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"No es ético que se den ayudas de 300.000 euros"

Por Javier Esturillo - Marzo 25, 2018

Cristóbal Cano Martín es un tipo sencillo, cercano, de buenas maneras y, ante todo, didáctico. La persona idónea para compartir un café, una cerveza y una confidencia porque tiene pinta de saber guardar bien los secretos. También es un hombre de campo, criado a la sombra de los olivares de Alcalá la Real, donde es concejal de Agricultura y Medio Ambiente por el Partido Socialista. Desde hace poco más de un año y medio lidera la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) de la provincia de Jaén, por lo que nunca le falta tarea. A sus 37 años, lucha contra viento y marea para poner en valor el bien más preciado de Jaén: su olivar. Orgulloso de la tierra, este licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Jaén y padre de dos niñas cultiva con esmero el discurso. Eso sí, no da puntada sin hilo y sabe a quién dirigir sus demandas, pero sin abruptos. Faltaría más. Conversamos de aceite, del relevo generacional, de industria, de potencialidades y de todo aquello que tiene que ver con el principal sustento de miles de jiennenses.

—¿Solo del olivar puede vivir la provincia?

—Bueno no solo del olivar, sino de todo lo que lleva aparejado. En ese caso, creo que sí. Cierto es que nos queda muchísimo por hacer. No somos conscientes del potencial que tiene nuestra materia prima -el sector del olivar-. Posiblemente porque lo tienes tan cerca que no lo valoras, como ocurre con otras tantas cosas de la vida. Pensemos, por ejemplo, en la maquinaria. Aquí no tenemos ni marcas ni investigación ni producción... La mayor parte la compramos fuera, incluso de otros países, cuando su principal fuente de consumo es el olivar, como ocurre con las vibradoras, los boogies, los atomizadores... Toda eso es una industria que va muy ligada al sector del olivar que no está implantada en la provincia. Solo compramos. En materia de comercialización, las estructuras que se pueden conseguir a partir de lo que tenemos también son impresionantes. Evidentemente, dicho esto, no podemos vivir exclusivamente del olivar, pero sí de la diversificación que puede generar la riqueza que tenemos, que daría mucha más prosperidad a la provincia.

—El problema de que no exista esa diversificación de la que habla, ¿a qué se debe? ¿A la pasividad del agricultor, de las administraciones, de la iniciativa privada, de que realmente la provincia no es atractiva para invertir...?

—Es una suma de todo, pero la demanda existe y tendría mucho sentido. Por ejemplo, se ha hecho con otros sectores, como el plástico, que es pujante en las comarcas de Alcalá la Real o Martos. Jaén puede ser igual de industrial que cualquier otra provincia. El problema es que hemos sido condenados desde hace muchísimo tiempo en materia de infraestructuras. El empresario, como es lógico, lo que quiere es que se le facilite su implantación en el territorio. Hemos visto que zonas bien comunicadas de la provincia, como La Carolina, van a contar con una buena industria. Esto debe ser transversal en toda la provincia. Necesitamos más en materia ferroviaria o de red eléctrica, que es muy importante. UPA ya ha denunciado en el Consejo Económico y Social de la Provincia, en el que está presente, ese aislamiento energético que tiene Jaén y que condiciona mucho que se pueda implantar otra industria asociada al olivar, como es la biomasa o el aprovechamiento de los subproductos del olivar. Hablamos de empleo y riqueza muy importante. Tenemos mucho que aportar en el tema de las energías renovables. Pero si te encuentras que no tienes infraestructura para volcar esa energía a la red, pues estás estrangulando una posibilidad.

—Mi percepción desde fuera, sin tener mucha idea de campo, es que el sector del olivar siempre está angustiado por el tiempo, los precios, la producción, las ayudas, la comercialización... Nunca lo veo tranquilo.

—Estamos trabajando para cambiar esa percepción y creo que se están dando pasos importantes en el relevo generacional. La visión que tenemos la gente de 30 a 50 años es diferente a nuestros mayores, que sí es cierto que se caracterizan por ser más conservadores y no apostar tanto por la transformación del sector. No en vano, hablar de aceite de calidad en la provincia hace quince o veinte años era una utopía. Y, hoy en día, le hemos dado la vuelta. Los aceites de Jaén son los más reconocidos a nivel nacional y mundial. Las cosas van por el buen camino, teniendo en cuenta que no es nada fácil revertir la situación en ningún sector. La tendencia es positiva.

—La clave, por lo tanto, está en el relevo generacional, que los hijos asuman más responsabilidad.

—Es muy importante porque, además, ese relevo viene con gente altamente cualificada y formada. Ese conocimiento hay que aplicarlo en todas las facetas. Es un cambio de visión que al final repercutirá decididamente en nuevas posibilidades e ideas.

—Otros territorios, como La Rioja, supo cambiar el modelo y hacer del vino un sector emergente. La gente, además de beber buenos caldos, va allí a apreciar la gastronomía, el patrimonio o la cultura.

—Ese ejemplo lo estamos potenciando aquí con el oleoturismo, algo que también era impensable hace unos años. O la posibilidad de que el paisaje del olivar pueda ser declarado Patrimonio Mundial. Todo esto nos permite crear una historia o un relato en torno al aceite de oliva. La Rioja supo aprovechar muy bien su oportunidad para abrir las bodegas al público o generar alojamientos rurales ligados a la historia del vino. También hicieron lo propio las regiones francesas donde se produce champagne, que para ellos es lo máximo y aprovechan todo, como del cerdo. Nosotros debemos hacer lo mismo, aprovecharlo todo, desde la producción hasta los subproductos.

Lo he dicho antes, no sabemos el potencial que tenemos. Por suerte, en los últimos años hay iniciativas en la provincia que apuestan por esa vía, con buenos muy resultados. Lo estamos viendo con esas almazaras visitables. Es decir, construir un relato a partir del aceite. Y, sobre todo, poner en valor ante la sociedad el medio rural porque producimos mucho más que aceite. El mercado nos paga por nuestro aceite, pero nosotros a la sociedad le devolvemos mucho más, como ese sumidero de CO2, poniendo freno al cambio climático, a la erosión y al desierto, que tenemos a escasos kilómetros. No podemos olvidar que el escudo natural de Europa es esa franja de olivar que tenemos en Jaén. También ayudamos al aumento de la biodiversidad, porque contribuimos a la mejora de los ecosistemas, y eso al final es riqueza. Una explotación de olivar, bien llevada, es muy importante para la naturaleza. Eso no lo paga la sociedad, pero es un servicio que le damos. Esto tiene que ir ligado íntimamente a ese apoyo público a las explotaciones.

—También habrá que romper con ese pensamiento de que el agricultor vive de las subvenciones.

—Para nada es cierto. Posiblemente esa imagen es porque no se ha comunicado bien o porque no se ha puesto en valor todo esto que estamos comentando. El importe de las ayudas solo supone el 30% de la renta del agricultor. El 70% restante viene por la vía de la producción. Lo que queremos precisamente, y creo que es lógico, es que los precios de los productos sean razonables. Pero razonables para quienes producen y para los consumidores. Los agricultores no sabemos de especulación. Nuestro trabajo es producir de manera honesta y garantizando la seguridad alimentaria. Las políticas deben armonizar los sectores. Por ejemplo, el Gobierno de Macron ha aprobado en Francia un control estricto de la cadena alimenticia para que no haya una posición de abuso por parte de los grandes distribuidores frente a los productores. Eso es mirar por un sector estratégico. La regulación de precios a la que aspiramos los productores al final repercute en el consumidor. No en vano, cuando los precios son más o menos estables se fideliza el consumo y es más sostenible.

—El pasado 8 de marzo se celebró un Día de la Mujer Trabajadora histórico. ¿Cuál es su situación en el campo?

—Si existe desigualdad en la sociedad, en el mundo rural es mucho más evidente e intensa si cabe. También lo podemos ver con las pensiones, y dentro de estas las de las mujeres son las más bajas. La mujer es capital en el campo porque, oficiosamente, es la que se hace cargo de la explotación, aunque no aparezca en los papeles. Sin la mujer, el mundo rural se viene abajo. Vemos su importancia en nuestros pueblos, a pesar de que su trabajo no es visible en muchas ocasiones. Está igual de capacitada que el hombre para llevar una explotación agraria porque el éxito ya no depende de los kilos que seas capaz de cargar en la espalda, sino de saber manejar la maquinaria agrícola. El otro día galardonaron con la Medalla de Andalucía a una piloto de la patrulla 'Águila'. Imagínese, si está capacitada para conducir un tractor.

—Se lo pregunto de otro modo, ¿hay machismo en el mundo rural?

—Creo que sí, aunque más que machismo lo que existen son muchos prejuicios, pero como en toda la sociedad. Es injustificable la brecha salarial que existe entre hombres y mujeres, y en el mundo rural vamos un poco por detrás de eso y debemos trabajar para limar esas carencias que tenemos.

—¿Qué pueden hacer las organizaciones agrarias para mejorar esta cuestión?

—Lo primero que debemos hacer es creérnoslo y apostar de manera decidida por la mujer. En nuestro caso, tenemos una asociación de mujeres rurales creada específicamente que es Ademur, tanto a nivel federal como regional y provincial. Y tenemos una organización que vela exclusivamente por las políticas de género y que trabaja solo para mejorar las condiciones de las mujeres en el medio rural. Otras organizaciones no pueden decir lo mismo. Nosotros no solo nos lo creemos, sino que, además, apostamos por ello. Un ejemplo cercano es el programa que hemos desarrollado junto con la Guardia Civil para denunciar cualquier tipo de violencia de género o el curso de fitosanitarios que celebraremos, después de Semana Santa, en Alcalá exclusivamente dirigido a mujeres. Es decir que trabajamos por esa discriminación positiva con acciones.

—¿Existe unión entre las organizaciones agrarias?

—Cada una tenemos una visión de las cosas diferente, y es imposible que exista una unión en todo. Hay unión en cuestiones fundamentales y, en este aspecto, trabajamos en buena línea, pero, al final, los matices determinan la orientación y la preocupación de cada una. Nosotros en la provincia de Jaén lo tenemos muy claro: debemos defender las explotaciones pequeñas y medianas, que son la gran mayoría. Por ponerle un ejemplo, si hablamos de que hay 90.000 solicitantes de ayudas de la PAC, 83.000 cobran menos de 5.000 euros y 23.500 menos de 1.250, de modo que lo que predomina verdaderamente son las pequeñas y medianas explotaciones, cuyo papel es muy importante para la cohesión social, económica y medioambiental del territorio. La sostenibilidad que nosotros defendemos de las explotaciones no es solo la económica. Otras organizaciones solo ven sostenible lo que es rentable. Nosotros vemos tres cuestiones: la económica, la ambiental y la social. Ese es nuestro caballo de batalla. Aunque pretendas la unión, cada uno tiene su propio enfoque. Por ejemplo, en la nueva de la PAC (Política Agraria Común) aportamos ideas como que ningún agricultor pueda cobrar más de 150.000 euros de ayuda. No es ético que en Jaén haya catorce expedientes de más de 300.000 euros. Nadie a quién le pregunte lo ve razonable ni ético.

—Si le planteo la frase: La tierra es para quien la trabaja, ¿qué opina?

—El agricultor activo es el que debe tener todo el apoyo. En la cadena agroindustrial cada uno debe tener su posición y la tierra no puede ser fruto de la especulación ni de sumidero de otros sectores, que vean en el campo una fuente de ayudas. Nosotros no apostamos por los que compran y no son gestores del territorio. Defendemos al agricultor activo y ahí entra la tierra es para quien la trabaja, pero no en el sentido romántico o utópico de la frase. Somos conscientes de que el mundo avanza y no somos ajenos a la economía global.

—Pero el campo, como la construcción, no se ha librado de la especulación.

—Esto enlanza con lo que le he dicho antes sobre el tope de ayudas en la PAC. Si una explotación no puede recibir más de 150.000 euros, posiblemente ese latifundio se va a fraccionar y pasará a manos de diferentes personas porque no le será rentable mantenerla una sola sin trabajarla. También luchamos por un pago redistribuido en el que deben primar las 30 primeras hectáreas y, a partir de ahí, que se cobre menos. Son políticas encaminadas a combatir precisamente la especulación y de que se abandonen las tierras. El hecho de que no se cuiden las explotaciones es un coste para la sociedad en riesgo de incendios forestales o de xylella, que afecta principalmente a aquellos olivos o cultivos abandonados.

—Como le decía, no solo de olivar vive el jiennense, porque también tenemos pistachos, cerezas o vino.

—Es una manera de diversificar el campo. Es algo que se da en la comarca de Alcalá la Real y la estamos fomentando. También tenemos explotaciones de espárrago o de ajo. Ya hay muchos ejemplos de agricultores que tienen su explotación de olivar y siguen con otros cultivos. Así, cuando acaban con uno empiezan con otro. Van solapando campañas y producción, y al final tienen actividad durante todo el año. De este modo, si un año viene mal una campaña te puedes apoyar en otra. Le puedo decir que voy a poner dos hectáreas de pistacho, y no las he podido poner este año porque la gente de Appistaco (Asociación de Productores y Comercializadores de pistacho) no me han podido suministrar la planta por la gran demanda que hay.

—Esa diversificación también puede ser buena para animar a la gente joven y anclar la población en los pueblos.

—Es que es clave. Hemos hablado del problema que supone abandonar tierras de cultivo, pero imagínese que la gente se vaya de nuestros municipios. Nos preocupa mucho. Pasa en Castilla y León, donde hay pueblos fantasma. Esto demuestra un fallo en las políticas de esas regiones. En Andalucía, por fortuna, se está apoyando mucho al mundo rural. Así, cualquier persona que viva en un pueblo tiene unos servicios de calidad en materia educativa, de sanidad o de infraestructuras. Esto hay que acompañarlo, obviamente, con actividad económica, y la más cercana y evidente es la agraria. Por ello, necesita un apoyo decidido y políticas que apuesten por el desarrollo rural. Ahora bien, con medidas concretas.

—No todo el mundo está de acuerdo con la declaración de Patrimonio Mundial al paraje del olivar. Incluso, hay campañas de firmas en contra.

—Eso se debe o al desconocimiento o a otros intereses más ocultos. Quien lea el dossier de la candidatura verá como no genera duda alguna para su apoyo. UPA ha formado parte de las comisiones de trabajo previas para la preparación del expediente y ha mostrado su punto de vista en cuestiones que podían ser mejorables y así ha sido. Creo que la candidatura lo único que hace es sumar. Para nada resta y no genera ninguna limitación en el uso más allá de lo que establece la legislación, con lo cual creo que cualquier voz discordante cae por su propio peso. La declaración no limitará el uso de las explotaciones, y está negro sobre blanco. Hubo, incluso, una nota aclaratoria para que todo el mundo sepa realmente qué significa ser Patrimonio Mundial de la Humanidad. Ante los que siempre están en contra de todo, poco podemos hacer.

—Hablemos un poco de ganadería, ¿cómo está el sector?

—Realmente mal.

—Vaya, lo sé y no pregunto.

—La verdad es que tiene un gran abandono y lo está pasando muy, muy mal. Las semanas previas a las lluvias, hubo, incluso, que llevarle agua para que pudiera beber el ganado porque no tenían ni pasto ni agua. Además, se encarecen los piensos y luego no repercute en el precio final del producto. Y hablamos de un sector estratégico para mantener el medio porque qué mejor garante contra los incendios forestales que el ganado pastando por nuestros montes. En este sentido, estamos colaborando en varios proyectos. Uno de ellos es sobre la dehesa en Navas y La Carolina, donde se han repoblado fincas con encinas, y trabajando para que los ganadores -que siempre suelen ser los grandes olvidados- cuenten con el apoyo suficiente.

—Creo que, en ocasiones, el bosque de olivos nos impide ver otras realidades del campo.

—Tratamos de que no sea así. En el caso de la ganadería, tenemos el ejemplo de Santiago Pontones que vive de ella, al fin y al cabo. Es un término municipal muy amplio que apuesta por la ganadería con una feria y unas jornadas tan importantes. Es necesario visibilizar el trabajo que realizan porque si no, no llega. Creo que para demandar esa ayuda es necesario poner en valor la labor que hacen.

—¿Le gustaría que sus hijas se dedicaran al campo?

—No pienso condicionar el futuro de mis hijas por mis gustos. Tienen la libertad de hacer lo que quieran. Me puede parecer mejor que vivan en nuestra provincia que en otro sitio, pues claro que sí. Por mi dedicación, viajo mucho y siempre estoy deseando llegar a Alcalá porque como en un pueblo, con buenos servicios, no se vive en ninguna capital. Pero también necesitas tener oportunidades. No te puedes quedar en el territorio solo porque te gusta. Tienen que cubrir tus necesidades de trabajo, de servicios o de ocio. Aquí es cierto que nos falta una apuesta decidida en materia laboral. Esto hay que trabajarlo desde diferentes ámbitos, y ojala que los niños y niñas que están empezando a andar tengan un futuro mejor del que, desafortunadamente, tenemos hoy.

—Estuvo hace poco en Cantabria. ¿Qué percepción hay de la provincia de Jaén fuera de aquí?

—Pues vuelvo a lo mismo, no nos creemos el potencial que tenemos. Estamos dentro del mar de olivos y no vemos lo que hay fuera o cómo nos ven en otros lugares. No somos conscientes de la riqueza de la provincia. En Cantabria no hay olivos, no producen ni una sola aceituna. Será por el frío o por la humedad, pero los olivos no funcionan allí. Es ahí donde tenemos que volcar la promoción, en el norte de España. Aprovechar esa oportunidad es muy importante. El consumo interno está cayendo, al igual que en otros países productores, por lo que debemos apostar más por la promoción. El pasado año estuvimos en Toledo, en Madrid y en Murcia, y este en Cantabria. El próximo iremos a Galicia. Hablamos de regiones que no son productoras, pero sí consumidoras con más renta que nosotros y que valoran, además, el aceite de oliva virgen extra como un producto con muy buena imagen. Ya no estamos en los tiempos que el buen paño en el arca se vende. No solo lo tienes que hacer bien, sino demostrarlo.

—Las cooperativas son conscientes del potencial de internet y las redes sociales.

—Se está trabajando mucho en ello y se están aprovechando las nuevas líneas de modernización de las estructuras comerciales que ponen encima de la mesa las administraciones. A lo mejor no tanto como a nosotros nos gustaría porque convocatorias como la de Diputación para profesionalizar las almazaras no ha tenido el éxito que se esperaba. Lo cierto es que es un mundo al que no se le puede dar la espalda, porque la economía está cambiando constantemente. Y en este punto el relevo generacional tiene mucho que decir. Gente cualificada y formada se debe incorporar porque cuando en una cooperativa o almazara vean que el trabajo repercute en mayores ingresos, al final se darán cuenta de que es una inversión que genera un retorno. Si en la mayoría de los sectores se está haciendo, aquí no podemos vivir al margen.

—¿Es partidario de un Expoliva anual?

—Soy partidario de que Expoliva comercial alterne con Expoliva científica. En estos momentos, todo está concentrado cada dos años. La parte comercial vemos cómo se supera cada edición, pero veo, como organización, que el simposio científico, que también es muy importante, ha quedado un poco en segundo plano. No se ve tanto porque Expoliva comercial acapara prácticamente toda la atención. De hecho, en esta última edición participé como ponente y el aforo era mínimo. Exponer en Expoliva requiere mucho trabajo que no acaba de verse. Expoliva es una marca de calidad y muy potente de la que tenemos que sacar lo mejor. Por eso, pienso que esta propuesta es la mejor dirección. Una comercial y otra científica de manera alterna. Creo que es lo más acertado.

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