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"El arte religioso debe ser figurativo, trampolín de lo visible hacia lo invisible"

Por Javier Cano - Noviembre 03, 2019
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"El arte religioso debe ser figurativo, trampolín de lo visible hacia lo invisible"
Francisco Juan Martínez Rojas pronuncia un discurso en una imagen de archivo. Foto: Narváez

De su cuello cuelgan (aunque no se las ponga nada más que para las ocasiones y de una en una) las medallas de un sinnúmero de instituciones a cual más prestigiosa, además de la de Andalucía; solo le falta la de cordón verde y dorado que distingue a los obispos en las ceremonias solemnes, esa que muchos dicen que terminará recibiendo cualquier día de estos. Francisco Juan Martínez Rojas (Vilches, 1961), vicario general de la Diócesis de Jaén y deán de su templo catedralicio, es también un erudito, una enciclopedia humana que el pasado jueves inauguró el curso de la Real Academia de Bellas Artes Nuestra Señora de las Angustias de Granada (Rabansa) con una conferencia en torno a la historia de la imagen y su concepto actual. 

—Pertenecer a una institución como la Academia de Bellas Artes de Granada, con casi doscientos cincuenta años de historia, debe de ser un honor. ¿Qué labor desarrolla usted en la institución?

—Pertenezco a la academia desde hace cinco años y estoy adscrito a la sección de Arquitectura, fui su director, digámoslo así, durante un tiempo. Tenemos también las sesiones el primer jueves de cada mes y luego, los actos extraordinarios como son la concesión de premios, los conciertos, la apertura de curso, etcétera.

—¿El ámbito de actuación de la Rabansa se circunscribe solo a la ciudad de la Alhambra, o abarca otros territorios?

—No, no, también abarca Almería y Jaén.

—¿Cómo se hace presente la academia en la provincia de Jaén?

—A través de los académicos, que de número somo solo dos de Jaén, Miguel Viribay y yo. Hay también correspondientes, como Francisco Martín Rosales, de Alcalá la Real; José Domínguez Cubero, de aquí de Jaén, o Francisco Molinero Ayala, que ingresó el jueves y que vive en Madrid. Diego Martínez, de Úbeda, se le entregó la Medalla al Mérito como presidente del jurado del Concurso Internacional de Guitarra Clásica Andrés Segovia de La Herradura (Granada). 

 Diego Martínez, Francisco Juan Martínez, Miguel Viribay y Francisco Molinero, en la sesión inaugural del curso.
Diego Martínez, Francisco Juan Martínez, Miguel Viribay y Francisco Molinero, en la sesión inaugural del curso.

—La apertura del curso académico 2019-2020 también ha tenido sabor jiennense este año, a través de la conferencia que pronunció usted como lección inaugural de la academia: "Al principio ya existía la imagen. La imagen como símbolo, entre iconofilia e iconofobia". ¿Qué abordó en su intervención ante los académicos?

—Intenté hacer ver cómo la imagen en general, no digo religiosas, el concepto de imagen, es una realidad que es previa incluso a la misma capacidad locutiva del ser humano, al mismo hablar. Y tiene un fuerte carácter simbólico siempre, en el que una realidad material y conocida remite a una realidad trascendente, invisible, inmaterial. Lo que hago es ver un poco cómo en la tradición occidental, marcada fuertemente por un rechazo a la imagen desde un punto de vista religioso (desde el judaismo, luego es el Islam e incluso el primitivo cristianismo), se produce una evolución en la que se legitima, digamos, con un sentido de la Encarnación de Cristo el recurso a la imagen material en escultura, en pintura... como canales de lo invisible, y cómo hay una doble dirección.

—¿A qué se refiere cuando alude a esa doble dirección?

—En Occidente, la crisis que sufre el pensamiento filosófico y teológico al final de la Edad Media rompe la armonía que había entre las categorías filosóficas clásicas de lo bello, lo bueno y lo verdadero, y eso se carga el carácter simbólico, aniquila el carácter simbolico de la imagen. Luego eso se une ya al Renacimiento, que con el antropocentrismo termina manipulando la imagen a expensas del espectador. Por lo tanto no es algo objetivo que sale al encuentro del espectador sino algo que modela el espectador, el individuo a su antojo, mientras que en Oriente (me refiero no al Extremo Oriente asiático sino a la europa oriental, la heredera del Imperio Bizantino, de la tradición ortodoxa desde el punto de vista religioso, se mantiene una bidimensionalidad en los iconos y una perspectiva invertida donde el punto de fuga está en el espectador y no en el cuadro, con lo cual digamos que lo que hace el cuadro es en cierto modo sumir, atraer al espectador e introducirlo objetivamente en lo que se representa.

—¿Cómo se manifiesta esa fragmentación en el mundo occidental de hoy día?

—Hay, primero, un expresionismo incluso abstracto. La abstracción, realmente, para representar la realidad, objetiva no es; representa la realidad subjetiva del pintor y necesitas que te la expliquen. Como se carga el carácter simbólico objetivo, tienes que hacer una hermenéutica. Hay un expresionismo que utliliza realidades que aparentemente son religiosas pero que no son; por ejemplo, las cruces de Tàpies, que él mismo dice que no son cruces y es un fondo blanco con una gran cruz negra; luego hay una especie de 'revival', de retorno, de repetición de modelos iconográficos...

—Muy evidente en la imaginería, ¿verdad?

—Sobre todo en la imaginería, con modelos barrocos fundamentalmente, sin grandes aportaciones. Hay también otras aportaciones, que son la utilizacion de modelos iconográficos religiosos clásicos pero con intenciones que no son religiosas; por ejemplo, los Tres estudios para una crucifixión de Francis Bacon; no tienen qe ver realmente con la crucifixión de Cristo, es su vinculación o su relación problemática con una religión, con su vida personal... En Occidente hay una fragmentación muy grande. Richard Viladesau, un jesuita estadounidense que ha estudiado bastante todo el tema del arte, actual señala las cinco corrientes fundamentales en las que se puede mover el arte en la actualidad.

 El vicario general de la Diócesis de Jaén pronuncia la lección inaugural en la Academia.
El vicario general de la Diócesis de Jaén pronuncia la lección inaugural en la Academia.

—En Oriente, sin embargo, pervive la tradición...

—Se mantiene desde el siglo VIII: en 843, que termina la crisis iconoclasta, o antes, en 787, que se celebra el Segundo Concilio de Nicea, donde se establece realmente cómo se tienen que hacer los iconos.

—¿Por qué Oriente ha conservado una manera de hacer prácticamente inalterable?

Porque allí se respeta el carácter digamos sacro que tiene como participación en la imagen invisible que representa y, por lo tanto, objetivo. El individuo, el iconógrafo, el que dibuja iconos, no es un artista individual que tiene que exaltar su subjetividad, sino un instrumento para hacer llegar lo trascendente, el mundo de Dios, al espectador. 

—En el ámbito de la Iglesia occidental, ¿la abstracción artística es asumible como elemento catequético?

—No, es inviable. La abstracción, en cierto modo (lo hablaba ayer con Miguel Viribay) es decoración, queda resumida o limitada, en definitiva, a la decoración. El arte religioso tiene que ser figurativo, tiene que ser un arte que en cierto modo transmita y sea un referente, un trampolín que haga pasar de lo visible a lo invisible, y eso significa recuperar el carácter simbólico de la imagen. Eso significa, en cierto modo también, que el artista esté al servicio de la obra y no que la obra sea una criatura que hable primero del artista y luego de lo trascendente.

—Parece difícil, a tenor de sus palabras. ¿Cree que esa transformación llegará a producirse?

—Para eso hace falta cambiar muchísimo. Los procesos históricos son lentos y los cambios que se han producido en Occidente no ha sido en un día y, por lo tanto, no se va a solucionar en un día tampoco. 

 

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