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¿Emprendimiento vs Ética o Emprender con ética?

Por Ana Belén Mudarra Fernández - Noviembre 27, 2021
¿Emprendimiento vs Ética o Emprender con ética?
Un aula de Infantil vacía. Foto: Junta.

En los últimos días se ha puesto de manifiesto un dilema con la nueva Ley de Educación que pretende restar protagonismo a algunas de las asignaturas, que hasta el momento se cursan en Educación Secundaria Obligatoria, para trasladárselo a otras materias hasta el momento de carácter formativo secundario. Es aquí donde se pone de manifiesto el problema causado por la eliminación de la asignatura de Ética que hasta el momento se impartía en diferentes niveles de Secundaria y con la cual se pretendía dar al estudiantado herramientas tanto de autoconciencia como de critica con el fin de formar ciudadanos capaces de vislumbrar los diferentes valores y trasladárselos a sus congéneres.

Este hecho, restará al estudiantado herramientas básicas necesarias para la convivencia en igualdad y valores, en una época donde estas capacidades son más necesarias que nunca dado el alto nivel de deshumanización en el que nos encontramos como consecuencia de la perdida de importancia del trato entre conciudadanos, de la crisis de valores y del incremento del uso desproporcionado y descontrolado de las nuevas tecnologías, que está causando graves problemas de dependencia de las mismas entre los más jóvenes. Todo ello, nos lleva a considerar necesario el hecho de que los más jóvenes sigan formándose en valores y, por supuesto, en ética, es decir, ahora es el momento de formar a las futuras generaciones en el reconocimiento de sus emociones y en la capacidad de criticar, desde su autoconocimiento y desde el conocimiento de su entorno, los hechos, actuaciones y situaciones que ocurren en su día a día.

Pero, por otro lado, se encuentra el hecho, que se tiene que alabar, de dar más protagonismo al emprendimiento. Esa materia que, aunque no obligatoria, tantos profesores de Secundaria veían necesaria hacérsela llegar a sus estudiantes.
Antes de nada, felicitar todo el esfuerzo que esos profesores han realizado durante años restando tiempo de sus propias asignaturas para hacer entender a su alumnado la importancia de emprender, ya que, como nosotros tanto decimos: “Emprender no solo es poner una empresa en funcionamiento, sino que va mucho más allá. Ya que emprender simplemente consiste en ponerse a andar”; y estos profesores con sus hechos demostraban ser verdaderos emprendedores o, siendo más exactos, interemprendedores. Gracias por contar con nosotros y esperamos que, ahora que todos vuestros esfuerzos se han visto recompensados en esta nueva Ley, donde se le da un mayor protagonismo al Emprendimiento, sigáis contando con nuestra experiencia para hacérsela llegar a vuestro alumnado.

Pero, aunque os felicite también debo de advertiros, ya que os llega una ardua labor a la que tenéis que hacer frente, y es: ¿cómo vais a formar a empresarios que sirvan como motor de arrastre de la economía sin conocer, por un lado, cuáles serán los futuros productos que necesitará la población y, por otro lado, si esos futuros empresarios no se conocen a si mismos?

Si aún algún lector sigue interesado en mis humildes reflexiones, le tengo que hacer entender que, cuando me atrevo a poner en cuestión el hecho de que los jóvenes no se conocen a si mismos, me refiero a aquello de su personalidad que va más allá de la simple imagen que ven en el espejo y que pretenden mejorar para ponerla en sus selfis. Me refiero a cómo son ellos, qué valores tienen, cómo se diferencian de los demás, por qué deben ser escuchados y a quién deben escuchar, en resumen, me refiero a cómo es su psique y su inteligencia emocional.

Desde esta perspectiva, si el adolescente conociera cómo es su inteligencia emocional seria capaz de distinguir cómo es, cómo debería ser y quién quiere llegar a ser. Si esta capacidad la tuvieran de forma innata no serían fácilmente manipulables y podrían distinguir entre lo que realmente le aporta valor a su vida, aunque no sea fácil de hallar ni conseguir, y lo que de forma fácil se le pone en sus manos focalizando una falsa realidad que no les crea valor ni tan siquiera les permite sentirse autorrealizados. Es más, esa capacidad les permitiría detectar qué necesita la sociedad y vislumbrar el modo de aportárselo.

¿Podrían los empresarios ser “buenos empresarios” si no tuviesen emociones o no supieran controlar su propia inteligencia emocional? La historia demuestra que nadie está exento de poder sufrir problemas de inteligencia emocional. Este fue el caso de grandes genios como Van Gogh, Nietzsche o Newton, que, aún siendo algunas de las personas más influyentes de la historia, no consiguieron en vida alcanzar las dulces sensaciones del éxito, sufriendo, en muchos de los casos, penas y pobrezas que los convirtió en verdaderos desdichados. Y si los grandes genios tuvieron problemas relacionados con la inteligencia emocional, los jóvenes emprendedores no van a ser menos. Este hecho se ve incrementado si tenemos en cuenta la “Montaña Rusa” que es la vida del emprendedor. Y es que nadie dijo que esta sea fácil, de hecho, el tener que caerse y levantarse cientos de veces es capaz de provocar que nuestros emprendedores puedan sentirse, muchas veces, desanimados, pero es ahí, junto con sus sueños, donde encuentran las fuerzas para seguir luchando en el afán de un negocio que les permita no solo autoemplearse sino también ser motor económico de su localidad.

Sin embargo, no todo el mundo posee la capacidad de soñar y, mucho menos, la capacidad de tener sueños lúcidos que se puedan convertir en realidad. Y es que esta capacidad no es innata, no aparece y desaparece según convenga, no es un don como algunos gurús promulgan. La capacidad de soñar se basa en saber qué es lo que uno quiere conseguir y conocerse lo suficientemente bien como para transformar esa característica que nos diferencia de los demás en un servicio o producto que aporte valor para la sociedad.

Entonces, ¿dónde está el misterio de la cuestión? ¿Por qué no todo el mundo es emprendedor? La solución no está en otro sitio que en conocerse a uno mismo y en saber poner en cuestionamiento o “crítica” las características propias como ser humano y como profesional, al mismo tiempo que tenemos que lidiar con nuestros propios sentimientos. Es por esto que, en la actualidad, y más que nunca, se debe de formar en emprendimiento al alumnado, ya que es el motor de arranque de cualquier economía, pero sin olvidar las emociones que son las verdaderas razones que consiguen motivar a la persona para ponerse en funcionamiento.

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