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España empobrecida vs España insolidaria

Por Francisco López Góngora - Marzo 31, 2019
España empobrecida vs España insolidaria
Jaén Merece Más en la manifestación celebrada en Linares el 17 de mayo del pasado año. Foto: Carlos Hugo García Morales

Paisanos jiennenses se manifiestan hoy en Madrid junto a gentes de otras provincias de esa parte de España que Sergio del Molino definió como La España vacía en el conocido libro del mismo título. Del Molino supo ver antes que nadie, con encomiable sagacidad periodística, la existencia de una parte de España que estaba siendo abandonada a su suerte. Teruel, Soria, Cáceres, Jaén, Guadalajara, Granada, hasta veinte provincias se movilizan contra la marginación en la que se malviven. Reclaman inversiones, el cese del abandono en que viven por parte de las administraciones. Ocho horas de autobús se han metido entre pecho y espalda los andaluces de Jaén para hacer oir nuestras reivindicaciones en la plaza de Colón de Madrid. Bravo por todos ellos. Sí me representan.

Para ir a Madrid nos sobran los motivos. La provincia va en picado. Latifundio y monocultivo son dos de sus desgracias, como ya explicaba el libro de Sociales de Sexto de EGB, y nuestro querido aceite resulta deficiente cuando no viene acompañado del pan del empleo que cuece la industria. Dos de nuestras ciudades más importantes, Linares y Jaén, destacan en el informe BBVA como las urbes de cierta importancia donde peor se vive en España, de acuerdo a determinados índices de bienestar. Al parecer, Jaén está un poco menos comatosa que Linares gracias a los salarios del funcionariado. La verdad, a mí me avergüenza nuestro atraso. No me vengan con chovinismos ahora, con lo bonitas que son nuestras ciudades, no paseemos en costales los signos identitarios que subvencionan nuestros ayuntamientos para alimentar los orgullos del terruño y adormecer el espíritu crítico apelando a las creencias tribales. Dejemos de lado las baratijas y a sus comerciantes. Somos los últimos de la fila. Duele, pero es la verdad. Cuanto antes la aceptemos, más cerca estaremos de encontrar una solución.

El conformismo nos está matando. Ya va siendo hora de que asumamos el deber ciudadano de exigir que se corrijan los desmanes y de impedir que nuestros cargos electos continúen hundiéndonos en la miseria, que es lo que vienen haciendo los ayuntamientos capitalinos por todo el santo rostro. Promovamos de una vez la instauración de una responsabilidad patrimonial por la mala gestión de los caudales públicos. Si existiera dicha responsabilidad el déficit sería mucho menor, y, entre otras calamidades, nunca se hubiera perpetrado el tranvía. Pero claro, son ellos quienes han de legislar al respecto. Nuestros queridos políticos. Y el tranvía, por otra parte, constituye solo un pequeño porcentaje de nuestra desgracia de pobres que el día uno de cada mes pagan intereses de la deuda eterna y malcomen con las sobras.

Lo que está en juego en la manifestación del día 31 es el artículo segundo de la constitución, que declara la solidaridad interterritorial entre las Comunidades Autónomas. Dice la España Insolidaria que una ciudad o una provincia deben disponer del capital que generan vía impositiva, un pellizco de fondos europeos,- lo que buenamente alcancen-, y una inversión central y autonómica en función de su contribución a la caja común. Así pues, del mismo modo que presenciamos durante la crisis la demolición del estado social, asistimos a intentos cada vez más violentos por derribar el estado solidario del artículo segundo de la Constitución. Y es justamente la España Empobrecida el resultado de esa demolición. Las causas del abandono administrativo tienen que ver con la escasa población, lo que significa menos escaños, por tanto menos capacidad de influencia y, en consecuencia, de inversiones. El sistema electoral es un puñal que llevamos clavado en la espalda las provincias menos pobladas —y menos desarrolladas— desde el 78. Dice el art 68.2 de la Constitución, perpetuando la marginalidad de las zonas menos pobladas: …" La ley distribuirá el número total de Diputados, asignando una representación mínima inicial a cada circunscripción y distribuyendo los demás en proporción a la población”.

A nosotros, los andaluces, La España Insolidaria nos insulta sin cesar. Dicen que aquí, en el Sur, nos pasamos el día haciendo palmas, cobrando el PER y de tapitas en los bares. Existe un argumentario completísimo sobre el perro andaluz, tomando la excepción (lacerante, a corregir) por norma con mala fe desde hace décadas. ¿Por qué ese desprecio a Andalucía (y Extremadura) desde las comunidades más ricas? Se trata de una calculada estrategia que persigue la mencionada abolición del principio de solidaridad. El independentismo catalán se ha erigido, de facto, en el gran adalid de la causa abolicionista del artículo segundo. ¿Qué supuestos agravios se pueden esgrimir cuando tu lengua es libre y se fomenta su enseñanza en las escuelas, cuando tienes un nivel de autonomía y de desarrollo económico de primer nivel en Europa, cuando tu cultura es dominante en tu Comunidad Autónoma? ¿Qué empuja a los autores intelectuales del secesionismo a intoxicar a la población con odio a sus conciudadanos sino el rechazo a que un solo euro que entienden suyo, de su territorio, viaje a otra comunidad para aliviar su necesidad mediante la redistribución de la riqueza? Resulta fácil convencer a tu tribu para romper la baraja prometiéndole dinero, más dinero. La insolidaridad y el egoísmo prenden como la yesca en las mentes. Enemigo común y pasta, la fórmula del éxito independentista. Ya lo cantaba uno de nuestros últimos héroes, Joan Manuel Serrat: Bien me quieres, bien te quiero/ No me toques el dinero.

Lanzo desde aquí un aviso a navegantes, concretamente a los navegantes de los yates fuera borda, a las zonas más prósperas de la nación. Sin solidaridad caminamos hacia la desintegración total como país, como nación llamada España, para entendernos en estos tiempos en que se habla de tantos países y tantas naciones dentro de la misma casa común. Estaríamos abocados a los reinos de taifas, a adentrarnos en la selva del sálvese quien pueda. A preferir comprar a los húngaros, pongamos por caso, que a los vecinos te han dejado tirado, los de la España Insolidaria.

Hoy la España Empobrecida, a la que pertenecemos, clama en Colón por la aplicación del artículo segundo, por la solidaridad entre territorios españoles. Mucho me temo que no conseguiremos nuestros objetivos. En el fondo y en la forma, se trata de una guerra de pobres contra ricos, de comunidades pobres contra comunidades ricas, y dentro de cada comunidad, entre provincias pobres y ricas. Los de la España Empobrecida vamos perdiendo. Los pobres vamos perdiendo. En el mundo entero. De momento actuamos como ovejas aterradas ante la posibilidad de los lobos, sin querer darnos cuenta de que los pastores, quienes supuestamente nos protegen, también son lobos. Hasta cuándo.

Llega la hora de advertir a la España Insolidaria de que divididos nos irá peor a todos, pues la insolidaridad perjudica el desarrollo económico de todos. Lo diré de otra forma, para que nos entiendan quienes se empeñan en ignorar nuestras reivindicaciones: la insolidaridad es mala para el negocio. Sobre todo, para quienes más y mejores negocios hacen. Si alguien tiene dudas, que pregunte a los británicos del Brexit, que todavía no saben, a estas alturas, si casarse o si comprarse un perro. Que los British no se decidan y sigan en el diván del loquero no se debe a un súbito sentimiento de hermandad europea, por desgracia, sino a que a Don Dinero no le salen las cuentas si el Brexit se ejecuta. Una buena noticia al fin, tras la tormenta de calamidades que acabo de relatarles. Denme albricias.

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