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Arrimado a un farol

Por Bernardo Munuera Montero - Septiembre 30, 2019
Arrimado a un farol
María Cantos y Julio Millán. Foto: Esperanza Calzado

El alcalde y la alcadesa consorte de Jaén han dejado de pasear por la ciudad. Y digo que han dejado de pasear porque yo, que paseo todos los días y fiestas de guardar, ya no me los encuentro. Cuando me los encontraba los miraba, y pensaba: “Mira, nene, ahí están, ahí están las manos que van a dirigir Jaén. ¡Ojalá se lleven bien, que se lleven bien, por Dios y por la Virgen! ¡Que sepan servir! Que se amen y retocen por Jaén como dos auténticos enamorados”.

A mí se me agarran esos pensamientos en la cabeza cuando veo a Julio Millán y a María Cantos paseando por Jaén. Pero les confieso algo: estoy preocupado. No los veo. Llevo un tiempo sin verlos por Jaén. Ahora que son mandamases los veo pasear menos. Y yo les aviso: se pierden votos por no pasear. El que avisa no es traidor, valga el topicazo. Julio tiene que salir con nosotros a correr, a andar, a pasear al perro y acariciar al gato; María a pararse aquí y allí, a sonreír y a tomar nota con un papel y un bolígrafo. Que tirarse al barro es escuchar lo que susurra la calle y atender esos susurros es vital para gobernar una ciudad como Jaén. Escuchar, servir y atender. Ser, como le oí el otro día a un viejo en la plaza Santa María, “ser dignos para Jaén”. Es la única manera que tienen de demostrarnos sin palabras que pelean por Jaén con la misma fuerza que tú y que yo, vecino, peleamos por el pan para nuestro zagal.

Pero no los veo. No me los encuentro, y estoy preocupado. Tal es la preocupación que ni puedo pensar lo que pensaba ni se me agarra al seso lo que antes se me agarraba. Y lo peor, ¿a qué se estarán dedicando? Porque a mí, mire usted, a mí lo único que me tranquiliza es verlos de vez en cuando en la calle, paseando y perdiendo el tiempo con nosotros. En la calle. Que se rocen con los ciudadanos que les han votado. Y con los que no. Eso es fundamental si quieren ejecutar proyectos de carne y hueso para la ciudad. Pero insisto, de verdad, estoy preocupado. Ni por donde los veía antes los veo ahora.

Yo les pregunto ahora, ¿no perciben ustedes lo mismo que cuando estaban los hombres de Márquez? Es que por echar en falta, echo en falta hasta la presencia de la Policía Local en las calles. Es un ejemplo. Es que miren, los mismos churretes y la misma historia: casco antiguo, tranvía, acicalado de calles, dobles filas, cargas y descargas, siga usted…

Preocupado por su ausencia visité sus cuentas en Twitter. Estaba acostumbrado a su presencia y a verlos como antes de las elecciones, seduciéndonos con las bondades que sus partidos tenían preparadas para Jaén. Así que visité a mi alcalde (@Juliomillan) y a mi alcaldesa (@MariaCantos_74) en Twitter. Quería saber de ellos. De verdad. Qué mejor herramienta que Twitter. Deseaba conocer cómo se paseaban en Twitter y qué palabras elegían para sellar su compromiso con Jaén, cuánto y qué abundaba en sus corazones. Y lo que pasa, ¡vaya chasco! Todo sigue igual, como dice la canción. O no, no hay canción para tanta calle del casco antiguo desempedrada (¿han visitado recientemente la calle Santa Clara, que es la que da acceso al convento de Santa Clara?); tanto parque desatendido y tanta vía verde plastificada (hoy lo digo por la que sube a Jabalcuz, mañana Dios dirá).

Todo sigue igual, amigos; y que parece que lo que escribo ya fue escrito hace tres años y que esto que escribo es solo por escribir algo, que siempre es lo mismo lo que escribo y que parece lo mismo de siempre lo que escribo. Porque todo sigue igual.

Todo sigue igual. No sé cuántos días llevan en el gobierno municipal, pero todo sigue igual. Menos mal que podemos consolarnos abriendo Twitter para comprobar el márquetin, timo y humo del postureo político; del plural de modestia a todo trapo y de la inexistencia de imágenes para lo que nos incumbe al mayor número de ciudadanos de Jaén y no a los pequeños colectivos, que en ocasiones parecen trampas y zancadillas para el desarrollo integral de nuestra ciudad.
En Jaén parece que siempre hay un hombre, no solo arrimado a un olivo, sino a un farol; siempre esperando.

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