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"A la gente hay que devolverle su confianza con trabajo y honestidad"

Por Javier Cano - Mayo 14, 2023
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Miguel Manuel García Moreno (Villargordo, 1990) inaugura hoy La otra cara de la política, una sección pensada para conocer a fondo a quienes optan a ponerse al frente de los ayuntamientos de la provincia. Cercano, sencillo, humilde y directo, el alcalde de Villatorres se somete a su entrevista más personal

Entre los escenarios sentimentales preferidos por la gente del municipio, el histórico cortijo del Torrejón se lleva la palma. A su abrigo (por más calor que destile esta mañana de mayo), al candidato por IU a la reelección se le ve relajado, cómodo, en su terreno.

Sin bastón de mando entre las manos ni venera en el pecho, uno de los regidores más jóvenes de la provincia habla de valores, solidaridad, música, deporte y, sobre todo, de amor a su pueblo. Un perfecto candidato (si se pudiera vivir hacia atrás) para un cuadro de Cerezo.

—¿Cómo ejerce usted de villargordeño? ¿Qué hay en su carácter, en su forma de estar en el mundo, que lo convierte en un ciudadano de Villatorres reconocible, evidente?

—Como bien ha dicho, estamos en un paraje que guarda muchísima simbología para la gente de aquí, y esto está relacionado con la pregunta que me acaba de hacer. Quiero pensar (y de hecho cada vez que tengo la oportunidad de decirlo lo hago, con orgullo) que mis raíces están asentadas en este pueblo porque se parecen a lo que sienten la mayoría de mis vecinos: a la solidaridad, a la manera de entender a los demás, al arraigo por la cultura, por las tradiciones... A todo eso que creo, humildemente, que hace que nos podamos sentir orgullosos de esta tierra, de Villatorres. Eso es lo que me une, principalmente.  

—Arraigo... ¿Ha sido usted feliz toda su infancia, su adolescencia, su juventud, en Villatorres? 

—Bueno, lo primero que te voy a proponer, que lo acabo de oír, es que lo de "usted" vamos a evitarlo: me siento incómodo cuando me tratan de usted.  

—Apeado queda el tratamiento. Hablábamos de su felicidad y de Villatorres...

—Sí, he sido muy feliz, soy y espero serlo, por supuesto: mi infancia, mis amigos, mis vivencias, todo evoca este municipio, esta tierra, y desde luego solo tengo recuerdos buenos de mi pueblo.

—¿Nunca se le pasó por la cabeza poner tierra de por medio, buscar otros paisajes? A mucha gente le pasa. ¿Es que es feliz aquí?

—He tenido la oportunidad (por motivos de estudios en Granada), y seguramente mi futuro hubiera sido diferente al que tengo, a la realidad en la que estoy ahora, pero bueno, por unas razones u otras al final acabé en la Universidad de Jaén, no necesité desvincularme de mi pueblo y aquí estoy. Espero y deseo que si algún día (por motivos laborales, por motivos familiares o por cualquier otra razón) tengo que dejar esta tierra, volveré siempre que pueda. ¡Siempre la voy a llevar conmigo!, eso lo tengo claro. 

—Otro futuro, otra realidad, Miguel Manuel. Dicen las buenas lenguas que la música es muy importante en la vida del alcalde de Villatorres; lo mismo se ha perdido por el camino una superestrella...

—Tenéis que buscar otras fuentes, porque os han engañado [ríe]. Mis respetos hacia los músicos profesionales, yo soy un amante de la música, es verdad que me gusta mucho; me gustaría aprender a tocar incluso otros instrumentos y, por encima de todo escucharlos en directo, pero como mucho solo me puedo permitir, muy de vez en cuando, aporrear con saña las cuerdas de una guitarra, ¡y de vez en cuando suena! Solo eso. Como amante de la música puede ser, como músico no... Ojalá. 

—Tras currarse dos carreras (Educación Infantil y Educación Física), a ver: ¿qué hace un maestro de escuela en política? 

—Tengo que decir que fue casi casualidad. Hasta bien pasada la adolescencia no era un tema que me tocara, y no porque no lo tuviera cerca, porque mi padre, durante mucho tiempo, ha sido concejal, pero es cierto que él nunca ha intentado (tanto a mí como a mi hermana) que eso, en mi casa, fuera un debate, una imposición; al contrario, siempre nos han dejado libertad para expresarnos y para sentir lo que creamos oportuno. Pero sí es cierto que de una manera quizá más indirecta nos transmitían esa conciencia de clase. Quiero verlo así, quiero creer que es así.

—Un poco por casualidad y otro tanto, por causalidad, entonces.

—En el año 2011, yo todavía estaba en la Universidad, terminando mis estudios, mi primera carrera, y Sebastián López, el anterior alcalde, se postulaba como tal para las elecciones municipales en esa Navidad, todavía 2010. En mi casa, me lo propuso: "¿Quieres participar con nosotros, echarnos una mano?".

—Y la respuesta fue...

—No me lo pensé, dije que sí sin tener ni idea de lo que eso suponía y bueno, él recuperó la alcaldía. Mis primeros años fueron echándole una mano en temas de fiestas, en la comisión de Festejos. Tengo que decir, además con mucho orgullo, que me encomendó la tarea (que no era fácil por aquel entonces) de volver a echar a andar la Escuela de Verano aquí en el municipio; yo lo tenía fresco, mis estudios eran muy parecidos al tema que había que tratar y fui yo el que hice el proyecto para que volviéramos a tener financiación y a recuperar ese servicio de escuela de verano que hoy en día atiende a ciento cincuenta niños durante los meses de julio y agosto. Ahí empezó todo, mi vinculación con la política; principalmente con la política municipal. Luego di un salto que ni mucho menos tampoco lo esperaba. 

—Un salto a la política provincial, ¿verdad?

—Correcto; eso fue ya en el año 2015, ahí ya sí salí elegido concejal, en este caso ocupé la tenencia de alcaldía, y fue mi grupo, Izquierda Unida, quien obtuvo un diputado en la Diputación Provincial de Jaén; me propusieron para representar a nivel provincial a mi grupo y tengo que decir que acepté casi casi a regañadientes, porque estaba solo, era el más joven de todos mis compañeros, de los veintisiete hombres y mujeres que conforman el pleno de la Diputación, y era un reto que ni mucho menos esperaba; no me veía capaz de poder afrontarlo.

—Pero pudieron más las ganas, al final.

—De hecho tengo que reconocerlo, y no me pesa: los primeros meses fueron realmente duros. Eso sí, me supuso un aprendizaje que de ninguna otra manera podría haber adquirido. Y una perspectiva, la política local es muy absorbente y algunas veces no te deja ver más allá lo que hay tras este término o cualquier otro, pero estar allí te da una perspectiva de la realidad de la provincia que posiblemente no podría haber tenido si no hubiera participado. 

—¿Buen sabor de boca de aquella experiencia?

—Desde luego. Para mí fueron unos años muy buenos, fui feliz haciendo mi trabajo, viajando por todos los pueblos de la provincia, la conocí de una punta a otra, que hasta entonces no había tenido esa oportunidad de conocer las necesidades, las carencias que hay en unos sitios y en otros, y para mí fue todo un autoaprendizaje, que creo que son las cosas que al final se quedan, cuando uno aprende prácticamente solo y casi sin ayuda, aunque la tenía. Guardo muy buenos recuerdos (y esto me parece correcto decirlo hoy) de mis compañeros de otros partidos, de gente que me ayudó, que me asesoraba, con la que podía contar para pedirle opinión de cualquier tema. Y ahí estaban. Digo esto porque en estos tiempos sabemos que la política está tan denostada... 

—Eso le honra, alcalde. 

—Guardo muy buenos recuerdos y sigo teniendo muy buenos amigos, que no comparten mis siglas pero creo, estoy convencido de que comparten un profundo amor y responsabilidad por lo que hacen y por su pueblo. Para mí, eso es suficiente. 

—Hijo de concejal, ¿hijo también de maestros, o eso es vocación propia? ¿Es Miguel Manuel García Moreno el primer docente de su casa?

—De mi casa sí; es cierto que mi padre, esa etapa que tuvo como concejal la ha compaginado siempre con su profesión: él es agricultor, a mucha honra por cierto. Mi madre ha trabajado fuera, pero ahora se dedica a las tareas del hogar, una vivienda humilde, como la mayoría de los hogares de esta tierra. Pero es cierto también que tengo otra parte de la familia que si está vinculada a la enseñanza (mi tía, la hermana de mi madre; mis primos...; hay algo en la sangre que a muchos de nuestra familia esa vocación les nace).

—¿Arrepentido de cambiar las aulas por la briega municipal?

—No te lo voy a negar, la verdad es que lo echo de menos. De vez en cuando lo echo de menos, pero nunca me he arrepentido. Ha habido días, los hay y probablemente los habrá, que uno se lo replantea todo, uno de esos días que absorbes una cantidad de problemas y de dificultades que te hacen replantearse esta situación, pero no, de ahí a arrepentirme... Tengo muy claro lo que hago y lo que quiero, esta es una vocación que conocí después y adquirí después de la docencia pero ni mucho menos me arrepiento de esa briega municipal, como dices, a la que estamos expuestos día a día. 

—Y eso que le ha tocado vivir, como alcalde, periodos tan intensos como la pandemia. Es inevitable hablar del Covid, que ha marcado un antes y un después en la vida del mundo. ¿De qué manera ha marcado su forma de trabajar? ¿Qué recuerdos conserva más vivos en su memoria de esos días terribles, parafraseando a Silvio Rodríguez?

—Antes te he hecho referencia a un hito, que es cuando fui elegido diputado, esos primeros meses del verano y el otoño de 2015, que para mí se queden. Y es este es otro hito, desgraciadamente. ¿Por qué?

—¿Por qué, por qué?

—Porque creo que mostró lo vulnerables que somos como seres humanos, y en el caso que nos tocó vivir a mí y a mis compañeros, una responsabilidad que yo la comparo con estar asomado a un precipicio. Todos los días hay muchos problemas, dificultades, y los seguirá habiendo, la gestión municipal es la más cercana al ciudadano, todo el mundo quiere que le resuelvas pronto sus problemas, pero siempre encontramos la fórmula de hacerlo. En ese momento no la teníamos y mostró de verdad lo que éramos. Pero aún así, y honrando como no puede ser de otra forma a todas las víctimas que se llevó por delante el Covid, yo me quedo con lo positivo.

—"Fueron los días más duros de mi vida", se le ha podido escuchar en alguna ocasión. 

—Por desgracia, Villargordo, al principio, en el mes de marzo de 2020 y en el mes de abril, fuimos noticia tristemente; a finales del mes de marzo, el viernes de Dolores, no lo olvidaré, creo recordar que el 27 o 28 de marzo, teníamos ocupada una planta entera del hospital de covid, solo Villargordo. Me llamó el director del centro de salud para informarme de esa situación, de que estábamos completamente desbordados, de que había barrios enteros (por entonces todavía no se hacían pruebas, no sabíamos el alcance), pero sí sabíamos que había un problema muy serio. Y ahí creo que tocamos fondo, pero no nos vinimos abajo.

—Y el pueblo, ¿qué tal respondió a la situación?

—La verdad es que tuve la oportunidad de dirigirme a los vecinos, de explicarles la situación; no me andé con rodeos, lo entendieron, les pedí ayuda y nos la dieron, en todos los sentidos, porque por desgracia también tengo experiencias de otros compañeros y compañeras que en otros pueblos no han tenido la mano de los vecinos, y hubiera sido imposible hacer todo lo que hicimos si no es gracias a la ayuda de los vecinos, que se unieron y entendieron la solidaridad y el estar unidos estaba por encima de todo. Quiero pensar que salimos más fuertes también gracias a eso, a la unión y el compromiso de todo un municipio.  

—Gracias a la cooperación entre las personas.

—Correcto. 

—La cooperación, por cierto, es otra de las inquietudes del alcalde de Villatorres, que ya es un rostro conocido en las 'calles' de los campamentos saharauis, por poner solo un ejemplo. ¿Qué impulsa a una persona con su vida prácticamente definida a introducirse en este mundo de la cooperación internacional?

—También lo voy a reconocer: las primeras veces, casi por curiosidad. Uno ve en los medios de comunicación (cada vez menos se ven) las condiciones en las que están en otros sitios, en otros pueblos, y hay veces que no te lo crees. Vivirlo en primera persona (esa curiosidad que siempre he tenido, tengo y quiero mantenerla) me hizo viajar por primera vez a los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, en Argelia, en el desierto del Sáhara, y de ahí en adelante todo lo que he hecho ha sido por un convencido compromiso, no puede ser de otra manera. Creo que esa experiencia le influye prácticamente igual a todo el mundo que visita un campamento de refugiados, o bien otra región del mundo, que por desgracia hay muchas que no son tan afortunadas como la nuestra.

—Todo un bofetón para la conciencia...

—El simple azar de haber nacido, como nosotros, mil quinientos o dos mil kilómetros más al norte nos hace no tener unas situaciones infrahumanas: no hay otro calificativo. Y ese compromiso ha sido el que a mí siempre me ha motivado (últimamente me ha motivado participar en estos proyectos de cooperación y lo voy a seguir haciendo). Creo que vamos a tener la posibilidad, al final del verano, de viajar a Burundi con unas asociaciones con las que participamos, con Mensajeros de la Paz y con Cruz Roja; esa es una línea roja.

—¿Una línea roja?

—Sí, hay algunos vecinos que nos lo han cuestionado, y yo les pido que hagamos el sencillo y algunas veces importante esfuerzo de ponernos en los zapatos de los demás. Nosotros, todos, tenemos problemas, todos, en nuestro día a día, y no creo que yo sea quien para juzgar cuáles son más importantes unos de otros. Pero cuando no tienes qué comer, un sitio donde poder dormir o vivir dignamente, hay que estar ahí. Del presupuesto que tiene un ayuntamiento (en nuestro caso más de tres millones de euros), destinar cuatro, cinco o seis mil euros a mejorar un poquito la calidad de vida de esa gente que está completamente olvidada de la mano de Dios, para nosotros es una línea roja que espero que nunca se pase. 

—Potenciar la empatía, esa misma que llevó al alcalde a encabezar una delegación e introducirse en territorio de conflicto en Ucrania, casi entre el ruido de las bombas. Incluso a traerse a gente desamparada de allí y darle cobijo en Villatorres. 

—No me gusta decir, porque no lo creo así, lo de encabezar. Yo fui uno más junto a otros tres compañeros que todavía a día de hoy siguen demostrándome el compromiso que tuvieron en su momento y que mantienen. Esa fue una experiencia que nos marcó a todos. Nosotros no oímos por suerte el ruido de las bombas, entramos dentro de Ucrania, estuvimos en la frontera oeste..., no oímos el ruido de las bombas pero no hizo falta.

—¿Algún recuerdo, un momento difícil de olvidar?

—La experiencia fue bastante dura, sobrecogedora, todavía recuerdo que nada más llegar me dieron un bebé, no tenía más de tres o cuatro meses, la madre venía exhausta de estar todo un día andando por la nieve y por el barro, en la frontera, imaginaos esa situación. Llegas a un sitio, no te conocen y de repente le quitas el niño para atenderlo (yo no, un voluntario de Acnur), se lo quita a esa madre y nos lo da a nosotros. Imagina el terror que puede llegar a sentir esa criatura (me refiero a la madre), completamente expuesta, sin nada de un día para otro.

—Todo eso curte, endurece...

—Se vivieron situaciones muy difíciles, no las olvido. Eso, ¿qué nos hizo? Por lo menos a mí, reforzar esa empatía que has dicho, ese compromiso que a día de hoy espero seguir manteniendo. Se subieron en la furgoneta ocho personas (imaginaos lo que eso es, pensadlo solo por un momento: ocho personas en un coche con cuatro desconocidos, atraviesan Europa sin saber nada...) Confiaron en nosotros y han estado viviendo aquí mucho tiempo, de hecho dos de ellas vivieron conmigo en mi casa durante unos meses hasta que conseguimos encontrarles una vivienda. Algunos ya se han vuelto, pero ahora mismo de esos ocho quedan tres que son uno más de este pueblo y uno más de mi familia, para mí son... De hecho, están invitados a mi cumpleaños.   

—Les abrió la puerta de casa...

—Te lo digo con modestia, pero te lo digo también con orgullo, no me pesó. Tenemos una casa, un plato de comida para darles. Yo creo que si todo el mundo tiene las condiciones para hacerlo, puede hacerlo. No es falsa modestia ni nada por el estilo, es que no me considero especial por haber hecho eso. Simplemente empatía. 

—¿Su cumpleaños...? Eso de que a cada momento le destaquen a uno su juventud debe de sentar la mar de bien, ¿verdad?

—Sí, y no sienta mal, aunque yo les digo que ya las canas van traicionando un poco, pero bueno. 

—Decía el Che Guevara que la juventud tiene que crear, que una juventud que no crea es una juventud anómala. ¿Qué ha creado Miguel Manuel para su pueblo, qué ha aportado a los vecinos y vecinas de Villatorres desde su llegada al Ayuntamiento?

—Pues mira: estabilidad, y después de eso todo lo demás. El simple hecho de que uno se esfuerce (junto con mis compañeros, porque tengo que decirlo, yo sin ellos no soy nada), el conseguir que las cosas vayan bien, que los proyectos vayan saliendo adelante, también con nuestros errores (somos seres humanos y cada uno en su casa se equivoca y de cuatro o cinco decisiones que toma, una o dos son acertadas); pero a pesar de todo eso, el simple hecho de conseguir que el Ayuntamiento esté saneado, que tenga estabilidad, que las cosas que nos proponemos (tarden más o tarden menos) salgan adelante, para mí es el mayor éxito que he podido conseguir.

—Satisfecho, pues.

—No pretendo que esta entrevista hable de los logros, la gente sabe lo que se ha hecho con las circunstancias que ha habido; hemos tenido una legislatura que no ha durado cuatro años, un año y medio lo hemos dedicado en cuerpo y alma al Covid. A pesar de todo eso, el municipio está sufriendo un constante cambio, a mejor, que valora todo el mundo. Es una visión general que creo que tiene todo el mundo, pero sin perder de vista, nunca, dos temas:

—¿Qué temas son esos?

—Uno, que la gestión pública es siempre una tarea inacabada y dos, que tenemos que ser conscientes de las dificultades que ha habido y seguramente habrá. Después del Covid hemos tenido las consecuencias de la guerra de Ucrania, la inflación, ahora la terrible sequía, en fin, pero aquí estamos, la gente confió en nosotros y tenemos que devolverle esa confianza con trabajo y con honestidad, no lo entiendo de otra manera. 

—Es de bien nacidos ser agradecidos, reza un manido refrán. Paulo Coelho, que además de un escritor de éxito es Mensajero de Paz de Nacionales Unidas, dijo en una ocasión que el buen maestro no es quien enseña algo, sino aquel que inspira a su discípulo para dar lo mejor de sí hasta descubrir todo lo bueno que lleva dentro, en su alma. ¿Qué referentes presiden la conducta de Miguel Manuel García Moreno?

—Los tengo muy claros y muy presentes. He hablado antes de mi padre, y lo sigo manteniendo; de Sebastián López, el anterior alcalde, que ha sido mi padre político y al que todavía le hablo casi a diario, le pido opinión, forma parte también de mi vida política y de mi aprendizaje político, a quien siempre le voy a guardar el mayor de los respetos y mi admiración absoluta. Y hay otra persona que ya no está con nosotros pero que aparte de mi padrino y mi compañero en política, ha sido una persona que me enseñó (no solo a mí, sino a todos mis compañeros) a poner en el centro la honradez y la humildad.

—Seguro que más de un lector de Villatorres ya le pone nombre y apellidos. 

—Andrés Calles, que por desgracia ya ha desaparecido pero al que le guardamos un recuerdo, siempre lo tenemos en cuenta cuando hay que tomar una decisión, cómo se habría enfrentado Andrés a esto, cómo lo habría hecho. Son ejemplos muy cercanos de gente muy sencilla, gente corriente del pueblo, que para mí son verdaderos referentes. Podría hablar de otros, referentes éticos, por ejemplo Antonio Maíllo, nuestro antiguo coordinador, que además de tener una amistad entrañable con él lo admiro e intento, en las medida de mis posibilidades, obrar en la forma que él, le pido consejo muchas veces, a pesar de estar ya fuera de la política. 

—Estos referentes, ¿también lo son a la hora de gestionar sentimientos tan extremos como el rencor, la venganza? Lo digo por momentos como, por ejemplo, aquella pintada en la fachada de casa, que debe de ser de todo menos agradable. 

—Por supuesto que sí lo son. No sé si me creerán o no, pero para mí no existe el rencor, tengo la inmensa suerte de no guardar rencor a nadie, y lo digo de verdad con orgullo. Cuando no guardas rencor, cuando no tienes esas ansias de venganza, incluso de odio... (esas palabras están fuera de mi diccionario y de mi día a día) sientes, además, una libertad tremenda. No quiere decir que no me afecten ciertas cosas, principalmente no por mí, sino por el daño o el perjuicio que se le puede hacer a la gente más cercana a mí: mi familia, mis seres queridos, mis amigos; eso quizá me afecte un poco más, pero de ninguno de los modos en mi manera de ser, en mi manera de actuar día a día el rencor ni el odio van conmigo.  

—Van en el sueldo...

—Hay una manera de entenderlo, y es ponernos el chubasquero e intentar que las críticas, si no son constructivas, resbalen un poco y si son constructivas, son bienvenidas todas. Si un vecino te da su opinión, hay que atenderlo y escucharlo. Si no lleva razón, se le explica, pero si te ayudan a mejorar o a crecer como persona, bienvenidas sean. 

—Hace un rato que ambos tenemos los ojos fruncidos como dos bayetas, el sol no perdona y hay que ir terminando. Pero no sin hablar, precisamente, de la política y su valoración actual entre la gente de la calle, que en muchos casos se ve muy lejos de sus representantes, en otra galaxia. ¿A qué se aferra Miguel Manuel García Moreno para no desfallecer, para no tirar la toalla? 

—Pues la respuesta se parece mucho a lo que te he respondido en la primera pregunta: al compromiso, a la firme convicción de que estamos en este mundo para echar una mano, para ayudarnos. Este es un camino, y hay muchas maneras de hacerlo; yo he elegido este, y de momento los vecinos me están dando la oportunidad de que siga haciéndolo a través de la política. El día que no sea así...

—¿Qué pasará ese día, pero de verdad?

—Elegiré otro camino. Pero mi compromiso (no sé si es correcto que yo lo diga) es así, es mi profunda creencia de que debe de haber servidores públicos que de manera no diría voluntaria o gratuita, pero convencida, se dediquen a velar por los demás, a pensar sobre todo en el orgullo; que el día de mañana, cuando eche la vista atrás, piense: "Puse mi granito de arena, hice algo para que mis vecinos vivieran al menos un poquito mejor que antes". Yo creo que eso es más poderoso que cualquier otro motivo. 

VÍDEO Y FOTOGRAFÍAS: ESPERANZA CALZADO

*Espacio patrocinado
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