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Todo por hacer

Por Pedro Vera - Diciembre 07, 2020
Todo por hacer
Banderas de España en los balcones confinados. Foto: Rafa Casas

Este mes, como cada año, se conmemora el referéndum que dio validez a la Constitución Española de 1978. Mucho ha llovido desde entonces, tanto que muchos españoles y españolas somos bastante más jóvenes que nuestra Carta Magna. Aquel 6 de diciembre del 78 no solo fue un soplo de aire fresco, la posibilidad de poder votar tras una dictadura de 40 años que pintó de gris y negro las vidas de millones de compatriotas, sino que también fue el mito fundacional de lo que con posterioridad se ha venido a denominar como "​Régimen del 78"​ , la clave de bóveda de todo el relato sobre qué país somos y cómo hemos llegado hasta aquí.

Nuestra Constitución afronta su 42 cumpleaños en una situación absolutamente excepcional: en mitad de una pandemia a escala global, que ha hecho saltar las costuras de la mayoría de países de nuestro entorno, mostrando límites, señalando contradicciones. Además, a esta crisis sanitaria, hay que sumar las consecuencias sociales, económicas y políticas que lleva aparejadas, consecuencias cuyo alcance aún resulta imposible de determinar. Pero quizá la coyuntura más afecta a nuestro texto constitucional es la crisis de legitimidad que atenaza a la Corona, una perturbación que termina salpicando al resto de instituciones del Estado. No en vano, la monarquía ha sido uno de los principales tótems de nuestra arquitectura política durante las últimas cuatro décadas, gozando de una posición de privilegio que en estos momentos se tambalea. Cada vez está más instalada en nuestra sociedad la idea de que la dinastía borbónica está totalmente amortizada, que están de salida, y que cada noticia sobre sus comisiones y negocios no hace sino acelerar un proceso de descomposición inexorable que en algún momento se deberá abordar.

¿Y qué hacer ante este momento en el que todo parece contingente? La Constitución no puede continuar siendo una reliquia sagrada, con más veneración que utilidad, tenemos la obligación de normalizar su reforma, cuyo procedimiento viene precisamente descrito en su Título X. De hecho, ha sido reformada hasta en dos ocasiones: la primera, una reforma menor, apenas de un par de palabras en el año 92, y la segunda, harto conocida, para reformar en 2011 el artículo 135, supeditando todo al pago de la sacrosanta deuda, para alegría de Berlín. Esta última modificación fue la chispa que encendió el movimiento 15M, y la causa de que muchas estemos aquí. La audacia se prueba ante las vicisitudes. Es éste el momento de repensarnos como país e imaginar la España de las próximas décadas, actualizando nuestro texto constitucional, que pertenece a un siglo que ya no existe. Sirva como ejemplo que, en 1978, Internet era poco más que un proyecto militar, siendo a día de hoy algo omnipresente, y el hilo conductor de nuestras sociedades.

La reforma Constitucional a emprender ha de tener un cuádruple objetivo. En primer lugar, blindar los servicios públicos y los derechos sociales, tan golpeados por la pandemia. No podemos dejar asuntos como la salud o la educación al albur de unos mercados que no entienden de personas, sino de clientes y beneficios. En segundo lugar, la actualización de nuestra Constitución es necesaria como forma de reverdecer el ajado pacto social, y relegitimar un texto que no pudo ser votado en 1978 por más del 80% del electorado actual, una brecha que se amplía irremisiblemente con cada paso generacional. En tercer lugar, la revisión constitucional serviría para renovar nuestro pacto territorial.

La oportunidad de aprobar una Constitución integradora de las sensibilidades de la España de 2021, construir un Estado plurinacional capaz de presentar un horizonte y proyecto comunes, basados en el reconocimiento y respeto mutuo entre los pueblos y naciones que vertebran a España y dotando al Senado de su verdadera finalidad, servir de cámara territorial con una orientación parecida a la del ​Bundesrat​ alemán. Por último, nuestra Constitución debería de galvanizar, sin ningún género de duda, la protección del medio ambiente, los seres vivos y el derecho a vivir en un entorno saludable y limpio de contaminación. No se trata ya de una reivindicación de los más ecologistas, sino la lucha de toda una sociedad para legar un futuro a nuestros hijos. Es esta la cuadratura de un círculo que ha permanecido cerrado bajo llave y durante demasiado tiempo.

Hay mucho, muchísimo por hacer. Convirtamos el "ruido de sables" del 78 en una conversación abierta y madura como país, con la mirada larga y el paso firme hacia una España plural, más justa, feminista, verde y que cuide de su gente. Nos lo jugamos todo.

Pedro Vera es miembro de la ejecutiva andaluza de Más País Andalucía

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