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"La crisis social va a durar mucho más que la pandemia de coronavirus"

Por Esperanza Calzado - Octubre 25, 2020
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Conoce la dureza de la calle. Está preparada para emergencias. Estuvo en Lorca prácticamente al día siguiente del devastador terremoto. Jaenera, de La Magdalena, y con tres hijos, estudió Trabajo Social en la Escuela Universitaria de Trabajo Social en Linares, por vocación; la misma que le llevó a trabajar quince años en Cruz Roja y a volcar sus esfuerzos en las personas, en ayudarlas. A pesar de haberse preparado para situaciones límite, ninguna como la vivida este 2020. Porque nadie estaba mentalizado para una pandemia mundial. Ángeles Díaz de la Torre (Jaén, 1981) es concejal de Políticas Sociales, Vivienda y Rehabilitación del Ayuntamiento de Jaén y en sus espaldas, y la de sus compañeros, soporta, con responsabilidad, orgullo y dedicación, el ingente trabajo y esfuerzo que realizan desde la calle Cerón para ayudar a sus convecinos. Pero no es suficiente.

Como ella misma reconoce: "La crisis social va a durar mucho más que la pandemia de coronavirus". Y lo dice con conocimiento de causa. Es jueves por la mañana. En la calle cae una fina lluvia a las nueve, recién abiertas las puertas de la ciudad y, sin embargo, ella ya está atendiendo problemas. Lo primero es lo primero y nos toca esperar, pero lo hacemos con gusto porque sabemos que quien está al otro lado del teléfono tiene una necesidad más imperiosa que este zoom. Tras una pequeña demora, la entrevistamos en la antesala de su despacho, ese rincón desde el que la vocación se transforma en la política que ayuda, la de verdad.

—¿Qué le motiva el dar el salto a la política cuando usted ya era, y es, una mujer muy implicada con la sociedad?

—Mi trabajo es una vocación, pero lo cierto es que cuando llegaba a casa siempre pensaba que era necesaria una transformación más de fondo, más allá de lo que yo hacía. Observas cómo los problemas se repiten, día tras día, y convencida de que las políticas sociales generan transformación, me metí en la política. Nace de esa inquietud de ayudar a familias y saber que es posible generar un cambio.

—Un cambio como, ¿por ejemplo?

—Añadiendo a esas personas dignidad, incorporando transparencia en los procesos y en cambiar conceptos y erradicar estigmas. Cuando una persona acude a los Servicios Sociales inmediatamente se le hace usuario y se le pone la etiqueta, algo que no pasa cuando acude a la Concejalía de Cultura o de Medio Ambiente. Sólo por entrar por estas puertas de la calle Cerón los estamos condicionando y la gente no sabe que la atención social está muy diversificada. No es sólo pedir un vale para alimentos sino que aquí se tramitan las ayudas para la dependencia, los viajes del Imserso, se trabaja la salud y el bienestar social; la integración y la participación en asociaciones, la participación en los problemas de la ciudad y un largo etcétera. Todo eso no está vinculado a problemas económicos en los hogares. Por lo que este departamento poco a poco tiene que desvincularse de esa imagen.

—Una imagen y unos problemas que ha vivido de cerca durante su etapa en Cruz Roja.

—Llevaba 15 años interviniendo con la oportunidad de atender a mujeres con dificultades, a menores extranjeros, población inmigrante, viví la crisis de 2008 desde la atención social... En todas estas áreas e intervenciones he podido detectar que existen problemas de fondo, de calado y creo que desde esta concejalía podemos cambiar cosas. Requiere tiempo, porque son objetivos a largo plazo, pero podemos cambiar las cosas.

—Le pregunto precisamente por esos objetivos porque entiendo que habrán cambiado mucho desde que PSOE y Ciudadanos accedieron al Gobierno municipal. ¿La pandemia ha cambiado mucho esas políticas que tenían en el programa?

—Han cambiado, sí, pero hay asuntos que no he querido dejar aparcados. Por ejemplo, antes de que pasara todo esto ya proponíamos proyectos de intervención comunitaria porque desde 2008 todas las familias que entraron en crisis ya estaban avanzando y podíamos hablar de intervención en barrios. Pero, ahora, hemos vuelto a dar un paso atrás y en vez de trabajar objetivos comunitarios tenemos que volver a dar prioridad a las familias directamente.

Por otro lado, como yo vengo trabajando con sistemas de calidad, en el programa electoral establecimos una mejora de los mecanismos, controlando los plazos, el tipo de solicitudes, tener claros los indicadores y un largo etcétera que pretende mejorar, a la postre, la gestión y la eficacia del departamento e implantar un sistema de calidad no solo en el patronato sino en todos los servicios sociales. 

Pero vamos un paso más allá porque Servicios Sociales no son sólo los municipales, sino que engloba a asociaciones y colectivos de la sociedad porque son parte. El alcalde, Julio Millán, tiene una visión muy amplia y es la que debemos tener porque la transformación social no sólo puede venir de los Servicios Sociales, sino que tiene que ser integral con el resto de áreas. Por eso, cualquier iniciativa o proyecto que acogemos intentamos que tenga participación o incidencia en otras áreas, como la deportiva, juventud, etcétera.

—El objetivo está claro entonces: no sólo dar sino construir junto con todas las concejalías para generar mejoras en la sociedad.

—Exacto.

—Echamos la vista atrás a ese 14 de marzo cuando la capital y toda España amaneció vacía y confinada. ¿Era consciente de lo que se venía encima?

—Estoy preparada en emergencias sociales y jefa de equipo, pero no hay curso que te enseñe cómo digerir esto que nos está pasando. Estuve en Lorca al día siguiente del terremoto, he estado interviniendo en situaciones complicadas pero nada es comparable. No es posible medir todo lo que puede presentarse y todos los problemas que se iban a derivar. No hay curso o formación que te prepare para esto. No sabíamos que iba a durar tanto, ni siquiera que el Estado de Alarma se iba alargando tanto. Pedíamos el cien por cien a los trabajadores y a las organizaciones sin saber cuánto iba a durar y ellos, de forma natural, se iban cansando porque no hemos podido parar apenas. Hoy en día seguimos con la incertidumbre. Nos estamos preparando para lo peor, aunque creemos que no va a venir, pero nos estamos preparando.

—Un ejemplo de ello es el dispositivo para atender a los temporeros que lleguen a la campaña de la aceituna.

—Sí. Estamos ante una campaña totalmente atípica, no sólo por el coronavirus sino por los fenómenos sociales que estamos detectando.

—¿Cuál es la situación actual?

—Los primeros días tuvimos a unas 30 personas en el albergue pernoctando y ahora nos estamos manteniendo entre 14 y 18 personas. Otros años, a estas alturas, ya teníamos la famosa foto de gente haciendo cola a la puerta del albergue. Ahora mismo, teniendo en cuenta que la capacidad máxima se ha reducido a 170 personas, no llegamos ni al cien por cien. Algo que no pasaba antes y este año sí es que los temporeros están llamando antes al Patronato de Asuntos Sociales para preguntar cuándo abrimos. Detectamos situaciones de calle en personas que no quieren entrar al albergue. Mientras tanto, nos preparamos para abrir un centro anejo por si hiciera falta. 

—Es una situación complicada porque ante una campaña medio-alta y tras un año de recesión económica debería haber más temporeros, pero con las restricciones de movimiento y el Covid-19 es menor. Se están preparando no saben muy bien para qué. ¿Es así?

—Ni los propios temporeros saben si vienen o no. Algunos de los que tienen contratos ya han dicho que no vendrán. Así que no sabemos muy bien a qué nos vamos a enfrentar. 

—Durante el Estado de Alarma, el albergue ha tenido una función mucho más amplia.

—Cada albergue se abre y certifica para un objetivo. No podemos reinventar su uso de un día para otro, pero esta vez acogieron a personas que se quedaban en la calle durante el confinamiento y el Estado de Alarma y no las podíamos echar. Teníamos que buscarles soluciones. Tengo que reconocer que en todo este tiempo nos hemos visto bastante solos, no hemos tenido apoyo de la administración regional. Nos llegó una partida del Gobierno central de 390.000 euros al inicio que se esfumaron muy rápido porque tuvimos que desinfectar, comprar epis, máquinas de ozono y readaptar el centro, convertir la cocina en cátering y un largo etcétera. Seguimos esperando ayuda y seguimos solicitándola con la mayor de las lealtades, que es lo que está de moda ahora, pedir con lealtad. Ahora hemos pedido las pruebas PCR para el albergue.

—¿Ahora cómo se hace?

—A todo el que llega se le observa si tiene algún tipo de síntoma y si presenta alguno lo enviamos al centro de salud del distrito, de Belén y San Roque, cuyo personal es magnífico y siempre ha estado presto a ayudarnos. Pero todavía hay flecos que perfilar porque, por ejemplo, tenemos que establecer un protocolo de horario de entradas para que esté la enfermera en ese momento, por ejemplo.

—Hablamos de lo malo pero la pandemia ha sacado la cara más solidaria de la sociedad jiennense.

—La verdad es que no había tiempo suficiente en el día para atender todos los ofrecimientos de ayuda que nos han llegado desde todos los ámbitos de la sociedad. Todo el que ha querido colaborar le hemos dado forma. Si alguien quiere ayudar en esta crisis le hemos dado la opción para hacerlo, como pasó con el ofrecimiento de los restaurantes, porque no todos estaban preparados para colaborar. Lo que no se nos ofrecía es verdad que con sólo descolgar el teléfono y pedirlo nos lo daban, desde asociaciones a empresarios y toda la sociedad en general. La gente lo ha hecho desde el corazón, sin contrapestación, de forma desinteresada. No puedo decir que hayamos podido llegar a todos porque hay personas que lo están pasando mal y todavía no han venido a solicitar nada. Así que todavía no podemos conocer la realidad exacta de esta crisis.

—¿Qué necesidades se detectan ahora?

—Ahora mismo las solicitudes están dirigidas a prestaciones estables y alargadas en el tiempo. Igual que antes venían las solicitudes de alimentos ahora lo que se pide es el Ingreso Mínimo Vital o la Renta Mínima de Inserción, para lo que estamos ayudando en los trámites porque no tenemos competencias. Lo que demandan las familias es acudir lo menos posible al Patronato con mecanismos como las tarjetas monedero, que han funcionado muy bien porque han podido ir a cualquier establecimiento sin problema. Hacia ese modelo debemos avanzar.

—¿Qué tipo de ayudas tiene el Patronato?

—Son de tres tipos. Se puede dar una ayuda de emergencia, realizar un proyecto de intervención o a través de microproyectos de inserción sociolaboral. Lo que hemos hecho es poner al día las ayudas de 2017, 2018 y ya vamos por 2019. Eran ayudas que se aprobaban pero no les llegaban a las familias y ya estamos solucionando ese problema. Ahora, lo que queremos con las actuales es incrementar la ayuda pero dándole dignidad de manera que se alargue durante tres o cuatro meses y que vayan acompañado de un itinerario formativo y de aprendizaje que se certifique desde el Ayuntamiento. El problema de estos microproyectos es que no podemos empezar con todos los que nos gustaría porque el consistorio no dispone de liquidez, así que lo iniciaremos con grupos más pequeños. Esto es hacer política, esto es una manera de cambiar las cosas. No es el camino más fácil, ni el más corto, pero queremos transformar y dar dignidad.

—Usted vivió la crisis de 2008 desde Cruz Roja, ¿es comparable con esta?

—Todavía no la estamos viviendo todavía. Ahora nos están llegando empresarios que no encuentran solución y sabemos que serán más. Se están agotando ahorros y préstamos y va a ser duro. La crisis de 2008 se caracterizó porque el crecimiento de la demanda era más sostenido y nos dio tiempo a preparar los sistemas y los expedientes. Pero esta vez la subida ha sido empicada, de un día para otro. Familias que vivían al día se han quedado sin ingresos, lo mismo que los que trabajan en la economía sumergida. 

—¿Qué mensaje le manda a la ciudadanía en medio de esta segunda ola?

—La esperanza que debemos tener está vinculada a nuestra responsabilidad. Tenemos que cuidarnos, guardarnos bien porque cuanto más hagamos caso a las medidas antes saldremos de esta. A la vuelta de la esquina tenemos la campaña de Navidad y necesitamos reducir el número de contagios porque la crisis social que viene derivada del coronavirus puede ser mucho más grave y va a durar mucho más que la pandemia. 

 

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