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"El asesino de Antonio Estepa está en la calle"

La familia de Antonio Estepa sigue sin saber qué pasó con el jiennense.

Se cumplen seis años de la muerte de un vecino de La Magdalena en una de las zonas ajardinadas del Complejo Hospitalario de Jaén sin que el caso haya sido resuelto

Capilla Quesada mira a su hijo con lágrimas en los ojos. Con una mano sostiene a su Antonio y con la otra aprieta el puño con las pocas fuerzas que le quedan. Se le han ido esfumando poco a poco durante los últimos seis años, los mismos que hace que la llamaron para decirle que su hijo había sido asesinado. Los mismos años que lleva preguntándose quién fue.

Cuando comienzan a caerle algunas lágrimas desde sus ojos claros hasta la barbilla su nieta Cristina Mesa se las limpia con mimo y le pasa la mano por su pelo blanco intentando calmar la respiración agitada de su abuela. Rita Estepa, la madre de Cristina y la hija de Capilla, agarra la mano de su madre que sostiene a su hijo, cuyo recuerdo ahora es solo una foto enmarcada en oro y que Capilla siempre se coloca cerca de su piel, en el lado que da al corazón. “No lo ha superado. Ninguno hemos podido superar el asesinato de mi hermano”, dice Rita, mientras explica que su madre lleva seis años dándole un beso de buenos días y otro de buenas noches a la foto de su hijo que lleva pegada al pecho.

La noche del viernes 11 de marzo de 2011 Rita se encontraba junto con su marido cuidando a su padre en una de las habitaciones del Complejo Hospitalario de Jaén. Apenas se movía del lado de su padre porque, dice, “se ponía bastante nervioso en el hospital”. Por eso no se acercó a la ventana cuando escuchó que algo pasaba en una zona ajardinada del centro. Lo hizo unos minutos más tarde, pero solo vio algo de movimiento y volvió a sentarse en el sillón que había al lado de la cama de su padre. Un hombre al que los médicos no le daban apenas esperanzas de vida, pero que se recuperó casi al mismo tiempo que su hijo era asesinado en un pequeño jardín del mismo hospital en el que estaba ingresado.

UN RECUERDO IMBORRABLE

Lo que había visto Rita mientras cuidaba de su padre era la escena de un crimen, el de su hermano Antonio Estepa, un “buen hombre, con muchos amigos”, de 41 años, y que dejaba un niño y una niña menores de edad por el golpe de una piedra de gran tamaño en su cabeza. Mohamed, un marroquí que vagabundeaba a diario por el Complejo Hospitalario de Jaén, fue el encargado de avisar a la seguridad del hospital con una sentencia: “Vais a salir en todos los periódicos”. Después llegó la Policía Nacional, se acordonó la zona y, mientras, Rita aún cuidaba de su padre en el mismo lugar en el que habían matado a su hermano. Salió del hospital al amanecer para ir a trabajar al Obispado, donde echa media jornada, y solo vio los plásticos de la policía que hacen las veces de valla para ahuyentar a los curiosos. Algo malo se temió y el recuerdo de esa madrugada y de la salida del hospital le acompañó durante todo el día: “Yo sabía que algo había pasado, lo que no me podía imaginar es que era mi hermano Antonio”.

Era su hermano, Antonio Estepa. El hijo de Capilla, el tío de Cristina. El amigo de muchos. “Pregunta a quien quieras del barrio, nadie puede tener una mala palabra hacia mi tío”, dice Cristina mientras todos miramos una foto de Antonio. La que ha salido ya en muchos medios, la que en su familia preparan cada principios de marzo para que la búsqueda del asesino de Antonio no caiga en el olvido. “No vamos a parar de denunciarlo, porque necesitamos saber quién es. Porque el asesino de mi hermano todavía está suelto en la calle”.

En 2012, Mohamed, el único acusado por el crimen de Antonio Estepa, quedó en libertad. La familia tiene serias dudas de que este pobre indigente fuera quien ejecutara a Antonio con una piedra de grandes dimensiones. “Dicen que sí se oyó pedir auxilio a mi hermano y que alguien del hospital y de la Comandancia de la Guardia Civil, que está justo al lado, sí pudo oírlo”, explica Rita, quien dice que después se ha enterado de que “el tal Mohamed fue deportado a su país y allí lo mataron”. La familia tiene dudas, muchas, por eso no deja de repetir que el asesino está en la calle. Está en la calle. “Puede ser que haya pasado muchas veces por mi lado y se haya reído en mi cara y yo sin saberlo”, relata Cristina a la vez que se rasca el hombro, como intentando que no se le escape todo lo que piensa. “Es increíble que no se haya seguido investigando, porque hay muchas cosas que no nos encajan y que nos preguntamos desde el primer día”.

LO QUE ECHAN EN FALTA

Las cosas son, por ejemplo, “no haber podido tener acceso al teléfono móvil, o que la cartera no apareciese”, dice Cristina, y Capilla, cuyos oídos ya se han visto afectados por los años, salta cuando sale la palabra cartera: “No ha aparecido ni su DNI. Yo solo quiero saber quién mató a mi hijo”. A Rita y Cristina tampoco les encaja, dicen, que los esfuerzos se centrasen “siempre en Mohamed”. “A mí me dijo una mujer que trabajaba en el hospital aquella noche, que ahora ya está jubilada, que ella vio cómo una persona entraba en el baño con mucha sangre por el cuerpo y después salía limpio. Y no era Mohamed”, cuenta Rita. Otra de las cosas que no le cuadran era el estado en el que quedó Antonio después de su asesinato: "No era solo el golpe de la piedra, que tenía toda la cabeza rellena de algodones, es que tenía los ojos" —Rita se para, tiene en su mente el recuerdo de cuando vio a su hermano muerto—: "Los ojos que tenía eran de que le habían dado una auténtica paliza", sentencia. Y puede, dice, porque lo vio con sus propios ojos.

Por eso no están tranquilos nunca. "Yo no soy capaz ni de tener fotos de mi hermano a la vista porque me sobrecoge cada vez que lo veo. Ya ni escucho flamenco, me entra un sentimiento que no sé explicar... Era tan buena persona, no se lo merecía", repite Rita. Y toda la familia tiene claro que hay una persona que "sabe mucho de lo que pasó y no ha dicho nada, estoy segura", apunta Cristina. Es M., un amigo "de toda la vida" que compartió las últimas horas de vida con Antonio Estepa. "Estuvieron en un bar y él se marchó antes. Después pasó lo de mi hermano y ya no hemos vuelto a saber de él", explica la hermana del asesinado, y a su hija, Cristina, le sobrevuela un recuerdo del día que su tío estaba en el tanatorio: "Me dijo que una vez le había dicho a mi tío que si se moría, quería que se reencarnase en él".

Cada 11 de marzo es igual de duro en esta casa de La Magdalena desde hace seis años. Y solo piden una cosa, asegura Rita: "Que se investigue, que no se deje el caso y que mi hermano se trate como a todo el mundo, que no se deje de buscar quién lo mató. Porque hay un asesino suelto por Jaén".

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