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¡Negro de mierda!

Por Bernardo Munuera Montero - Diciembre 23, 2019
¡Negro de mierda!

Veo en las noticias que al jugador brasileño de fútbol-sala Araça le ha llamado ¡negro de mierda! un aficionado del Osasuna. Me fijo en él y compruebo que Araça es blanco, o a lo sumo, mulato, que no negro ni mierda. Negro no es, desde luego que negro no es. Ni de mierda tampoco está hecho, es decir, que no le veo la mierda por ningún lado. Ni la ofrece. Así que aquí algo huele mal. Está claro que la expresión ¡negro de mierda! no es una crítica, sino un insulto. Un insulto proferido por un energúmeno en un campo de fútbol pequeño.

Hay gente que considera el insulto como una crítica, pero están equivocados. Un insulto es un insulto y una crítica es un acto un pelín más complejo, un acto propio del intelecto, es decir, de la inteligencia. Para insultar no es necesario ser inteligente, pero para criticar sí. Y como confunden qué es un insulto y qué una crítica, hoy se insulta mucho, y tanto que mucho. La mayoría de las veces se insulta por falta de formación y de verbo, pero sobre todo por envidia y falta de inteligencia; y de lecturas, claro, de lecturas y de argumentos; y por falta de más cosas, por supuesto.

Entre la falta de más cosas están, por ejemplo, esos ingredientes que incapacitaron a Caín para ver en Abel a un hermano, a un hombre igual que él, en definitiva. Pobre Abel. Caín mató a Abel por envidia. Caín no criticó a Abel. Qué va. Caín le machacó la cabeza a Abel porque así es como se lleva un insulto hasta las últimas consecuencias. Si tú dejas solo al aficionado del Osasuna, el energúmeno termina matando a Araça. ¿Qué te juegas? El insulto siempre acaba en agresión. Siempre. Es más, un insulto es una agresión verbal. Es la chispa que enciende la violencia.

Hoy, como no puedes ir cargándote a gente por ahí, a la gente que te molesta, se recurre mucho al insulto. El insulto evidencia taras, muchas, pero la primera es la incapacidad de control sobre sí mismo. Después, otra, es la falta de seso e inteligencia. Bueno, esto ya lo he dicho antes, pero lo remarco. Quien insulta no suele ser inteligente. Las personas inteligentes no insultan porque saben mover el verbo de otra manera, con argumentos, razones y evidencias. Pero es que si no son inteligentes tienen que insultar. ¿Qué esperas de un peral, sandías? La lógica es evidente, y muy efímera en este caso. Remarquémoslo de nuevo y haz el favor de apuntarlo en una servilleta: el insulto no es una crítica.

Insultar es asperger ponzoña y pus. Una ponzoña que se cocina en olla de bruja. ¡Vaya brebaje! Hay gente que se la cocina, la ponzoña, digo, y la pus interna, entre sus pensamientos más espurios. Se la van fabricando con envidias, prejuicios, falsos testimonios, difamaciones, mentiras y vanaglorias. Son, en definitiva, cosas de endemoniados. Asuntos del averno. Cuando ese brebaje está en su punto, todo revienta y se le ayuda a salir de la misma manera como se aprieta, por ejemplo, un grano adolescente. Eso es un insulto. Y qué asco, por Dios y por la Virgen, qué asco. Con qué fuerza salen los salivazos verbales; cómo emergen, cómo se estampan en los oídos, en este caso, de un jugador de fútbol como Araça que acababa de perder a su padre. 

Hoy traigo a Araça, jugador de fútbol, pero ¿quién no ha recibido un insulto? ¿Quién no ha tenido que soportar insultos, por ejemplo, vía WhatsApp, Telegram o Twitter? 

El otro día, por ejemplo, un amigo me enseñó el pantallazo que le hizo al guásap que leyó en un grupo. Llegué a contar dieciséis insultos, todos subrayaditos en rojo. Dieciséis insultos en un solo guásap. Gracias a Dios, mi amigo, fiel seguidor de Epicteto, me dijo que se acordó de esta cita, y me la parafraseó casi de memoria:

“Cuando alguien te trata mal o habla mal de ti, recuerda que lo dice o lo hace porque piensa que debe hacerlo. Él no puede hacer lo que a ti te parece correcto, sino lo que a él le parece correcto. Consecuentemente, si está equivocado en su opinión, él es la persona equivocada, pues él es quien está engañado; si un hombre supone que una proposición verdadera es falsa, no es la proposición la que resulta perjudicada por ello, sino el hombre que se equivoca en su juicio. Si actúas, entonces, viendo las cosas de este modo, serás amable con quien te ofende, pues en cada ocasión te dirás: ‘Actúa así porque así le parece’”.

Así que te lo repito otra vez: copia esta cita, ¡negro de mierda!

BLUMM (blumm.blog)

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