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Cultivemos la tierra, labremos la ignorancia

Por Noelia Flores - Agosto 23, 2020
Cultivemos la tierra, labremos la ignorancia
Banda Infantil Municipal, dirigida por D. José Brotons. Perteneciente al Fondo Fotográfico del Archivo Histórico Municipal de Linares.

El colectivo para la conservación del medio ambiente “Linares se pone en verde” organizó recientemente una nueva batida para la limpieza de residuos de “El Periquito Melchor”, situado en el recinto ferial de Linares. Hace tiempo que sigo con expectación la actividad de esta organización. Ya son numerosas las batidas concluidas con éxito para la conservación de nuestro medio ambiente. En estos tiempos que corren, es fundamental tejer una cultura ecológica que cale en el imaginario colectivo tanto de los más jóvenes como también de los adultos. Y ellos luchan cada día por conseguirlo. Cada vez les llegan más voluntarios/as y las ganas de continuar no cesan.  

La cuestión es que su labor está íntimamente vinculada con una exposición documental temporal de 2015, organizada por el Archivo Histórico Municipal de Linares. Su discurso versaba sobre una tradición algo lejana en el tiempo que de recuperarse, sería todo un éxito. La llamaban Fiesta del Árbol.

Fiesta del Árbol

La primera Fiesta del Árbol de la que tenemos noticia data del año 1805. Fue celebrada en Villanueva de la Sierra (Cáceres), un pequeño municipio de 449 habitantes que continúa celebrándola desde entonces de manera casi ininterrumpida. Solo cesó su actividad durante la Guerra de Independencia y la Guerra Civil. En la actualidad, está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) con carácter de Bien Inmaterial por ser el primer evento dedicado al árbol celebrado en todo el mundo. Este municipio está considerado un pionero en materia de conciencia conservacionista y educación ambiental, ya que tendremos que esperar hasta bien entrado el s. XX para que las instituciones aborden este tipo de temas.

A lo largo del s. XIX, comenzará a practicarse también en EEUU. De hecho, en 1896, Madrid instauró la Fiesta del Árbol como traslado de esta iniciativa americana. Unos años después, en 1899, Barcelona decide hacer lo mismo a través de la Sociedad de Amigos de la Fiesta del Árbol. Más tarde, en 1904, un Real Decreto instaura la Fiesta del Árbol con fines repobladores y educativos. Hasta que en 1915, durante el reinado de Alfonso XIII y con el Ministro de Gobernación don José Sánchez Guerra, otro Real Decreto le otorga carácter nacional y obligatorio para todos los municipios. A partir de este momento, el número de celebraciones se dispara en todo el país.

Linares como testigo de la Fiesta del Árbol

Como cabía esperar, el municipio linarense acogió la Fiesta del Árbol durante años. La tradición consistía en reunir a todos los escolares de las escuelas privadas y públicas de uno y otro sexo (recordemos que no había centros mixtos) en un lugar acordado para realizar una plantación masiva de árboles. En Linares, por lo general, fueron eucaliptos. Se repartían funciones entre niños y niñas y comenzaba el trabajo. La jornada se convertía en toda una conmemoración en la que no faltaban las comitivas de autoridades civiles, religiosas y militares, así como la Banda Municipal de Música y la tropa de Exploradores de don Mariano de la Paz Gómez.

El Archivo Histórico linarense centró su exposición en la Fiesta del Árbol celebrada el 4 de marzo de 1915. Para la presentación del evento, reunían a todos los niños en la Plaza del Ayuntamiento haciéndoles entrega de carnets conmemorativos del acto. A continuación, formaban grupos y procedían a las labores de plantación. Ese día se plantaron a lo largo de la carretera de Arrayanes 650 eucaliptos. Al parecer, 55 operarios de la mina de Arrayanes abrieron previamente un número idéntico de hoyos a lo largo de la carretera. También ofrecían amablemente cántaros de agua a los niños/as. Una vez finalizada la tarea, instauraban una carpa donde se les obsequiaba con una merienda entregada en bolsitas individuales que contenían: 4 rodajas de salchichón, de la clase superior; 4 de jamón sin tocino; 4 de chorizo; 4 de butifarra; 4 galletas “María”; 4 higos de Lepe y un panecillo pequeño. Si tenemos en cuenta las condiciones sociales arrastradas por Linares en aquella época, no es difícil imaginar que esa comida era lo único que ingerían ese día muchos de esos niños/as. Tras la entrega de viandas, protagonizaban himnos, cánticos y homenajes a la bandera. Finalmente, regresaban a Linares acompañados por la Banda Municipal de Música.

Según documentos de años posteriores, también premiaban a los escolares con una sesión de cinematógrafo en el antiguo teatro Olimpia o en el antiguo teatro San Ildefonso. En cuanto al capital invertido en esta fiesta, dependía del presupuesto disponible en el Ayuntamiento. Eso sí, ningún año debía fallar. Para que se hagan una idea de su importancia, les traigo un fragmento de un ejemplar del diario independiente de Linares y la Carolina, “Noticiero” del 5 de marzo de 1915:

“(…) Inmenso gentío ha concurrido á (sic) presenciar tan hermosa como culta fiesta que inculca a los niños el cariño al arbolado, tan necesario á (sic) la vida del hombre y el respeto y cuidado que al mismo debe prestarle. (…)”.

Ya desde 1910, se exigían mayores inversiones forestales. El vertiginoso desarrollo industrial aceleraba el deterioro de los espacios naturales. Por ello, alertaron del peligro de la deforestación en zonas como la meseta castellana. Poetas como Antonio Machado y Azorín, respectivamente, en sus “Campos de Castilla” y “Castilla”, ya denunciaban este problema. Así, el gobierno terminó aumentando los presupuestos a un millón de pesetas hasta 1924 y, a partir de 1925, a diez millones de pesetas anuales destinadas a repoblaciones forestales. Esto conllevó a la creación del ambicioso Plan General de Repoblación Forestal de España en 1938, que proponía la repoblación de 6 millones de hectáreas en 100 años. El plan se ejecutó desde 1940 hasta 1986 debido a la transferencia de competencias en materia forestal a las Comunidades Autónomas. Desde entonces, ha pasado desapercibida celebrándose solo en algunos municipios como Día del Árbol o Fiesta del Árbol de un modo independiente e inestable. Con el paso del tiempo, nuestra sociedad ha perdido el carácter de unidad necesario para naturalizar esta costumbre.

Resulta contradictorio como hemos abandonado esta práctica en un contexto global que justamente suplica a gritos todo lo contrario. Implicar a la población cobra más importancia que nunca. La situación no ha mejorado en absoluto y el hecho de trasladar responsabilidades a las instituciones, ha generado en los ciudadanos un halo de indiferencia que estamos pagando muy caro. La acción de los sucesivos gobiernos no está resultando ser suficiente en materia medioambiental y el tiempo se agota. Seamos realistas, no van a montarnos en una nave espacial que nos transporte hacia un nuevo planeta que colonizar (o destrozar). Ni siquiera somos ese futuro creado para la película Blade Runner. Al contrario, estamos mucho más cerca de generar un escenario lo más parecido a Mad Max. Y a mí, personalmente, no me parece atractiva la idea. El famoso dicho “Soplan vientos de cambio” no es literal, siempre habrá que ganárselo.

Cierro el artículo con una poesía de Aúrea Galindo y Ortega (1860-1944) dedicado a los niños/as en la Fiesta del Árbol e incluido en ese “Noticiero” del 5 de marzo de 1915. Nunca me cansaré de defender la importancia del Patrimonio Documental.

Las flores embellecen
los campos y los prados,       
fecundos arbolados   
son lo mejor de Abril.
Cultivemos la tierra,  
labremos la ignorancia,        
y así nuestra constancia        
dará el mejor pensil.
No arranques, niño, el árbol,
del hombre fiel amigo,          
que da sombra y abrigo,       
alimento y salud.       
Cuidemos de sus ramas,        
sus hojas y su fruto,   
y démosle un tributo 
de eterna gratitud.

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