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¿Cuál es el mejor lugar para vivir?

Por Mari Carmen Arenas - Abril 22, 2023
¿Cuál es el mejor lugar para vivir?
La familia de Mari Carmen Arenas. Foto: Cedida.

¿Cuál es el mejor lugar para vivir? Me he hecho esa pregunta muchas veces. He buscado pros y contras de muchos lugares de la geografía de nuestro país y he vivido, junto a mi marido y ahora con mi hijo, en cuatro comunidades autónomas distintas; con sus peculiaridades, su idiosincrasia, y con su lengua cooficial correspondiente en dos casos.

Me hace gracia, porque yo me fui de Jaén en 2014 diciendo que no iba a volver y ahora, casi una década después, cuento los días para poder regresar. Pensaba que la vida era más bonita y mejor fuera, que Jaén no tenía futuro y que cualquier lugar era más y mejor. La verdad es que culpaba a Jaén de mis malas vivencias personales. Sin embargo, nuestros pensamientos son sólo eso, pensamientos. Nuestra mente nos crea expectativas y luego viene la realidad, que te enseña y te brinda jarros de madurez a base de experiencias. La mejor escuela es la propia vida si sabes escuchar las lecciones que te brinda.

Mi primera parada fue Nerja, (Málaga). Después le siguieron tres años en Mallorca, dos en Guadalajara y los casi tres que llevo en Navarra. De cada uno de los lugares me llevo un millar de recuerdos bonitos, experiencias personales y profesionales maravillosas y, sobre todo, personas. Ahí está la clave, en las personas que te encuentras por el sendero, que te llenan la mochila de recuerdos de esos que no te añaden peso, sino que te hacen el camino más ligero. Entonces, me di cuenta de que el dicho “No es dónde, es con quién” tiene un significado más profundo de lo que su primera lectura te hace creer. Porque, caray, el paisaje puede ser increíble, las oportunidades laborales, infinitas, pero si no tienes con quién, no te sirve de nada.

Así que en una de esas lecciones de vida llegó la maternidad. Y el miedo a no darle oportunidades a nuestro hijo, y el miedo a no ser buenos padres y el miedo a fallar. Los que por aquí sean padres sabrán que el miedo llama mucho a nuestra puerta en ese sentido. Sin embargo, mi propia experiencia vital, que ha sido buena maestra, me lo ha dejado claro: no podemos esperar que las oportunidades vengan de fuera. Sí, es verdad que la estadística juega un papel importante, pero la estadística también dice que tenemos ínfimas posibilidades de que nos toque la lotería y la seguimos echando. Porque si no apuestas, no ganas.

Continuando por donde iba y volviendo a esos miedos y a las lecciones de vida, cuando fuimos padres nos planteamos dónde poner definitivamente el huevo, donde echar raíces, donde tejer la infancia de nuestro hijo. ¿Por el lugar donde se encuentran los mejores colegios? ¿Por el lugar que tenga menos paro? ¿Por el lugar que tenga mejor clima? ¿El más bonito? Empiezas a añadir variables y no terminas nunca. Sin embargo, hay una variable que no tiene rival y se llama familia. Ay, ¡qué sería de nosotros sin la familia! Y no hablo de la familia idílica, perfecta, súper estructurada y maravillosa porque, ese tipo de familia es como los OVNIs, todo el mundo conoce a alguien que dice haberlos visto, pero nadie se ha subido en uno. Aún y todo, con sus peculiaridades, siempre hay miembros de nuestra familia que se desviven por nosotros y nuestra seña de identidad, en comparación con otros países, es la lealtad y el amor por nuestra familia. Puede parecer algo de lo que avergonzarse para algunos, pero tener nuestro propio código de valores nos hace únicos y es algo de lo que tenemos que enorgullecernos.

Así que después de meses, de años huyendo de mis raíces, de intentar buscar lo más chic, lo mejor, viene la vida y me dice: "Mari Carmen, hija, lo tenías en frente y no lo veías". Y cómo me alegro de que haya sido así. Salir fuera de Jaén me hizo darme cuenta que todos los lugares tienen los mismos problemas en mayor o menor medida, que todo el mundo busca lo mismo, que no existe el lugar perfecto porque todo, absolutamente todo, tiene luces y sombras. Ser madre me ha hecho amar a mi tierra y amar aún más a esa parte de mi familia que se desvive por mí. Y pensar en el futuro de mi hijo me ha hecho darme cuenta de que Jaén es perfecto porque el futuro no lo da la tierra que pisas, sino la gente que vive en ella y de la que te rodeas. Yo quiero ser parte de ese Jaén que está por venir, que con ilusión y ganas se teje poco a poco y también quiero que mi hijo forme parte de él.

Y es que, si lo pensamos, hoy en día ya no existen las barreras comunicacionales que había antiguamente: tenemos conexión a internet en cualquier lugar y una buena red de comunicación (es verdad que es mejorable y no podemos conformarnos, pero es suficiente). Así que es cuestión de darle a la imaginación y de crear esas oportunidades, de esforzarnos por hacer más potentes las luces que las sombras de una tierra que es maravillosa, no solo por lo que es en sí misma, sino por la gente que la habita.

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