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"Nuestros antepasados tenían un gusto exquisito a la hora de vestir"

Por Javier Cano - Septiembre 10, 2022
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"Nuestros antepasados tenían un gusto exquisito a la hora de vestir"
Francisco Jiménez Delgado, junto al chirri pintado por Francisco Cerezo, que se expone por vez primera en su museo. Foto: Javier Cano.

La presentación, el pasado jueves, del libro Memoria viva (indumentaria costumbrista de Jaén y provincia) convirtió la jornada villatorreña en todo un acontecimiento en torno a la tradición y la memoria del mar de olivos. Un acto que precedió a la inauguración de la muestra Así vestíamos (indumentaria tradicional de la provincia de Jaén) en el Museo Cerezo Moreno del municipio. Una curiosísima exposición que pone de manifiesto la sensibilidad de los villargordeños del XIX a la hora de vestirse y cuyos detalles despliega para Lacontradejaén su comisario, Francisco Jiménez Delgado (Villargordo, 1966).

Un auténtico enamorado de su tierra, que no se la quita de los labios ni cuando guarda silencio. "Si quieres ser universal, ocúpate de tu pueblo", dicen que dijo alguien. 

—Se presentó en el Palacio de Villardompardo de la capital giennense allá por Navidades, posteriormente en Siles y, ahora, Villatorres ha tomado el relevo. ¿Qué tiene este pueblo para que la obra de Pilar Sicilia y el recordado Juan Carlos Navasal se haya convertido en punto ineludible para la puesta de largo del libro?

—La relación de este libro con Villargordo está en que, debido a mi amistad tanto con Pilar como con Juan Carlos, investigué y aporté piezas para que se incluyeran en esta maravillosa obra, que habla de toda la provincia y al que Villargordo aporta una serie de detentes, escapularios, una capa española magnífica, medias, mandiles...

—Auténticas joyas del ajuar cotidiano o festivo local, ¿no?

—Los villargordeños siempre hemos pensado que en nuestro pueblo no hay nada, y sin embargo si investigas y preguntas todavía se guardan indumentarias tradicionales heredades de abuelas a madres y de madres a nietas. 

—Piezas, muchas de ellas, que pueden admirarse hasta el próximo 20 de octubre en el Museo Cerezo Moreno de Villatorres, de la mano de la exposición que usted comisaría. ¿Cómo nació la idea de exhibir en su propia patria chica parte de ese patrimonio?

—Ya llevaba tiempo pensando en mostrar en mi pueblo, y en el Museo Cerezo Moreno (que tiene todas las cualidades para ello), prendas que me han ido cediendo o regalando desde el año 82, cuando empecé a investigar qué había aquí, en Villargordo. Mostrar cómo, pese a la humildad de estas gentes que durante el siglo XIX lo pasó tan mal a causa de las pandemias, del duro trabajo en las huertas y en el campo, a la hora de vestir y de elaborar sus prendas tenían un gusto exquisito.

—Una forma de vestir que estaría en consonancia con las modas del momento en el resto de España... ¿Qué distingue las indumentarias villargordeñas de sus coetáneas decimonónicas?

—Hablamos de nuestros tatarabuelos y tatarabuelas, que efectivamente vestían al uso del resto del país; sin embargo, el clima y el trabajo al que se dedicaban hacen que el traje de Villargordo [la exposición se centra en este núcleo] sea un tanto especial. 

—¿Por dentro y por fuera?

—La muestra empieza con cómo se vestía la mujer desde el interior hasta el exterior, con prendas que más de uno cuando las vea (sobre todo la gente joven) se sorprenderá.  

—¿Por qué, Francisco?

—Por ejemplo, al ver cómo eran las bragas, que son pololos; o los justillos, los actuales sostenes; o de ver la belleza de esas enaguas de novia, que hacían de tul, de bolillos, de encajes...

—¿Se centra en las vestimentas propias de acontecimientos como las bodas, o también tienen cabida en la exposición las ropas de diario?

—Mostramos tres modalidades: en el caso de la mujer, de lujo o fiesta, de diario y, sobre todo, de aceitunera. Quiero que sea una exposición didáctica, en la que los niños (del colegio Francisco Badillo y todos los demás que vengan) sepan lo que es una faldriquera, que es un bolsito que se utilizaba; un mandil, o un pañuelo atado a la cabeza. Que sepan cómo se lavaba, con una tabla de madera en el río, que ahora vemos las lavadoras y pensamos que las ha habido toda la vida de Dios. 

—Dice usted que jóvenes y niños se sorprenderán ante ciertas prendas, pero a más de uno y de una seguro que se le van los ojos detrás de la colección de muñecos vestidos para la ocasión, que incluso antes de la inauguración de Así vestíamos hacían ya las delicias de los pequeños que pasaban por el museo. 

—Sí, hay una parte de muñecos normales, comprados en las tiendas de chinos: las Barbies malas, como yo les digo, compradas a lo largo de mi estancia como maestro en muchos colegios (como el de Siles, o Santa Teresa, Alcalá Venceslada o Jesús y María en Jaén); a la hora de hacer manualidades, yo intentaba inculcarles el amor a la tradición, y hay alrededor de unas cuarenta o cincuenta parejas de muñecos de todos los pueblos. Será muy divertido para los niños cuando vengan a la exposición. 

 Foto: Javier Cano.
Foto: Javier Cano.

—¿Se imaginaría alguna vez el creador de estas conocidas muñecas que, dentro del amplio repertorio de trajes que han vestido, estaría también la indumentaria tradicional de Villargordo?

—[Ríe] Debería hablar con la empresa de estas muñecas, que se han vestido de Alaska, de Armani, de Dolce Gabbana... Podría contactar con ellos a través de las redes sociales y que lo supieran. 

—¿Qué más, señor Jiménez, qué no pueden perderse quienes se sientan atraídos por la tradición y las costumbres populares en esta exposición?

—La gran joya de la exposición es la parte de pintura; en primer lugar porque hemos elegido cuadros de la propia exposición permanente de Francisco Cerezo, de cómo todavía en los años 80 del siglo pasado, en Segura de la Sierra, las mujeres se colocaban sus pañuelos para resguardar sus cabellos, rodeados de distintas formas. Pero sin lugar a dudas la novedad son dos cuadros de Cerezo Moreno, propiedad de la asociación Lola Torres, que no se conocen en Jaén ni han estado nunca en este museo de Villatorres, gratamente cedidos para esta exposición: el chirri y la pastira que se pintaron en los años 2000 y 2001 y Cerezo regaló a 'Lola Torres'. Ah, y es la exposición también del 'yo tengo'.

—¿La exposición del 'yo tengo'? 

—Seguramente, cuando la vean muchas mujeres dirán: "Yo tengo unas enaguas de mi abuela, yo tengo un pañuelo...". Eso es lo que yo quiero, que la gente valore lo que tiene y lo conserve. Yo, todo lo que hago es por mi pueblo, para el pueblo y con mi pueblo, eso siempre. Y cuantos más años cumples y te faltan tus progenitores, más quieres a tu pueblo, más lo admiras y más a gusto estás aquí.

—Habla de su pueblo con las mejores palabras, ¿se ha sentido arropado por su gente, le han abierto de par en par las puertas de su museo para cumplir este deseo suyo de compartir los tesoros costumbristas de Así vestíamos?

—Por supuesto, y quiero dar las gracias, en primer lugar, al Ayuntamiento de Villatorres, a su alcalde, a todos los técnicos municipales que me han ayudado excepcionalmente, a la asociación Lola Torres y muy especialmente al personal encargado, actualmente, del Museo Cerezo Moreno. 

—Usted que lo conoció y que comparte paisanaje con el maestro. ¿Cree que el pintor se sentiría contento de que su museo albergase esta exposición?

—Se sentiría encantado, él era un costumbrista y un enamorado de Villargordo, que valoraba muchísimo que se conservaran piezas como estas. Él compró una casa en Segura de la Sierra para pasar el verano, primero porque cuando llegaba el calor no lo soportaba. En esa casa no tenía luz eléctrica y la llenó de candiles, usaba agua de un pozo. Toda su colección de pintura recoge lo tradicional de Jaén, que le encantaba. De hecho, en esa colección de serranos que tiene en su museo está plasmada la belleza de la tradición. No se hubiese sentido orgulloso, sino lo siguiente de ver cómo su pueblo ha recuperado algunas de estas piezas. 

 El comisario de la muestra posa ante algunas de las piezas expuestas, entre ellas una de las muñecas Barbie ataviadas a la usanza tradicional. Foto: Javier Cano.
 El comisario de la muestra posa ante algunas de las piezas expuestas, entre ellas una de las muñecas Barbie ataviadas a la usanza tradicional. Foto: Javier Cano.

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