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Ramona y Antonio: un flechazo que dura ya medio siglo

Por Javier Cano - Noviembre 12, 2022
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Ramona y Antonio: un flechazo que dura ya medio siglo
El matrimonio, en plena celebración de sus bodas de oro. Foto cedida por la familia Sánchez Pérez.

El torreño y la gallega de nacimiento, ponferradina de adopción y jiennense de corazón llegan a sus bodas de oro con el mejor de los balances

"El balance es muy bueno, gracias a Dios. Tengo un marido buenísimo, mis hijos están pendientes de nosotros, y nosotros de ellos. Cuando nos juntamos todos en el cortijo, es una alegría".

Así define Ramona Pérez Cidranes su historia de amor al lado de Antonio Sánchez Baena, aquel torreño al que conoció un 19 de marzo de 1972 y con el que ocho meses después se daba el 'sí quiero' en Ponferrada, en tierras leonesas, su ciudad de adopción desde que, con solo seis meses de edad, dejó su Villamartín de Valdeorras natal, en la provincia de Orense. 

"Mi marido trabajaba en el montaje, en las centrales términas nucleares, fue a Ponferrada a una central térmica, que ya no existe, y allí nos conocimos, en una discoteca". Cualquiera sabe qué canciones bailaron como dos tortolitos, pero fuesen las que fuesen sirvieron de banda sonora a una trayectoria en común que en 2022 celebra, sus bodas de oro, convertidos ambos ya en esa sola aristotélica alma que habita en dos cuerpos.

Ah, y Ramona lo deja claro, rotundamente claro, que no fue por obligación ni por que hubiese que ir deprisa, para nada: "No iba embarazada, mi hijo nació justo a los diez meses de casados. Mucha gente pensaba que sí, pero luego vieron que no. Queríamos casarnos porque él tenía que irse a otro sitio a trabajar, y me fui ya con él, me recorrí España con él hasta que los niños empezaron los colegios".

Seis criaturas como seis soles (Miguel, Ana, Alfonso, Beatriz y Antonio (los mellizos) y Esther, todos con Ponferrada como lugar de nacimiento en el DNI pero con Torres, con Jaén como espacio vital donde se han desarrollado luego sus vidas:

"Puedo decir con orgullo que todos con nuestros fallos, sí, pero siendo buenas personas e intentando ser reflejo de lo aprendido en casa: amor por la familia, trabajar duro cuando se quiere algo y todo hay que decirlo, esa chispa de locura que nos caracteriza a la familia Sánchez Pérez. Que nos gusta un sarao, un pasarlo bien y, sobre todo, hacérselo pasar a todo el que esté a nuestro lado. No somos una familia perfecta, pero somos la definición de esa misma palabra en todo su concepto: familia".

Palabras con las que define Ana Sánchez el legado sentimental recibido de sus padres, un "tándem perfecto" que bien podía haberse instalado definitivamente en los bucólicos paisajes gallegos o en los valles del Bierzo que poetizó Juan Carlos Mestre, pero que prefirió el mar de olivos para seguir navegando:  

"En Torres tenemos olivas, un cortijo, y vamos muy a menudo, casi todo el verano también estamos allí", aclara Ramona, la matriarca, desde el domicilio de la capital jiennense donde residen a caballo entre la ciudad y el campo, como Alberti en uno de sus poemas de Marinero en tierra. "Cuando nos reunimos todos en el cortijo, es una alegría", sentencia Pérez Cidranes. 

 Rodeados de sus seis hijos. Foto cedida por la familia Sánchez Pérez.
Rodeados de sus seis hijos. Foto cedida por la familia Sánchez Pérez.

HABLAN LOS HIJOS

"Mis padres han sido un tandem perfecto, en el sentido de que, lo que nos faltaba por una parte, el otro se encargaba de dárnoslo", indica Ana en nombre de todos sus hermanos.

"Mi padre ha sido un hombre muy trabajador, trabajaba de lunes a viernes fuera de casa, un día estaba en una ciudad y otro en otra, y muchas veces echando más horas de las acordadas, porque ha sido siempre muy perfeccionista, y hasta que no estuviese todo como él quería no acababa el día, algo que hemos heredado muchos de la familia; era consciente de que para poder mantener una familia con seis hijos tenía que trabajar duro, y así era él. Un hombre que no podía estar quieto, (era y es, porque ya jubilado sigue llevando para adelante sus olivos, huerta y todo lo que le echen).

Ana apostilla: "Luchador incansable, solo venía los fines de semana y muchos de ellos se tenía que ir al campo a cuidar sus olivas, por lo que no podíamos verlo nada más que el tiempo que nos podía dedicar. Tiempo que ahora, ya jubilado, intenta dedicar a hijo y sobre todo a sus nietos, que son su pasión" [siete churumbeles, por cierto].

En cuanto a Ramona... "Por otro lado está el otro lado del tándem, nuestra madre, en mayússculas, porque eso es lo que es, una madre con mayúsculas; ella nos ha educado, cuidado, nos ha enseñado los valores que nos han convertido en la familia que somos, y dado el cariño que nos faltaba de la figura paterna, que no es tarea fácil cuando se trata de seis hijos con edades muy próximas y dos de ellos mellizos". 

Ahora, a estas alturas de la película, les toca eso, disfrutar de sus hijos y de los hijos de sus hijos, verlos avanzar, escuchar sus inquietudes y deseos alrededer de una mesa como la que, hace pocos días, les prepararon por sorpresa en un hotel de Los Villares donde, "engañados", fueron a ver pelear a uno de los nietos en una competición de judo (eso les dijeron) cuando, en realidad, acudían allí a una comida sorpresa por sus cincuenta años de amor que les dejó el mejor de los sabores de boca. 

 Hijos y nietos acompañan a la pareja en su fiesta. Foto cedida por la familia Sánchez Pérez.
Hijos y nietos acompañan a la pareja en su fiesta. Foto cedida por la familia Sánchez Pérez.

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