real 2015 y de Madrid 2018. Los dos primeros tantos, especialmente el primero a los pocos segundos del inicio, supusieron un bloque de hormigón encima de las cabezas amarillas. Pintaba mal porque había poco consuelo táctico ni tiempo muerto que lo arregle: en estas competiciones hay que sacarlo adelante como sea.

El comodín del público se activó de forma espontánea. Sin duda, fue una de las claves de la remontada. No busquemos paralelas ni paredes, no lancemos balones al pívot ni acudamos al juego de cinco. Lo que verdaderamente salvó al Jaén Paraíso Interior fue el empuje de su afición, en constante competencia con el millar de valdepeñeros que tenían la firme intención de imponerse a los 5.000 contrarios. Una batalla que trascendía las dimensiones de la pista. Literalmente.

Un gol en la cancha lo era también en la grada. Las inercias, aunque vengan camufladas por acciones hilvanadas, insuflan un carburante distinto al deportista: le hacen moverse más y mejor, le dan confianza. No sin otro cariz se explica que los jiennenses aguantaran más de diez minutos sin cometer la sexta falta, mientras que los manchegos pasaron de una al lanzamiento de diez metros que embocó Carlitos para tambalear las estructuras del Olivo Arena. Se expandió un éxtasis que tranquilizó al aficionado medio al descanso. Era una falsa esperanza.

Quien se asome con relativa frecuencia al fútbol sala será consciente de que un par de segundos lo cambia todo. Se puede voltear el partido con un gesto que desencadene la reacción rival y la liberación de adrenalina. Entre el bosque de piernas, golpes, agarrones y cánticos sobresalía la idea de que todo esfuerzo quedaría reducido a acertar más que el contrario en la tanda de penaltis. Ahí no existe plan que valga, por injusto que parezca. Y de ahí que el eliminado no encuentre explicaciones a la derrota. 'Spoiler': acaba en impotencia.

Porque aupar a un equipo en el transcurso del juego es factible, hay tiempo; sin embargo, esta variable se reduce desde los seis metros. Ni un pabellón repleto fue suficiente para evitar que Edu se quedara con todo el oxígeno. Y esto no hay pizarra que lo explique.

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