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El castillo de la Aragonesa, en riesgo de desaparecer

Por Andrea Navarro Pérez - Noviembre 26, 2018
El castillo de la Aragonesa, en riesgo de desaparecer
El Castillo de la Aragonesa de Marmolejo.

El Castillo de la Aragonesa, en la vecina población jiennense de Marmolejo, es un bello y abandonado monumento, testigo de la importante historia de esta tierra. Se sitúa en la frontera entre Jaén y Córdoba, en la vega del Guadalquivir y lleva presidiendo la finca de la Aragonesa durante siglos, marcando un paisaje de olivar.

El origen de esta fortaleza se sitúa en la España musulmana, cuando se construye un fortín bereber cuadrangular, más tarde y en manos cristianas se transforma en castillo rural. Es en el siglo XIII cuando se levanta la sólida torre del homenaje, que suplanta parte de los muros norte y este y una de las torres cilíndricas de la fortaleza original.

Su planta es cuadrangular, teniendo tres torres de planta circular, construidas en sillar poco elaborado; muros de calicanto, y torre del homenaje de sillar, que presenta en su alzado un aljibe y dos plantas superiores, todas abovedadas con una subida a través de una estrecha escalera en su lado Este.  

El monumento se encuentra bajo la protección de la Ley de Patrimonio Español como Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1985, lo que no ha evitado que se halle en riesgo de derrumbe. El edificio pertenece a un particular, el cual se despreocupa de su mantenimiento, por lo que el Ayuntamiento de Marmolejo a llevado a cabo los oportunos informes técnicos que se han hecho llegar a la Delegación Territorial de Cultura de la Junta de Andalucía con el fin de presionar en la importancia de la conservación del monumento. Leo en el periódico “Vivir Marmolejo” de septiembre de 2018 que el Ayuntamiento negocia la cesión por 75 años, una cesión que llevaría su mantenimiento y conservación, y por lo tanto su puesta en valor. La primera labor es dejar la obra en su estado original, quitando todos los elementos que se han construido después, siendo el más significativo una casa, con muros de tapial, en su lado Este que está deshabitada y arruinada, y los muros del patio interior para el ganado.

En definitiva, queda en manos de la Administración la conservación de uno de nuestros últimos monumentos evocado a la desaparición, si los responsables de mantener nuestra historia no cumplen con su papel en ella.

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