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"Es gratificante cuando el cliente entiende que vas a ayudarle a comunicar"

Por Esperanza Calzado - Enero 26, 2020
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Cuando un profesor 'pilla' a un alumno en clase haciendo lo que no debe pueden ocurrir dos cosas. La primera es que le castigue. La segunda, que observe un talento en el estudiante y le anime a encaminar su futuro por ahí. Esto último es lo que le pasó a Zaki Al-Khatib Diez (Oviedo, 1984), diseñador gráfico cuando su maestro le descubrió el Bachillerato de Arte. En la Escuela José Nogué estudió el grado superior y mientras trabajaba se matriculó en la carrera de Diseño Gráfico, recién implantada en Jaén, además de ser Técnico Superior en Ilustración. Actualmente sigue formándose en todas aquellas disciplinas, dentro del diseño, que pueden aportar un valor añadido a sus proyectos como él aporta a iniciativas solidarias como el festival "Santi y sus amigos". 

—Nació usted en Oviedo, ¿qué le ha traído hasta Jaén?

—El trabajo de mis padres. Mi madre es de Valladolid y mi padre libanés y viví pocos meses en Oviedo. Nos trasladamos a Valladolid y, luego, por trabajo, acabamos los cuatro, con mi hermano, aquí. Llevo desde los siete años, así que me considero de Jaén. 

—¿Siempre supo que quería ser diseñador gráfico o se planteó algunas alternativas, porque usted ha estudiado, por ejemplo, Historia del Arte?

—Estudiar Historia del Arte fue una vía de escape entre el diseño y el trabajo. Siempre me ha gustado la historia y como venía de la Escuela de Arte José Nogué me gustó que implantaran la carrera y me matriculé. Pero en cuanto al diseño gráfico me viene, un poco, del colegio. Fue un profesor que me pilló dibujando cuando no debía el que, en lugar de regañarme, me dijo que no lo hacía mal y me animó a descubrir el Bachillerato de Arte. Hicimos una visita a la escuela de Jaén, donde cursé mis estudios y, entre unas cosas y otras, he estado casi ocho años allí.

—¿La gente sabe a qué se dedica un diseñador gráfico?

—No. Para muchas personas somos hombres orquesta y lo mismo nos piden que le hagamos una página web, un logotipo o que le arreglemos el ordenador. De hecho, es una de las labores que más me cuesta pero cuando haces entender tu profesión, es gratificante cuando el cliente entiende que vas a ayudarle a que comunique, a que venda mejor y a que su imagen sea más visible. 

—Entonces, ¿qué hace un diseñador gráfico?

—Es la persona que plasma un mensaje de forma visual, de manera que se entienda, que sea atractivo, que llame la atención y, sobre todo, que ayude a vender a las empresas.

—¿Hay un límite entre el marketing y la publicidad?

—Sí, y los que estamos dentro los conocemos bien. El límite, primero, lo ponen tus conocimientos. Es verdad que si tocas todos los palos aprietas menos y, al final, hay que derivar trabajo a cada uno en una parcela. El marketing lo considero más teórico mientras que el diseño gráfico es la parte más práctica. Nos fusionamos los dos departamentos y de ahí sale el mensaje.

—¿En vuestra profesión hay que nacer 'con duende' y tener inspiración o se pueden seguir algunas pautas para ser un buen diseñador?

—Al principio pensaba que era como un don, como el que sabe dibujar. Cuando te vas formando ya compruebas que el diseño gráfico tiene unas pautas muy definidas, aunque puedas hacer cosas rompedoras. Hay unas guías muy estudiadas, que funcionan, en cuento a aspectos como la tipografía o la psicología del color. Todo eso lo tienes que aprender, pero también debes ser muy inquieto. A mí la creatividad me nace de cualquier cosa que me guste, desde observar un paisaje hasta la lectura de un libro. 

—¿Es autónomo por necesidad o por elección?

—Tras acabar en la Escuela de Arte hice un módulo de grado superior de Ilustración y Diseño y empecé a trabajar en una pequeña empresa de Mancha Real durante más de un año. Luego volví a Jaén y estuve en otra. Poco a poco me di cuenta que quería ser mi propio jefe y rendirme cuentas a mí mismo. Llevo doce años como autónomo y estoy muy contento. Es verdad que atravesamos muchas dificultades para salir adelante pero al final es muy gratificante.

—¿Es difícil hacerlo en Jaén?

—En Jaén como en cualquier sitio. Nunca hay malos clientes sino que, como yo digo, hay que 'educarlos' y enseñarles qué es el diseño. Hay empresas grandes aquí en Jaén y hay trabajo. No creo que sea mucho más difícil que en cualquier otro sitio. Incluso si te vas a una gran ciudad encuentras mucha más competencia.

—Está especializado en diseño gráfico para centros educativos y formación.

—Siempre he aceptado todo tipo de proyectos y clientes de todo tipo porque siempre son retos que me gusta afrontar. Pero desde hace un tiempo he abierto los ojos y he aprendido que especializarte no te cierra puertas, sino todo lo contrario. A raíz de diversos trabajos que ya tengo publicados relacionados con colegios, academias y escuelas de formación, decidí focalizarme en un nicho que me llena y que me gusta. 

—¿Es muy diferente trabajar con un colegio que con una empresa?

—No. La persona de contacto con la que trabajas es distinta en cada sitio y al final no deja de ser como trabajar en una empresa, aunque sea un colegio público, privado o concertado o una academia. La diferencia la marca la persona con la que contactas.

—¿Ellos sí son conscientes de que necesitan un diseñador gráfico?

—No, tampoco. No lo saben hasta que no se lo haces ver y le haces las preguntas claves como, por ejemplo, si disponen de manual de marca, de logotipo... 

—¿Cuál es su meta?

—Antes sí que soñaba con crear una gran agencia de comunicación y de hecho la cree con una compañera durante unos años. Eso fue más complicado venderlo en Jaén y al final me quedé solo. En su día, mi meta era crear un gran estudio. Ahora me estoy dando cuenta de que prefiero estar solo con una gran red de colaboradores ofreciendo un servicio de calidad, cada vez mejor, y vivir del diseño.

—Tiene una importante parte de responsabilidad social corporativa. Ayuda al humorista Santi Rodríguez con el festival "Santi y sus amigos". ¿Cómo surgió esta unión?

—Yo trabajaba para una empresa y Santi les pidió ayuda para hacer el festival, que al principio era algo más modesto. Yo entré a participar en la parte de diseño, con la cartelería, las entradas y los vídeos que se proyectan. Nació a raíz de ese contacto y ya llevamos once años colaborando.

—¿Que supone para usted?

—El mes de septiembre es muy especial y vuelves de las vacaciones con ganas de que el evento empiece, se difunda el cartel, que se conozca la gente que viene y, sobre todo, de que se llene el teatro. La ayuda que se le proporciona a la Asociación Síndrome de Down con este festival para mí es impagable y muy gratificante.

—Cada vez hay más empresas que dedican parte de sus recursos a la responsabilidad social corporativa.

—Sí. Al fin y al cabo es devolverle a la sociedad lo que ella te ha dado haciéndote crecer como empresa. A las grandes compañías no les supone nada aportar ese granito de arena y para los niños de la Asociación Síndrome de Down esa aportación es un mundo. 

—¿Le gustaría colaborar con alguien más?

—Sí. Alguna vez lo hemos hecho. Pero la verdad es que, por tiempo, es complicado. En el caso del Festival Santi y sus Amigos invertimos casi más de un mes y eso hace que muchas veces la falta de tiempo te impida colaborar en más proyectos. 

Fotografía y vídeo: Esperanza Calzado/Fran Cano.

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