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Antonio Amate: tres décadas ya de eternidad cofrade

Por Javier Cano - Marzo 11, 2021
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Antonio Amate: tres décadas ya de eternidad cofrade
Antonio Amate (primero por la derecha), junto a otros históricos de la Virgen de la Capilla, en 1987. Archivo de Javier Cano.

El recordado óptico jiennense, horquillero mayor de la Virgen de la Capilla y gobernador de La Soledad, falleció un 11 de marzo de 1991

Recordar a Antonio Amate García (Jaén, 1905-1991) es ponerle rostro, figura y sombra a aquel versículo de la Epístola a los Romanos que sentencia, con la rotunda gracia venidera de la mismísima Santa Teresa de Jesús, lo que fue la propia existencia del recordado pionero de la óptica en la ciudad y destacado cofrade jiennense:

"Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos".

Sí, toda una vida en las filas nazarenas de la tarde del Viernes Santo o al frente del paso de la patrona, colectivos entrañables de la capital de la provincia en los que ocupó altas responsabilidades y en los que evidenció no solo su capacidad de entrega, sino también un amor inconmensurable a las grandes tradiciones de aquí.

"Fue un cofrade con mayúsculas. Cristiano (con sus faltas, como todo ser humano) pero que unió a su vida las cofradías", evoca su sobrino nieto (y destacado cofrade) José María Francés

Gobernador de la Pontificia y Real Cofradía del Santísimo Cristo Yacente y Siervos de Nuestra Señora de la Soledad en una de las décadas trascendentales de la hermandad, de 1959 a 1969, bajo su mandato se incorporó al repertorio imaginero local la hermosa talla que Constantino Unguetti firmó, precisamente, el último año de los 50 del pasado siglo XX; una revolucionaria novedad en su tiempo que, a día de hoy, goza de la consideración de imprescindible en la Pasión según Jaén. 

Destacado componente de sucesivas juntas de gobierno de la Virgen de la Capilla, el escaparate de su histórica óptica de La Carrera mostró a los ojos de los jiennenses la maravillosa corona con la que, en 1953, la ciudad reparó la pérdida de la original durante la Guerra Civil. Esa joya, esa "áurea corona" que "fúlgida brilla" desde entonces "en su sagrada sien", como escribió Vicente Montuno para el himno de la Señora, a cuya realización contribuyó el 'decano' de los ópticos recabando fondos desde el mostrador de su tienda de la calle Bernabé Soriano. 

No en vano, Óptica Amate acumula ya ochenta y cinco años de existencia en la vía urbana cofrade por antonomasia de la ciudad. La medalla de plata de las cámaras de Comercio, junto con otros reconocimientos, da cuenta de la excelencia de un establecimiento del que los ojos de los jiennenses salían encantados de la vida cuando siquiera existía la diplomatura universitaria en esta disciplina. 

Hachón en mano en las íntimas sabatinas a la patrona o en su cortejo procesional hasta que el cuerpo aguantó, la hermandad mariana lo distinguió, en febrero de 1986 (recuerda su sobrino), con el título de horquillero mayor honorario, en reconocimiento a su trabajo en la fundación del cuerpo de portadores de la Virgen, allá por los 60.

"En su honor se inició al año de su muerte, en 1992, la anual 'petalada' a la patrona de Jaén cada 11 de junio, al paso del trono de la Virgen por la que fuera su casa, acto que se repite cada tarde de Lunes Santo ante la Virgen de la Amargura, que luce a la vez un ángel de orfebrería con gafas, dedicado a San Antonio y en su reverso a Antonio Amate", aclara Francés.

Su entusiasmo cofrade lo llevó también a la directiva de la primitiva Agrupación de Cofradías de Semana Santa, donde ejerció como vocal y tesorero: "La primera referencia de Antonio Amate en las actas es del año 1962 y la última, de 1968", constata José Galián Armenteros, exsecretario de la institución.

Viudo de Juana Brandy Gámez (apellidos vinculados a la patrona en la figura de su hermano José, otro histórico) desde el 83, no dejó vástagos que continuaran su labor. Ya lo dice el refrán: "A quien Dios no le da hijos...". Sobrinos tiene (y sin que el diablo ande por medio) cuyo arraigo al mundo cofrade jiennense convierten el recuerdo de Antonio Amate en presencia invisible, usando palabras del gran Víctor Hugo. 

Quienes lo conocieron lo recuerdan como lo que fue: un hombre sencillo, afectuoso, entrañable, cristiano hondo... La inspiración cabal para el apóstol de Tarso a la hora de escribir el versículo 14 de su carta más célebre.  

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