Carrillo Rodríguez 'mata' a su padre en su propia academia de arte

El reconocido pintor jiennense muestra hasta el 4 de julio Horrocrux, un repaso a su trayectoria artística con el que reivindica su propia personalidad creativa

"Lo que habéis heredado de vuestros padres, volvedlo a ganar a pulso o no será vuestro". Lo dijo Goethe hace la tira de años, en tierras alemanas, y estos días, a un montón de kilómetros y con casi dos siglos de diferencia, el pintor Carrillo Rodríguez actualiza la sentencia con el ejemplo que tiene más a mano: su propia trayectoria creativa.

Flamante cuarentón, el reconocido artista jiennense muestra, hasta el próximo 4 de julio, en su academia del casco histórico de la capital, Horrocrux.

Una suerte de repaso evocador de esos objetos 'harrypoterianos' en los que el mago esconde trozos de su propia alma, como el pintor en cada uno de sus piezas, y con un objetivo más que claro: evidenciar los matices que lo singularizan:

"Recoge veinticinco años de trabajo, no es una retrospectiva como tal ni lo pretendo, pero en cada una de las obras hay una parte de mi alma, de ahí el título. En la literatura fantástica, para hacer un horrocrux hay que matar a alguien siempre, y en cada una de las obras que expongo da la sensación de que he tenido que matar a mi padre [Francisco Carrillo Cruz, todo un clásico]. Cuando alguien dice: 'Mira, como el padre...", para mí es un orgullo, pero eso pesa mucho también", expresa el pintor a Lacontradejaén.

Con un currículo de premios nacionales de esos que apabullan, Carrillo Rodríguez se remanga y, sin piedad, 'acaba' con su progenitor pero, eso sí, sin otra arma que el delicado flagelo de sus pinceles: nada que ver con el lado macarra de Caravaggio, que esta muerte es tan "dolorosa" para el vástago como imperceptible para la otra parte.

"Siempre he tenido que demostrar que lo que hacía, lo hacía yo. Gané mi primer premio con dieciocho años, y según los entendidos era mi padre quien hacía esos cuadros": "Nunca se desprende uno de lo que le pertenece, aunque lo tire o lo regale [o lo mate]", insistía el autor de Fausto. 

Ahí están las treinta y siete obras que componen Horrocrux: dibujo, pintura, acuarela, óleo, acrílico para temáticas que abordan desde el paisaje, natural o urbano, hasta el paisaje o la figura. Cerca de una cuarentena de cuadros prestados para la ocasión por las colecciones a las que pertenecen, "algunos de ellos inéditos", certifica Carrillo, y apostilla: "Cada uno de ellos ha supuesto un antes y un después en mi formación".

Una buena oportunidad para, de paso que se disfruta de su producción, "ver cómo se ha ido cociendo este joven, que ya no lo es tanto, a través del esfuerzo, del trabajo, de los premios". Hijo de Carrillo, sí ["y a mucha honra]", celebra, pero padre indiscutible de su propia obra.