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"Somos como el Robin Hood de la energía"

Por Esperanza Calzado - Febrero 07, 2021
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Daniel Carazo Álvarez (Jaén, 1977) suele decirle a los trabajadores que Ofeinco es como el Robin Hood de la energía porque, entre comillas, le roban a los ricos para dárselo a los pobres. Ellos son los que buscan hasta el último rincón para que grandes companías eléctricas ganen una poco menos, tanto que ni lo aprecian, mientras que las pequeñas y medianas, por el contrario, notan un importante alivio en sus gastos mensuales. Porque, ¿se ha parado a pensar alguna vez cuánto dinero se puede ahorrar utilizando de manera eficiente la energía? Daniel Carazo ha seguido los pasos de su padre y haciendo fácil lo complicado es capaz de transmitir pasión por un sector con muy mala prensa. Hablamos de la luz con el ingeniero Daniel Carazo.

—Ofeinco es una empresa familiar, de esas de las que decimos que tienen solera, algo difícil hoy en día con los tiempos que corren. ¿Qué hace Ofeinco?

—Es una ingeniería que creó mi padre, Jaime Carazo Gutiérrez, ya fallecido. Él era doctor Ingeniero Industrial, como después lo he sido yo. Fue el ingeniero jefe que echó a andar la papelera de Mengíbar. Trabajaba mucho, con estrés y, al final, logró una plaza como profesor en la Escuela de Ingeniería. Fue entonces cuando regresó a Jaén y decidió crear un estudio de ingeniería e, inmediatamente después, especializarse en ahorro energético. En los años 80 ya tenía publicado un libro sobre tarifas eléctricas.

—Su padre hablaba de ahorro energético en los años 80, cuando prácticamente nadie lo hacía.

—Muy poca gente por aquel entonces hablaba de ahorro o eficiencia energética. La verdad es que mi padre realizaba un trabajo muy técnico porque la tarifa que existía por aquel entonces tenía unos parámetros que se podían ajustar para que los grandes y medianos consumidores pudieran pagar un poco menos. 

—Si ya hoy en día a algunos nos cuesta entender cómo ahorrar en la factura de la luz, me imagino lo difícil que tuvo que ser para su padre en aquella época.

—Sí. De hecho, sus principales clientes en aquella época eran grandes consumidores. En los años 80 ya gestionábamos, por ejemplo, toda la compra de energía que realizaba la Red de Paradores o grupos como Banesto (Banco Español de Crédito por entonces) y las 6.000 oficinas que tenían por España. También trabajó para organismos públicos, ministerios... pero enseguida se especializó en el sector hotelero. Primero, porque tienen mucho peso en nuestro país, pero también porque sus instalaciones consumen un volumen de energía significativo como para que haya que optimizarlo. Normalmente, en los grupos u hoteles pequeños no había un ingeniero que se ocupara de estos asuntos y mi padre lo hacía. Empezó con Paradores y, a partir de ahí, otros grupos hoteleros fueron demandando sus servicios. En los 90 la empresa siguió creciendo y entraron nuevos grupos energéticos.

—Por ejemplo...

—Aquí, por ejemplo, ayudamos mucho a Valeo, desde sus principios hasta hace unos pocos años. Todo este trabajo, además, se ha hecho dentro de un marco totalmente cambiante hasta que llegó la Ley del Sector Eléctrico del año 1997 que puso sobre la mesa la liberalización y vino a trasponer todas las directivas europeas. 

—Cambió todo.

—A partir de ahí cambiaron las reglas del juego. Ya no sólo se tenían en cuenta los parámetros técnicos, que seguían y siguen estando vigentes ahora, sino que, además, entró en el juego una optimización comercial para elegir correctamente a las compañías eléctricas. Recuerdo, por ejemplo, que en aquella época llevamos a cabo una negociación con Paradores con varias compañías eléctricas y una diferencia en el segundo decimal del céntimo suponía una diferencia de 50 millones de pesetas, por entonces. Ese tipo de detalles pasan desapercibidos si no se hace un análisis detallado y puede que las empresas no se den cuenta del margen de ahorro que pueden llegar a tener. 

—Antes de entrar en materia sobre ese ahorro energético, veo que usted ha seguido los mismo pasos que su padre prácticamente en todo.

—Efectivamente. Soy el pequeño de una familia de seis hermanos y la mitad hemos terminado siendo ingenieros. La verdad es que mi padre fue mi profesor, mi tutor y mi mentor en el aspecto profesional. Le debo mucho y casi todo lo que sé en este campo se lo debo a él. Seguí sus pasos desde el primer momento y enseguida vi que es una labor muy bonita la que hacemos. Yo le suelo decir a los trabajadores que somos el Robin Hood de la energía porque, entre comillas, le robamos a los ricos para darles a los pobres. Con esto quiero decir que con nuestra labor, grandes compañías como Endesa o Iberdrola tiene un poquito menos de beneficio pero no creo que estén muy preocupadas por eso (ríe). A cambio, las medianas y pequeñas empresas pueden tener un alivio para llegar a final de mes y afrontar los gastos. Y esa es nuestra labor, ponernos en el lado del consumidor y ayudarles a encontrar las mejores condiciones de contratación. 

—¿Cuando decimos que el recibo de la luz es un atraco a mano armada, es cierto? ¿Se pagan tantos impuestos como parece?

—Existe un marco legislativo que es completamente contrario a los intereses del consumidor y favorable a los de las compañías eléctricas. Teniendo en cuenta esta premisa, podemos considerar que es un atraco cuando vemos que España es uno de los países de la Unión Europea donde la energía es más cara. También si se tiene en cuenta que esa energía que paga el consumidor está dividida en muchos escalones y porcentajes que se van quedando por el camino y producir esa energía, en realidad, no cuesta tanto. 

—Entonces, cómo se explica la típica factura que vemos circular por las redes sociales que para un consumo de cinco euros, por ejemplo, se acaba pagando una factura de 50. 

—Los costes energéticos tiene una parte fija y otra variable, sin tener en cuenta los impuestos. La parte fija hace referencia a la disponibilidad, es decir, se paga por tener una disponibilidad de energía para que el día que realmente haga falta se pueda utilizar.

—Como el que quiere una conexión a internet muy potente por si un día le hace falta. O el que contrata más potencia para que no salten los plomos cuando se enchufan muchas cosas.

—Exacto. Y eso hay que pagarlo. Es igual que el agua. Tenemos el grifo y el contador y pagamos por ello. Abrimos menos el grifo, pagaremos menos por el consumo, pero la posibilidad de tener el grifo tiene un coste. En la factura eléctrica a eso se le llama el término fijo o término de potencia. Además de eso, lo cierto es que la factura incluye una serie de impuestos y otros conceptos que, a mi manera de ver, sí deberían y podrían rebajarse. Pero no hay que confundir que se paga un coste por disponibilidad y no debemos mirar única y exclusivamente el consumo. 

—¿Qué ha pasado este mes de enero cuando la luz se ha pagado a un precio histórico en pleno temporal de frío y semanas después salió casi gratis? Todos los meses de enero los medios de comunicación informamos de esa subida de la luz. 

—Decir que luz sube en enero es como decir que la temperatura en julio. Los meses de diciembre y enero son los de temporada alta del mercado energético. ¿Por qué? Sólo hay que tener en cuenta que uno de los cargos más codiciados hoy en día en España es el de interpretar el mercado eléctrico. Nadie puede decir por qué o son muy pocas personas. En el precio del mercado influyen múltiples factores como, por ejemplo, cuánto ha llovido, el viento que hace, las horas de sol que tengamos, el precio del barril del Brent, las ayudas al carbón o que Donald Trump deje de ser presidente. Cualquier situación geopolítica acaba influyendo en el precio de la energía porque en España tenemos una serie de intercambios internacionales de compra y vente de energía que hace que nos afecte, por ejemplo, cuando Francia sube el precio. 

Lo que sí tenemos comprobado es que si las compañías quieren, el precio sube. La Comisión Nacional de los Mercados de la Competencia multa, prácticamente todos los años, a alguna de las grandes compañías eléctricas por prácticas desleales, entre ellas la de ponerse de acuerdo a la hora de vender. 

—Parece que está hablando de una película o de la serie Damages, cuya segunda temporada trata precisamente la manipulación del mercado eléctrico.

—Yo siempre digo que es importante entender cómo funcionaba el mercado antes para saber cómo lo hace ahora. Antes, en Andalucía teníamos Sevillana de Electricidad, que era la dueña de las centrales; infraestructuras que normalmente construía el estado y las regalaba a las compañías. Luego está toda la red de distribución y hasta el año 1997 Sevillana Electricidad era la única que lo hacía todo, explotar las centrales, distribuir la energía y cobrarle al consumidor. A partir de la liberalización del mercado pasó como la telefonía, de manera que hay una empresa que gestiona la red y otra que cobra al consumidor. Se separan las actividades.

Ahora el mercado eléctrico es un pool, de manera que toda la energía que se genera o se adquiere se vierte en un mismo espacio y hay un operador del mercado eléctrico ibérico que maneja ese pool y distribuye la energía entre los operadores. Se hace una subasta cada hora y las empresas ponen un precio de salida. Al final, el precio del más caro, el del último que llega es el que se paga para todos de manera que la hidráulica, que es la energía más barata, se paga a precio de oro. Pero es que, además, se acuerdan precios de salida que, finalmente, acaban multándose pero se sigue haciendo porque es rentable. 

En 2014, el Gobierno quiso cambiar el sistema de subasta porque el consumidor pagaba muy caro la luz. El 1 de diciembre de ese año el precio subió a niveles de este enero de 2021, a más de cien euros el megawatio, algo carísimo. Se mantuvo así tres semanas. Tanto fue así que las fábricas de acero, que están en el Norte, tuvieron que dejar de producir porque perdían dinero. Al final, el Gobierno tuvo que desistir, lo anunció el 22 de diciembre y el 24 las empresas bajaron el precio. Dos meses después se alcanzó un mínimo histórico, como ha pasado ahora. Con este ejemplo, la gente se puede hacer una idea del poder que tienen y el margen de actuación que tiene el poder político. 

—Estamos hablando de los grandes pero en mi pequeño negocio, ¿qué puedo hacer para pagar menos? ¿Es posible?

—Sí. Eso es lo que hacemos en Ofeinco, ahorro energético. Si lo que uno quiere es ahorrar o se baja el consumo o se reduce el precio medio al que se paga la energía. Lo primero es lo que se entiende como la eficiencia energética y de ahí la fiebre de la fotovoltaica. 

—Y la fiebre de las reformas de los hogares y los electrodomésticos eficientes...

—Exacto. Es una maravilla cómo ha evolucionado la eficiencia de los motores eléctricos, de los sistemas de climatización, etcétera. Cada vez más, todo está orientado a consumir menos energía ofreciendo las mismas prestaciones. En ocasiones hacemos auditorias energéticas en instalaciones muy antiguas y el ahorro es brutal. ¿Qué pasa? Que eso necesita una inversión y eso puede frenar a empresarios o consumidores particulares.

—¿Ahorrar sin invertir tanto...?

—Optimizar el precio no requiere invertir y siempre empezamos por ahí. Estudiamos el contrato, estamos continuamente pidiendo ofertas. Nosotros ofrecemos a cualquier empresa que quiera, especialmente a las de Jaén porque queremos ayudarles, un estudio gratuito sobre la optimización del precio. Necesitamos las facturas de todo un año para analizarlas y les decimos, gratis, qué viabilidad de ahorro vemos. Hacemos un informe gratuito y le explicamos cómo podría pagar menos y cuánto. A partir de ahí hacemos una propuesta de colaboración y acabamos siendo su gestor energético. Lo que nos distingue a nosotros del resto de empresas, que dicen que hacen ahorro energético, es que somos cien por cien independientes y sólo hay en España dos o tres más como nosotros.

¿Qué quiere decir? Que nosotros no nos llevamos comisión alguna por recomendar una u otra compañía a nuestros clientes. La mayoría funciona al contrario e incluso le prestan el servicio gratis al cliente pero, en el fondo, son algo similar a un comercial de esas empresas eléctricas. Ofeinco no hace absolutamente nada de eso, nosotros nos debemos al cliente y él es quien nos paga, no la compañía. Por eso, mis clientes siempre tendrán la oferta más barata porque nosotros no incluimos, porque no tenemos, el margen de comisión.

—Ahora el mercado eléctrico es como el de la telefonía, con múltiples ofertas.

—Exacto y es de las pocas herramientas que tiene en su mano el consumidor, que hay muchas ofertas. Uno de los problemas es la letra pequeña de cada una de ellas y saber interpretarlas. Con la telefonía móvil, si no te sale bien al año siguiente te cambias de empresa. Pero cuando hablamos de un hotel, por ejemplo, meter la pata puede suponer mucho dinero. Ahí está nuestra labor también. 

—¿Debemos esperar alguna sorpresa?

—Este mes de enero, con Filomena, hemos observado el margen de acción que tiene el poder político. Ha habido una presión al ala más de la izquierda del Gobierno que llevaba en su programa el cambio en el mercado eléctrico y han visto que no podían intervenir. Tiene que legislar y hacerlo bien. Hasta ahora se ha legislado con mucha presión y agradecería que se hiciera sin presión porque eso repercutiría en que el consumidor tuviera mejores precios y servicio. Pero eso no sé si es una utopía...

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