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"He ahorrado mucho en psicólogos gracias a la guitarra"

Por Javier Esturillo - Abril 22, 2018

Pedro Peinado Rubio (Jaén, 1965) tiene ese toque de viejo rockero que seduce nada más verlo. Sin embargo, no le gustan las etiquetas, por lo que la tarea de presentarle resulta tan complicada como superflua. Sus manos son el bien más preciado que posee. Con ellas hace auténticas diabluras al instrumento que más venera en la faz de la tierra: la guitarra, con la que mantiene una relación de amor-odio hasta convertirse en enfermiza. Tocándola ha vivido los momentos más apasionantes —y sensuales— de su vida, pero también los más tortuosos. Es su mayor redentora.

Es difícil encontrar en el panorama de la música jiennense un sujeto en el que la dualidad del artista se plasme de manera tan perfecta como en la figura de Pedro Peinado, uno de los pocos hijos auténticos que ha dado la cultura de esta bendita capital. No quiere ser un músico de culto. Insiste en que está empezando. "Todos los días aprendo algo", dice mientras enciende un cigarrillo. Está como niño con zapatos nuevos con Pápa Júlu, el proyecto que le ha dado el chute de energía que necesitaba. Una banda de blues y rock, en el que las guitarras y los bajos son latas de aceite o cualquier objeto metálico reciclado. El día en el que se concertó la entrevista era sus cumpleaños, 53 primaveras muy bien llevadas, por cierto, a pesar de los pesares.

—¿Qué es la guitarra?

—La droga más grande que he conocido. Estoy súper enganchado a ella desde niño. Es mi vida.

—¿Sería capaz de apostarse una de sus guitarras?

—Ni en sueños. ¿Dónde iría yo sin ellas? La guitarra me ha salvado de todo, pero también me ha hundido mucho.

—¿Dé qué lo ha salvado?

—No sabe el dinero que me he ahorrado en psicólogos gracias a ella. Una de las cosas buenas que tiene la música o cualquier instrumento son las horas que pasas solo. Esto te permite adaptarte y a saber estar solo contigo mismo. También me ha permitido canalizar muchísimos sentimientos. No tengo demasiada facilidad de palabra, por lo que si quiero o necesito expresar algo lo hago a través de la guitarra. Siempre se ha dicho que donde acaba la palabra empieza la música.

—¿Y ha llegado a tocar fondo por la guitarra?

—Es una montaña rusa: hay veces que estás muy bien -económicamente-, y otras en las que estás en la puta miseria. Llegas, incluso, en plantearte hacer otras cosas. Pero si confías en ti y en lo que haces, evidentemente sales adelante. Si eras trabajador, constante, estudioso, al final sales.

—¿En qué momento de su vida se encuentra a los cincuentaitantos?

—Un poco cansado, pero también muy ilusionado con Pápa Júlu porque me produce un chute tremendo de energía. Estoy, por lo tanto, en esos dos estados: el cansado, por tener que buscarme la vida constantemente, que llega a ser agotador, y, al mismo tiempo, el ilusionado por el proyecto, que me está dando mucha vida.

—¿De qué va Pápa Júlu?

—El proyecto nace porque, desde hace tiempo, rondaba por mi cabeza montar una banda de blues. La clave para aventurarme en esto fueron los sonidos que me dan los instrumentos reciclados con los que trabajo. Tiene su follón, porque las limitaciones son muchas al no tratarse de guitarras propiamente dicho, ya que son latas de aceite -siendo de Jaén-. Me pareció muy atractivo y comenzamos a currar. El resultado sale esta semana en forma de disco, aunque ya hemos colgado un vídeo colgado en YouTube, que está funcionando muy bien. Además, tenemos cerrados unos quince conciertos, bien pagados -recalca-. Es decir que cobraremos dignamente, con los músicos dados de alta (Seguridad Social) y como tiene que ser. Creo que podremos acabar con veinticinco o treinta conciertos, y en festivales muy importantes, como el de instrumentos insólitos de Burgos, el de blues de Mijas; estaremos en Cazorla, donde presentaremos el disco; la Isla del Blues de San Fernando (Cádiz), en el que seremos la única banda española... Sin olvidarme, obviamente, de la presentación oficial de 'Dando la lata', que será el viernes 4 de mayo en la Sala Kharma.

—Tanto ajetreo, tantos años ensayando, tocando, en la carretera...

—Es un desgaste. Aquí no hay un horario de ocho a tres. Puedo acabar las clases a las diez o diez y media de la noche y, después de cenar algo, ponerme a tocar o a estudiar.

—¿Ha llegado a sufrir síndrome de abstinencia por la guitarra?

—Sí claro. Por ejemplo, irme de vacaciones cuatro días sin guitarra y pasarlo realmente mal. Es horroroso porque sabes que no la tienes. Y también le digo que si la tuviera cerca ni la tocaba.

—¿La ha mandado a la mierda alguna vez?

—Todos los días y todos los días nos peleamos. Luego nos reconciliamos.

—¿Cuándo comenzó la relación?

—Empecé con mi padre con el rollo del flamenqueo. Luego, a los nueve años me puse con la guitarra eléctrica, y, a los quince, entre en Quater -su primer grupo-.

—¿Musicalmente ha tanteado todos los estilos?

—Que va. Eso es lo que dice la gente, pero ni de coña. Me quedan muchísimas cosas por aprender.

—¿Lo suyo es autodidacta?

—He invertido mucho en aprender de gente buena. Estuve mucho tiempo con Carlos (Apache). Estudie también con Quico Aguado, de Granada; con Chema Saiz, de Madrid, o Mariano Díaz, que era pianista, pero fue el que me abrió a la armonía.

—¿Quién lo ha sorprendido más?

—No puedo descartar a ninguno, porque de todos he aprendido. E, incluso, ahora aprendo de los alumnos.

—Pero a todo el mundo que pregunto, me dice que usted es el mejor.

—No se lo crea. Además, no me gusta ese tipo de competencias.

—¿No le gusta el halago?

—Me da vergüenza. No me considero tan bueno para que me digan nada.

—¿Lleva mejor las críticas?

—Me parece estupendo porque si estás en este mundo, lo estás para lo bueno y para lo malo. Además, entiendo que no le pueda gustar a todo el mundo. Es imposible. Lo que está claro es que de las críticas puedes sacar muchas cosas positivas.

—¿Ha perdido muchos trenes en su vida?

—Sí, sí he perdido.

—¿Los recuerda o los tritura rápidamente para no dañarse?

—Los borro directamente. Tengo un disco duro muy pequeño y estoy constantemente eliminando a la papelera lo que no me gusta.

—¿Alguna vez le han puesto un cheque en blanco para tocar?

—(Risas) Eso solo pasa en las películas. En este negocio hay mucha mierda y muchas mentiras. Lo que más se repite es "el año que viene". Y así llevamos toda la vida. No ocurre solo en Jaén, sino en general. Bien es cierto que de Jaén no se puede vivir. Yo no lo he conseguido. Me he tirado muchos años que el sitio más cercano era Madrid.

—¿Cree que aquí se le ha perdido el respeto al músico o al artista?

—Aquí la música está un poco tirada y no se valora, cuando considero que en Jaén hay pedazos de artistas en todas las disciplinas, pero no se les da cancha. Será porque los que manejan los hilos de la cultura se preocupan de otras cosas.

—Es curioso que toda la gente que de la cultura que he entrevistado coincide en que los que fallan son los técnicos de los departamentos.

—Ojo, no todos. Puede haber gente interesante que intenta hacer cosas. Lo que ocurre es que la realidad nos dice que apuesta por la gente de aquí, de la ciudad. Luego, por la idiosincrasia del jiennense, es que todo lo que viene de fuera es mejor. Tenemos casos cercanos en los que se ha invertido para hacer un disco y se ha cogido a gente de fuera, como si aquí no hubiera gente para hacer un disco.

—Pero lo que dice no es nuevo. ¿Por qué no se ha revertido esta situación? ¿Por qué no se han unido para luchar por ello?

—Yo bastante tengo con tocar la guitarra y buscarme el pan todos los días, como para montar una plataforma.

—Si está montada.

—Pero no sé ni siquiera si sigue funcionando. Estoy un poco perdido.

—Veo poca autocrítica. Lloran pero no actúan.

—Puede ser, no le quito la razón, pero, como le he dicho, bastante tengo con lo mío. Pero, insisto, hay muchísimas actividades que podrían hacerse con gente de Jaén, y no lo digo por mí. Si hacemos cosas con los artistas de Jaén, el dinero se queda aquí y podrá ser una ciudad próspera. No solo en la música, sino en todo.

—¿Qué opina de que no se pueda tocar en directo?

—Eso es otra. Recuerdo cuando estaba de residente en 'Iroquai' y me encontré con tres coches de la Policía Local. Lo primero que hicieron fue decirme que no sacara nada del coche, como si lo que llevara fueran metralletas.

—¿Por qué esa persecución a la música en vivo?

—No lo sé, cuando en Andalucía, como ocurre en Málaga, Granada o Sevilla, se toca en garitos que se rigen por el mismo decreto de la Junta. El problema es que el Ayuntamiento levante más o menos la mano.

—Pienso que el Ayuntamiento se equivoca porque está privando al público de ver buenas actuaciones.

—Pero no solo por los músicos profesionales, sino también por los que quieren progresar en este mundo. Hablo de alumnos del Conservatorio o bandas noveles que quieren ser escuchadas en su ciudad y no les dejan. No tiene sentido.

—¿Considera que Jaén sigue instalada en el blanco y negro?

—Yo más bien diría en el negro. En ese aspecto. Entre otras cosas porque no hay opciones. En mi caso, por ejemplo, tengo que ir a Kharma para presentar el disco.

—¿Le da importancia al público?

—Toda la del mundo. Es la gasolina del músico o cualquier artista. ¿Qué haría sin el público? ¿A dónde iría?

—¿Hay público entendido?

—Mucho y del bueno. Vamos que saben más que yo. Hay gente muy preparada, que acude a los conciertos consciente de lo que va a ver. Gente que se preocupa, entiende y sabe.

—¿Recuerda algún concierto que lo bordara?

—No, siempre he metido la pata en algún momento. Nunca he hecho un bolo perfecto. A mí me resulta realmente difícil hacerlo todo bien.

 

—Dentro sus influencias, ¿de dónde ha bebido?

—Joe Pass, Luis Salinas y gente de aquí que hay buenísimos. He visto a guitarristas con tres acordes que me han encantado.

—Usted también da clases. ¿Percibe cuando un alumno tiene madera?

—Sí se ve, pero los años de docencia me dicen que los niños que trabajan más y ponen empeño terminan siendo buenos guitarristas, más que los tienen cierto don.

—Podemos decir que pasamos por un buen momento en cuanto a guitarristas en la provincia de Jaén.

—La verdad es que sí. Hay una cantera muy preparada. Antes se hacía más ruido y ahora más música.

—Respecto a grupos, ¿cómo ve el panorama?

—De maravilla. No le puedo decir ninguno en concreto, pero por donde vaya de Andalucía, hay cosas muy chulas. Aquí en Jaén, en Granada, en Málaga, en Sevilla, en cualquier lugar del sur, hay bandas muy buenas que están haciendo cosas súper interesantes. Hay una cultura musical de la hostia.

Fotos y vídeo: Carmen Copado

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