Churrete con churrete

Que cuanto más lo pienso, más me enfado. ¿Saben ustedes lo que es un anagrama? Un anagrama es la palabra que resulta cuando cambias el orden de las letras de una palabra. Así, jugando con la palabra “granito” de la plaza más famosa de Jaén, he descubierto que uno de sus anagramas es el adjetivo ingrato. Tiene más anagramas, como gritona y gratino, pero ahora no los necesito para el artículo que voy a escribirles. El único que me da juego es ingrato.

Me he preguntado si había algo más ingrato que un churrete. Un churrete en general. Un churrete. No se compliquen. Imagínense un churrete donde quieran: en la boca de su hijo, en la blusa de su vecina, en la baldosa de su cocina, en la de una plaza, en la de una fachada; donde quieran. Un churrete es un churrete. Habrán comprobado que a su imaginación le cuesta soportar la presencia de un churrete. Es algo ingrato, feo, desagradable, como los churretes, por ejemplo, de las losas de granito de la plaza…, de la plaza Santa María. Qué feos son los churretes de la plaza Santa María. ¿A quién le gusta un churrete en las baldosas de las calles que pasea? A nadie, no mientan, a nadie le gusta un churrete. Feo churrete es. El churrete es ingrato, ¡qué ingrato un churrete!, ¿verdad? Pues quería hablar de churretes, de churretes en general, pero de churretes municipales también, ¿por qué no? De los churretes que les salen a nuestros concejales sin distinción de sexo, partido o beldad. Beldad, sí, beldad. Y empiezo, que se me va el artículo.

La pregunta es sencilla, ¿le gusta a Jaén coleccionar churretes? Sí, y lo demuestro con un argumento: paseen más Jaén.

Además, como saben, hay un hombre en Jaén que lo sabe todo. Me ha dicho que hay una plaza que va de granito entera, adornada con tres arbolitos viejos, de flor chocha ya, que serán incapaces de almizclar tanto metro cuadrado de suelo gris ingrato en primavera. Mira que es fea una losa de granito gris, ¡eh! De un granito abierto, de ciento ochenta en ciento ochenta grados, al churrete del meao desperdigao del perro guarro del dueño guarro que recoge la caca, pero que deja al sol y sombra el churrete del meao; ahí quedó. De un granito abierto otra vez, de ciento ochenta en ciento ochenta grados, al restregón de no sé qué sustancia que rebosa del vaso risueño de un bebedor de jueves, y se cae porque rebosa, oye, y mancha, y afea. Churretes y más churretes. Pero ahí tienes al tío del culo que no dice ni mu. Ese tío del culo, que, si no lo sabían, ni era deán ni era na, y que lo único que hacía era torcer la vista hacia la antigua Caja Postal cuando los zagales se quitaban los churretes de la cara a besos. Pero hoy, ni te puedes sentar a leer ni  puedes quitarte los churretes de la boca entre tanto bar y tanta bulla, entre tanto na… Con tres arbolitos se nos va a quedar la plaza, con tres florecillas, con mil churretes, eso sí, con muchos churretes para la posteridad.

Todo se podía haber hecho mejor; sin churretes, concejal. Con claridad e ingenio, pero sobre todo, con apertura mental. Con información al ciudadano y más cariño. Con honestidad. Sobre todo, con honestidad, al fin y al cabo. Necesitamos políticos municipales más honestos. Los que vivimos Jaén queremos eso, más honestidad municipal.

Porque recuerden, hay un hombre en Jaén que lo sabe todo y pasea y sube fotos de los churretes de Jaén a su Instagram. Hay un hombre en Jaén que colecciona churretes que obtiene de multiplicar el seno por el coseno y el cojón de un concejal que piensa que Jaén es suyo, y como suyo dice que es, al menos durante cuatro años, se ríe de ti y de mí, y cómo no, del tío de la plaza del culo que ya no sabe dónde mirar. Granito a granito se construye todo, menos el churrete, el churrete se hace en un pispás.

Blumm es profesor y escribe sobre libros en blumm.blog