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EL HOMBRE QUE QUIERE CAMBIAR EL MUNDO

Por Esperanza Calzado - Noviembre 10, 2018
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El sonido de los platos y los cubiertos chocando entre sí invade los hogares, lo mismo que el rojo de Pascua. El olor a comida lo impregna todo. Llegan noches de estar en familia, pero también entre amigos. A las cinco de la tarde, a la hora del té, cinco amigos tienen una cita cada 24 y 31 de diciembre en el Hotel Condestable. No importa cuánto tiempo haya pasado desde la última vez que se vieron, si han hablado últimamente o si tenían otros planes; esa hora marcada en la agenda es sagrada. A la misma hora, en el mismo sitio, pero un mes y medio antes, Luis García Millán contesta las preguntas de Lacontradejaén con su polo azul de la Agencia Espacial Europea. Se lo ha puesto de manera inconsciente, como los futbolistas que se besan la camiseta y respiran pasión por su equipo las 24 horas al día. Y no porque de pequeño quisiese ser un astro rey del balón. Él no soñaba con ser bombero, policía o astronauta. De hecho, a día de hoy, a punto de cumplir 26 años (Córdoba, 1992), todavía no sabe qué quería ser de mayor. Quizás ver a su padre, profesor de Biología, le pudo tentar alguna vez, lo mismo que ser actor. A los quince años hizo sus primeros pinitos sobre un escenario. Pero su futuro no estaba ahí, su porvenir se escondía entre códigos.

Luis García Millán tiene la convicción de que cada pequeño paso que se da en la vida te lleva a conseguir una meta. Su caso es la mejor muestra. Pero, quizás, no sea consciente que desde los nueve años está caminando para labrarse el que ya muchos consideran un panorama prometedor. 

—A los nueve años ya tenía un ordenador con conexión a internet. Pasé de hacer los trabajos con la enciclopedia a la wikipedia y empecé a programar.

Su padre, casi sin quererlo o con la habilidad de un progenitor que conoce cuáles son las habilidades de un hijo pero no quiere imponérselas, ha guiado las decisiones que ha tomado este jiennense, que nació en Córdoba, donde apenas vivió un mes, luego se trasladó a Sevilla y desde los cinco años vive en Jaén. Él le habló por primera vez de la programación y, ni corto ni perezoso, se puso a investigar. Hizo una calculadora, o algo similar. 

—Metías un número, luego otro y salía la suma. Aprendí solo y no me pareció complicado. Programar es solo decirle al ordenador lo que tiene que hacer. 

Hoy, 17 años después, Luis García Millán le dice a un móvil que está en el espacio lo que tiene que hacer.

NUNCA HA SIDO UN INGENIERO AL USO

—Nunca he sido un ingeniero al uso, no lo parezco. La gente me dice que tengo que ser de Humanidades, de letras.

Estudió en el Monseñor Miguel Castillejo, después en el instituto Santa Catalina y el Grado de Telecomunicaciones en la Escuela Politécnica Superior de Linares. El máster lo hizo en dos partes, una en la ciudad minera y otra en Alemania, donde su vida cambió. No fue un estudiante de matrículas de honor. Conforme fue creciendo se conformó con aprobar, con salvar el expediente. No estaba motivado, lo que minaba su capacidad de superación.

—Mi motivación llegó cuando entré en la Agencia Espacial Europea. Descubrí que mi vocación es el espacio, la investigación espacial y fue cuando empecé a trabajar duro.

Fue en Giessen, a unos cincuenta kilómetros de Frankfurt, donde cursó su segundo año de máster. A él le hubiera gustado ir a Suecia de Erasmus, pero el destino le tenía preparada otra experiencia, más acorde al espíritu aventurero y explorador de este jiennense. Después de casi dos años en Alemania, apenas si chapurrea cuatro palabras, lo justo para ir a comprar al supermercado y pagar con tarjeta. Toda su formación fue en inglés, que a pesar de dominarlo en algunos momentos le puso en un aprieto.

Una vez más, su padre guió sus pasos y él siente que su madre, ya fallecida, los observa orgullosa allá donde esté y le empuja a no flaquear en su tesón.

—Me dijo que allí estaba la Agencia Espacial Europea y que intentara trabajar en ella, así que cuando escribí la carta de motivación puse que quería hacer el trabajo de fin de carrera en la Agencia.

Pero su entrada no fue por esa vía. Fue por la del común de los mortales, enviando el currículum. Se suscribió a sus newsletter y la semana que comenzó a buscar una empresa para hacer el trabajo de fin de máster le llegó la oferta de que estaban buscando un programador de Android, justo lo que estaba haciendo Luis García. 

—Eché el currículum y a los cuatro días me contestaron que estaban interesados en hacer una entrevista.

Estaba en Jaén de vacaciones, se acababa de levantar y la entrevista la hizo en el salón de su casa, con la cámara encendida, una camisa blanca y el pantalón del pijama. Al otro lado, solo voz, nada de imagen. Eran cuatro personas, un irlandés, un sueco, un italiano, un español.

—Empezó a hablarme el irlandés, que tiene un acento algo complicado, y durante esos quince minutos que me estuvo explicando cuáles serían mis funciones estuve cazando moscas. 

Pero algo mágico sucedió. El día de Reyes, amargado por estar de nuevo en Alemania, lejos de casa y de la magía de un día tan especial, le llegó el mejor regalo a modo de correo electrónico. Había sido seleccionado. Un joven estudiantes de Linares, que por entonces ni sabía que España tenía un astronauta, sin tener ni idea de nada del espacio, entró a trabajar en la Agencia Espacial Europea para hacer, totalmente solo, una aplicación.

SU EXPERIENCIA EN LA AGENCIA

El 15 de marzo se incorporó, aunque dos semanas antes se plantó allí para ir familiarizándose con su nuevo puesto de trabajo. Recuerda ese primer día, cuando aquel irlandés que se lo había hecho pasar tan mal en la entrevista le hizo una visita guiada por las instalaciones. 

—Yo no sabía nada del espacio hasta el punto que le pregunté si había algún astronauta español.

La cara de sorpresa con la que le miró bien se la puede imaginar el lector. Meses después conoció a Pedro Duque, el que hoy es ministro, aunque nunca le llegó a contar aquella anécdota, como otras tantas que ha tenido. 

—Aquel día descubrí un mundo de ciencia afición del que me enamoré.

Supo que ya no iba a sacar ningún cinco más. Llegaba a las siete de la mañana el primero y se iba a las nueve de la noche. Le encantaba y le encanta lo que hace, estaba maravillado. Conocer algo nuevo y convivir con astronautas era una experiencia impagable. Estuvo seis meses de prácticas y otros nueve contratado como autónomo dos días a la semana para desarrollar la aplicación que hoy orbita en el espacio. Es MobiPV, un visor de procedimientos que da al astronauta la posibilidad de trabajar con un dispositivo Android en su muñeca que les ayuda a ahorrar tiempo y trabajar en red con la Tierra.

Al principio no fue fácil. Libros de quinientos folios, protocolos y un sinfín de siglas que no conocía le abrumaron los primeros días. Pero paso a paso, poco a poco, la hizo. Hasta que consiguió el 'ok' de la NASA fue un camino duro a la par que ilusionante. Recuerda ese día que se testeó desde el Space Center Houston, de la mano del astronauta danés Andreas Mogensen, monitorizando parámetros desde Colonia y otros equipos de expertos conectados desde el sur de Alemania y Holanda.

—El test duró seis horas y lo pasé muy mal. Estaba como en las películas con la pantalla grande viendo al astronauta hacerla funcionar.

DEL ESPACIO AL MUNDO EMPRESARIAL

La Agencia Espacial Europea le ha cedido los derechos para poder comercializar la aplicación y lo hace con su nueva empresa Sol Galaxy. ¿En qué consiste? Todos, en algún que otro momento de su vida, habrán visto cómo grandes empresas tienen manuales infinitos que establecen todos los procedimientos de trabajo. Documentos en papel que nadie se acaba leyendo pero que pueden llegar a provocar errores si no se aplican correctamente. Su producto es una aplicación en móvil con un formato vivo que te requiere que vayas haciendo los pasos uno a uno. Con ella, otras personas pueden ir controlando los trabajos que se están realizando en cada momento, ya que todo queda grabado en la nube, al igual que ahora se hace desde el espacio.

Luis García Millán sabe que por ahí está el futuro, por la realidad virtual, por la realidad aumentada, y en esa línea trabaja. En esta aventura empresarial no está solo. Su sociedad limitada cuenta con un socio y el apoyo de dos profesores de la Universidad de Jaén. Son José Manuel Pérez Lorenzo, y Juan Carlos Cuevas Martínez y Salvador García García. Además, la empresa es EBC Spin Off de la Universidad de Jaén. La gente ya se está interesando y han mantenido reuniones con empresas importantes del sector aeroespacial y de la automoción, entre otras. 

DESDE JAÉN SE PUEDE HACER CUALQUIER COSA

A Luis le acompañó, durante un tiempo, ese extraño e incomprensible sentimiento de inferioridad que tienen muchos jiennenses y andaluces. 

—Venimos de una tierra muy humilde y somos los últimos de Europa, siempre lo hemos sido. Tenemos mucho potencial para ser los primeros pero seguimos siendo los últimos. ¿Por qué? Por ese sentimiento de inferioridad.

En su estancia en Alemania comprobó que es totalmente infundado. Pasó de tener un seis en la carrera, de ser un estudiante "malo" como le decían algunos de sus profesores en Linares, a ser el primero de la clase. Allí se dio cuenta del talento jiennense y de la completa formación y educación que se obtiene en Andalucía. 

—La diferencia de nivel era abismal. En aquel momento pensé que somos de los jóvenes mejor formados de Europa. Realmente valemos mucho más. He vuelto aquí, con la mentalidad de haber sido el primero es cuando se nota el cambio. 

Y no son meras percepciones de este ingeniero. De los veinte que cursaron sus estudios a la misma par que él, todos procedentes de diferentes universidades del mundo, al único al que ofrecieron un trabajo fue a Luis García Millán. La pasión y las ganas de hacer cosas le han llevado hasta donde está hoy en día. A copar titulares de prensa y con una implicación social que le llevó, por ejemplo, a participar en la acampada del 15M sin apenas tener 18 años. Siempre ha sido una persona muy preocupada por la sociedad que le rodea, activista, hasta el punto que entró en Podemos, partido al que ya no pertenece. 

Su implicación le lleva a dar charlas en institutos hablando del espacio y mediante la Agencia Espacial Europea (ESA) ha organizado un evento especial para llevar el espacio a toda la geografía provincial. Con esta oportunidad surge la idea de organizar el evento #SpaceTalks Jaén y poner a Jaén en el mapa espacial junto a ciudades como Londres, París o Frankfurt. Este evento traerá a profesionales del mundo espacial a nuestra ciudad para hablar de un tema que es parte de nuestro día a día y está presente a través de la televisión o el GPS. El lunes es el día grande. 

Es miércoles y la entrevista apremia porque el ticket de la zona azul agota su límite. Tras una hora de conversación ya lo sabemos: Luis García Millán de mayor quiere ser uno de esos hombres que cambie el mundo y lo haga mejor. Y lo quiere hacer desde Jaén.

—Yo soy de los de piensa en global desde lo local y, por eso, estoy en Jaén. Quiero dejar huella.

Está haciendo la revolución a su manera, motivando a la gente joven a ampliar miras. Por eso tiene su propio canal de Youtube y explica ciencia a través de las redes sociales. Lo hace de forma tan original como que en la Feria de San Lucas midió la masa de la Tierra utilizando la barca vikinga entre chato y chato. Pero no solo eso. De la mano de Víctor Figueroa, graba programas de podcast de emprendimiento.

Su padre, ya jubilado, no quería que se volviera a Jaén. No le ha hecho caso porque él es el hombre que quiere cambiar el mundo desde Jaén. La semana que viene marchará a San Francisco a rodearse de emprendimiento y casos de éxito. Conocerá Google, Appel, Facebook, Intel, Airbnb... Es un viaje para aprender, como todo su camino. Pero esta vez lo hará con la cabeza alta y con el orgullo de proceder de una tierra humilde llena de talento. Con 50 años se ve en Jaén, sabiendo que su aplicación no solo se ha quedado en la Estación Espacial Internacional sino que ha ido a la Luna, que se ha creado un estándar mundial de procedimientos para sustituir el papel y los pdfs, dando empleo y clases en la Universidad, cambiando... Think global, act local.

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