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Un Fitur sin taxi: "A mí no me preguntes, que soy de Linares"

Por Esperanza Calzado - Enero 27, 2019
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Un Fitur sin taxi: "A mí no me preguntes, que soy de Linares"
Fotografías: Esperanza Calzado.

—Perdona. ¿Qué línea de Metro hay que coger para ir al Círculo de Bellas Artes?

—¿A mí me vas preguntar? Si soy de Linares

—¿No me digas? Yo soy de Andújar

Un Fitur sin taxi solo puede tener un resultado para una jiennense, toparse con gente que te hace reír, que te sorprende, que te ayuda y que te enriquece. He aquí mi periplo por Madrid en una semana en la que debería haber cambiado mi estado de WhatsApp por algo así como: "No te preocupes. He vivido 27 años en Barcelona, creo que sé manejarme por una gran ciudad". 

La huelga de taxis ha hecho que amigos y familiares se preocuparán algo más de la cuenta por mi estancia 'sola', esa es la palabra clave, en la capital de España durante varios días. No sé si se pensarían que me iba a poner en primera línea de las barricadas a cubrir las manifestaciones o que de repente iba a transformarme en ese personaje de cateto llegado a la inmensa urbe interpretado por Paco Martínez Soria.

—¿Duermes sola? ¿No duermes con el tito José? ¿No te da miedo? A mí sí me da miedo.

Hasta mi sobrina Ariadna, con cinco años, me mandó un mensaje de voz manifestando su inquietud. 

—No Ariadna, no tengo miedo. Y cuando seas mayor, tampoco te dará miedo, porque serás una mujer independiente que no necesitará a nadie. 

Informar con otra mirada también se puede hacer desde dos metros más atrás, con un plano en el móvil y escuchando cómo los de tu alrededor despotrican sobre aquellos que están arruinando su vida, como si no hubiera problemas más importantes. Tampoco era para tanto. Que nadie se muere por coger un metro o un autobús, pienso. Pero para algunos con tacones, trajes y corbatas, llegar o salir de Ifema en transporte público se ha convertido en un suplicio. Por eso, se bajaban una parada después, en Mar de Cristal, y listos para montarse en un Uber o Cabify. Eso sí que me hubiera dado miedo.

Mi desembarco fue a lo Agustín Valverde en La ciudad no es para mí. Dos mochilas, ordenador, trípode, siete capas por si hacía frío, bufanda y los complementos de los compañeros de la radio que se habían olvidado en Jaén. De esa guisa, y con el móvil en vibración constante por los mensajes, me planto en Nuevos Ministerios y me encuentro con esto: 

Que la virgen me pille confesada, pensé. Y lo hizo. Si no puedes pasar, rodea. Buscar trazados alternativos, más largos, pero menos angustiosos, me llevó a conocer a Rocío y sus amigas. Touroperadora de León, que compra aceite de oliva de Jaén "por pales" y cuyo mayor descubrimiento fue una cata al más puro estilo de los amantes del vino. 

—Lo que no acabo de entender es lo de las variedades. ¿Cómo se dice, arbe...qué?

A buena le ha ido a preguntar, dije para mis adentros. Una andaluza de adopción que lleva meses intentando aprender el complicado pero a la par fascinante mundo del aceite de oliva. No lo debí hacer tan mal cuando la convencí para que se pasase por el stand de Jaén, coincidiendo con la entrega de los premios Jaén Selección. Si cuela, cuela. Y coló.

Once y media de la mañana, acreditación en mano, suelto los bártulos y me pongo a trabajar sin pensar lo que me esperaba de vuelta. Seis de la tarde, camino a soltar la maleta y poder llegar al Círculo de Bellas Artes con la inestimable ayuda de un linarense al que, por cierto, no le pregunté ni el nombre, y me encuentro con esto:

Metro cerrado. Aquí no hay manera de rodear. Solución: paciencia. Veinte minutos me llevó colarme en un atestado vagón. Me bajé una parada después, Mar de Cristal, y ahí sí empecé con los rodeos. Ya más tranquila, bajando en Banco de España, en una estación en curva donde te alertan por megafonía que no metas el pie en el agujero, me encuentro con uno de Andújar. Jesús del Moral, concejal del Ayuntamiento. 

—Mira que bien me vienes. Como sabes dónde está, me voy contigo.

En una ciudad con más de tres millones de habitantes, no paro de toparme con gente de Jaén o que conoce el mar de olivos. 

A partir de ahí, la cosa fue fluida en las horas y día siguiente. Con el metro controlado, los mensajes reducidos a la mitad y la preocupación bajo niveles razonables, vuelvo camino de Atocha. Esta vez, con una sevillana a la que la huelga del taxi ha hecho estragos en los pies. Si es que todo el día caminando con tacones de aguja pasan factura. La familia de su padre es de Larva, sí, ese municipio de apenas 500 habitantes en medio de un escenario desértico. 

—¿Has ido?

Tengo que reconocer que no, y casi me avergüenzo al decirlo. 

Es domingo, y en la habitación están las mochilas, trípode, siete mangas y bufandas pendientes de recoger. Madrid me dejó un tanto muerta, pero no por la huelga del taxi, sino por la cantidad de trabajo. Porque Jaén se bajó del tren no a lo Paco Martínez Soria, sino a lo Flora González, García Madrid, Moisés Nieto, Santi Rodríguez, David Navarro, Diana Lucena y un largo etcétera.  

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