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"Mi gran ilusión sería cerrar el Banco de Alimentos"

Por Fran Cano - Diciembre 02, 2018
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Dice Francisco Luque (Jaén, 1951) que aún sigue ligado a la enseñanza, la profesión que lo ocupó durante más de cuatro décadas. Quizá ese ímpetu pedagógico lo ha llegado presidir desde 2016 el Banco de Alimentos. Luque recibe a Lacontra en la nave que la fundación tiene en el Polígono de Los Olivares días antes de la Gran Recogida, la campaña que logra el 10 por ciento de la comida que recibe el banco en un ejercicio. "Necesitamos continuidad", asegura cuando se le plantea quién dará el relevo en Jaén a la labor solidaria.

Porque, por desgracia, la asistencia alimentaria continuará, dada la cronificación de la pobreza. La fundación atiende hoy a más de 23.000 personas afincadas en la provincia, y más de un millar son menores de entre cero y dos años. Hasta octubre, el Banco de Alimentos ha movido 1.500.000 kilos de alimentos. Pese a los datos, que son una losa, Luque parece un hombre optimista. Cuenta que en diciembre el tejido de voluntarios debe dar un plus: abren los albergues, y alguien tiene que llevar la comida a quienes la necesitan.

—¿A este almacén puede venir el ciudadano de Jaén con cierta libertad?

—Por supuesto. Admitimos las visitas. Nos encantan. Y si vienen acompañadas de una donación de alimentos, aún mejor. De hecho, hay personas que nos visitan después de comprar en el mercado. Tenemos algunas donaciones anónimas. También hemos invitado a grupos y a empresas para que visiten nuestras instalaciones. Les hemos explicado cómo funciona nuestro trabajo. Las puertas están abiertas para quien esté interesado en conocerlo.

—¿Cómo fue su primera vez aquí? ¿Qué recuerda?

—Aparecí por la puerta sabiendo que tenía la posibilidad de incorporarme al Banco de Alimentos y formar parte del Patronato. Era un momento interesante para mí. Acababa de jubilarme y yo no me veía en casa sin tener una tarea específica. Me animó llegar aquí, y ver la posibilidad de hacer un trabajo solidario, en el que sigo trabajando de cara a las personas. Esa ha sido mi tarea a lo largo de mi trayectoria profesional, primero en la educación y ahora hago esta labor para atender a las instituciones y oenegés que facilitan trabajo a las personas con más necesidades.

—Le pido que me defina qué es el Banco de Alimentos.

—Es una fundación no confesional que busca y gestiona alimentos para hacerlo llegar a las entidades benéficas que se han asociado con nosotros. En este momento, atendemos a 181 entidades, que a su vez hacen llegar el reparto de alimentos a más de 20.300 personas en la provincia. Nuestro trabajo empezó en el año 1999 con un par de señores, con muy buena voluntad, que iban con un cochecito por el mercado recogiendo los excedentes del día para llevárselo a unas cuantas familias. Hoy seguimos con una labor impresionante.

"NECESITAMOS CONTINUIDAD CON GENTE JOVEN SOLIDARIA"

—Estamos en el umbral de Navidad. ¿Es la época más ajetreada aquí?

—No. Mantenemos el ritmo durante todo el año, pero sí es cierto que hay dos campañas específicas que son las que nos llevan a estar presentes en los establecimientos. Y supone un trabajo adicional importante. Para hacer la Gran Recogida en las 300 grandes superficies de la provincia en las que estaremos presentes necesitamos 3.000 voluntarios. Llevamos desde mayo gestionando el asunto del voluntariado. Pero en Jaén es fácil: la respuesta solidaria de los jiennenses es muy positiva. La colaboración de los centros de enseñanza y la Universidad suponen una gran alegría. La gran ilusión de mi vida sería cerrar el Banco de Alimentos, pero eso no va a pasar. Necesitamos continuidad en gente joven que se identifique con la tarea que realizamos. ¿De dónde saldrá? Precisamente de quienes ya colaboran aunque sea de forma puntual, como en la Gran Recogida. También hacemos la Operación Kilo en primavera. Son las dos más potentes.

—Habla de los colectivos y de la juventud académica. ¿Y las administraciones qué rol juegan con la fundación?

—Tenemos muy buena relación con todas. Parte de los alimentos que repartimos nos vienen del Fondo Europeo de Garantía Alimentaria, del Estado. Esos alimentos los repartimos entre Cruz Roja y nosotros. El Ayuntamiento nos ha cedido la nave en la Carretera de Granada. Y la Diputación nos permite, con un acuerdo, pagar la nave en el Polígono de Los Olivares y el mantenimiento, así como la que hemos abierto en Linares. Siempre hay muy buena disposición.

—¿Cuál es concretamente su labor como director?

—Es igual que ser director o gerente de una empresa. Lo que pasa es que aquí no tenemos nóminas.

—Es un matiz importante.

—Sí, solo hay dos personas con nómina. Una encargada de la carretilla, que debe ser un profesional con experiencia. Y luego tenemos al gerente de los diferentes movimientos de productos. Movemos a lo largo del año en torno a 1.800.000 kilos de comida. Alguien debe estar al frente de la gestión ordinaria. ¿La mía? Tengo que tener presencia socialmente e intentar buscar colaboraciones con colectivos para cubrir las necesidades de producto. La gestión y el asesoramiento, básicamente.

"UNO DE NUESTROS OBJETIVOS ES EVITAR EL DESPILFARRO"

—El Banco de Alimento tiene convenios con federaciones vecinales y colectivos de distinto cariz. ¿El tejido social de la capital y de la provincia es activo?

—En la provincia, como dije, colaboramos 181 asociaciones. Detrás hay personas que se mueven. A veces incluso empresas hacen iniciativas como la del pasado sábado. Celebramos unas migas solidarias que organizó el Club de Campo con motivo de Santa Catalina. Fuimos allí para recoger los donativos, y el resto de la organización fue suya. Estuvieron 190 personas. Encontramos mucho apoyo, y muchas personas desde su situación colaboran con nosotros. El asunto del aprovechamiento de los recursos alimenticios conciencia a la sociedad, que está muy volcada. Y nos llegan miles de toneladas de alimentos que se podrían consumir, pero que no están a la venta, porque tienen defectos, pero que son comestibles. Eso es otra mentalidad que hay que superar. Uno de nuestros objetivos es evitar el despilfarro.

—A veces son noticia ingentes cantidades de comida tiradas en los contenedores. ¿Cómo le hace sentir esa imagen?

—Fatal, pero hay que ser realistas. Repartimos 1.800.000 kilos. ¿Cuánto se ha podido ver en los contenedores? Son cantidades mínimas en unos lugares muy concretos. Es difícil atajar esas cosas, pero claro que nos da pena. Estamos haciendo campaña con las organizaciones que dependen de nosotros para que no hagan repartos masivos. Cuando vienen los fondos europeos, hay tres repartos anuales, y la cantidad de alimentos para los beneficiarios es para cuatro meses. Si me dan leche para cuatro meses, no sé dónde ponerla. O la revendo o la doy o la tiro. Por eso aconsejamos repartos mensuales que ayuden a las familias a administrar los alimentos. Esperamos que el despilfarro sea menor.

—Entiendo que para ser solidario a esta escala, la organización es muy importante. No debe ser fácil.

—No —ríe—. Tener contratadas a dos personas durante 40 horas semanales agiliza el trabajo. El resto de la gestión depende de los voluntarios, que son nuestras manos y nuestros pies. Hacen tareas varias desde contactar con las instituciones hasta distinguir qué alimentos podemos facilitar. Es una gestión, en efecto, de una gran superficie de mucha venta.

—¿Alguna vez se han visto con el agua al cuello?

—Sí, sí. Nuestra suerte es que pertenecemos a la Federación Española de Bancos de Alimentos. Cuando tenemos alguna necesidad imperiosa hacemos un SOS al resto de bancos, para apoyarnos. Por ejemplo, tuvimos que pedir en septiembre arroz y pasta a otros bancos, pero tuvimos respuesta. Estamos todos los días con el agua al cuello. Porque quien viene, quiere después más —ríe.

—¿Saben a cuánta gente han asistido en 2018?

—Nos movemos mensualmente en el entorno de entre 20.000 y 23.000 personas en la provincia. Son los números de referencia. Las variaciones se dan en épocas de descanso, cuando hay menos reparto. Y la apertura de los albergues, en cambio, hace que los números suban un poco.

—Cáritas nos contó que la pobreza en la capital y en la provincia se cronifica. Es decir, los pobres de hoy lo seguirán siendo en las próximas décadas. ¿Solo el empleo puede revertir la situación?

—Sí, creo que el empleo, claro. Le doy un dato: en el año 2014 teníamos menos entidades a nivel provincial, creo que eran sobre 130, y estábamos atendiendo a más de 40.000 personas en Jaén provincia. ¿Qué ha pasado? Mi intuición, y no le puedo dar hechos contrastados, es que algunos de los inmigrantes que venían a nuestro país en condiciones extremas al ver que no había posibilidades de trabajo se han trasladado a otro países. ¿Otro punto? Hay un empleo muy precario, pero gracias a ese empleo hay varios miembros de la familia con ocupación y han dejado de estar en una situación de riesgo. Fuera del trabajo y de la creación de empleo, ¿dónde veo yo soluciones? Pues no las veo. Quizá tanto subsidio ha perjudicado, porque algunas familias han cubierto necesidades básicas y en cuanto falla eso, sus capacidades se han visto disminuidas. El empleo sería la solución, pero hay ciertos hábitos sociales y familias que se han habituado a un sistema de vida. Es difícil que eso cambie de una generación a otra, salvo que la educación y la formación den otras posibilidades.

"EDUCAR A LOS HIJOS ES EL TRABAJO MÁS DIFÍCIL"

—Usted es docente. ¿La pobreza también es un problema de educación? Lo digo porque parece ser que solo atañe el mercado.

—Totalmente. Las estadísticas más antiguas confirman que el paro es inversamente proporcional al nivel de los estudios de una persona. ¿Hay paro en casos de estudios universitarios? Por supuesto, pero siempre menos que en una formación media y aún menos si se compara con el paro de quienes solo tienen la básica. Esas estadísticas revelan la importancia de la formación. Quizá haya que adecuarla para que sea eficaz y dé puestos de trabajo. Una formación básica o general difícilmente abre esa puerta.

—¿Echa de menos las aulas?

—Me he pasado 42 años en ellas. ¿Tengo derecho a añorarlo, verdad? Pues sí, lo echo de menos. He trabajado en centros donde ha dominado el contacto con los padres y con los alumnos. He dado preceptos de muchos chicos adolescentes, ya casi algunos jóvenes. Y todo enriquece. De hecho, mientras no dejen de contar conmigo sigo aún en cierta relación. Me dedico a dar cursos de formación de profesores y de padres, y alguna que otra charla con adolescentes. Cuando me llaman, acudo y no pierdo el gusanillo.

—Ha mencionado los cursos de formación para padres. ¿En qué consisten exactamente?

—La idea es intercambiar experiencias. Ya para los padres supone un tema importante. Es un tópico, pero es cierto: uno es padre el día que tiene un hijo. Y este viene sin folleto explicativo. Es muy importante ganar con las experiencias de los demás. La función educativa con los valores de cada cual hay que seguirla con un mismo proceso. Siempre he hablado de valores tradicionales, y son los que he defendido en mi familia y en las demás. Se trata de dar pautas. La eficacia depende de que cada familia se fije tener un proyecto concreto. Si quiero que mi hijo sea leal, ordenado, buen amigo, generoso, solidario, hay que buscar formas para inculcarlo. La mejor forma es dar ejemplo.

—Se sobreentiende que educar en el ámbito familiar supone un trabajo.

—El más duro de todos. Soy padre de seis hijos. Lo he vivido en mi casa. Es un trabajo duro, pero muy alegre. A los padres les digo que tienen una obligación importantísima: tomarse una cerveza sin niños de por medio una vez a la semana. ¿Por qué? Porque hay que hablar de los padres, de cómo estamos y de cómo nos sentimos. Otro punto importante es hablar de los niños cuando ellos no están.

—¿Quiere mandar algún mensaje a los lectores de Lacontra?

—Estoy muy convencido de la solidaridad de los jiennenses. Ahora tenemos una gran oportunidad de demostrarlo. Se puede ser solidario con el Banco de Alimentos colaborando con nosotros en la Gran Recogida, pero también es posible serlo con alguna aportación, como alimentos que no sean perecederos. ¿Preferencias? Pido siempre leche y aceite. Otros bancos no se creen que no tengamos aceite, pero nos ocurre porque es un producto caro. Una gran preocupación nuestra son los productos infantiles. Estamos atendiendo a más de 1.000 niños entre cero y dos años en toda la provincia. Es un producto que nos interesa conseguir. Tras los prioritarios, cualquier cosa es bienvenida, como arroz y pasta. Solo les digo a los jiennenses que contamos con ellos para seguir creciendo.

Fotografías: Esperanza Calzado.

Vídeo: Fran Cano.

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