Cantante busca escaparate con share

El concurso de Juanfra Anguita en La Voz abunda en el camino más convencional para vivir de la música: ser bendecido por la audiencia de un programa de televisión

Sorprendió el tosiriano Juanfra Anguita por su voz en La Voz, programa que expone talentos anónimos con la condición de que estrellas de la música ya consagradas acumulen promoció (Broncano dixit), de manera que si alguien aún no sabe quién canta Despacito, Luis Fonsi esté ahí para recordarlo.

Juanfra Anguita ha entrado en la fase de las batallas, porque tres de los cuatro seleccionadores se giraron, impresionados por una voz que a ratos parece la de una mujer y en ocasiones da la sensación de que se bifurca y son dos personas las que cantan. El chico quizá tenga algo. Ha elegido la vía de los programas en la tele, pues ya estuvo en Got Talent, amén de otros certámenes de ámbito provincial, estos sin los focos que da la cadena con más audiencia de España.

No hay nada que reprocharle al joven de Torredonjimeno. Si le gusta cantar y quiere vivir de ello, necesita que la gente lo conozca. Es mejor idea ir a la tele que al desierto. Porque invocar al éxito desde Youtube no es sencillo; lo de Pablo Alborán parece la excepción que confirma la regla.

La ficción —y a veces la realidad— ofrece historias alternativas increíbles. En A propósito de Llewyn Davis, un joven cantante de folk, crápula y sin más ambiciones que ser cantautor, se echa la guitarra a cuestas rumbo a Chicago para cantarle en vivo a un magnate de la música; solo quiere que lo escuche. Los minutos de la canción emocionan por auténticos, por ser más genuinos que la propia realidad. Cuando Llewyn Davis termina el acústico, la respuesta de Bud Grossman es 'no'. El artista tiene que volver al invierno de nieve de Greenwich Village. Y en invierno, ya saben, hace un frío que te cagas.