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La generación que puso los pilares del progreso en España

Por Jesús Cárdenas Izquierdo - Junio 13, 2020
La generación que puso los pilares del progreso en España
Catedral de Jaén. Foto: Esperanza Calzado

Con este artículo quisiera rendir homenaje a todos los mayores que formaron parte de la llamada generación puente, aquella generación de profesionales que ayudó a transformar la sociedad desde abajo y que consiguió fomentar todos los sectores de España, hasta conseguir que el industrial (Seat, Pegaso, Barreiros, las Empresas del INI etc.,) fuese el 30% del PIB (ahora está en el 14%). Nada más que por eso, se merece mucha consideración. Aparte de los valores, de respeto, de inmenso cariño y espíritu de sacrificio, que transmitieron.
 
Y ahora voy a referirme al TURISMO en sí y a las bases tan sólidas que se establecieron para consolidarlo. Primero tengo que decir que España está situada en el centro del mundo, rodeada de océanos mares y continentes. Con una diversidad paisajística y patrimonial única y una envidiable bondad climatológica. Lo más importante fue el entusiasmo colectivo que fuimos capaces de generar ante una actividad novedosa y confortable como era el turismo. Por lo pronto, la despensa y los profesionales motivados hicieron que nuestra gastronomía fuera excelente, yo diría que única. Además, al pasar los alimentos y elaboraciones por los  fogones de nuestros cualificados expertos, adquieren un impresionante valor añadido, que suponen exportaciones sin salir de nuestras fronteras.
 
Las empresas del sector turístico son las que más trabajo generan y donde más visible se hace el factor humano. Buena actitud, simpatía natural, abrazar al cliente con la mirada, saber estar, respetar, vocación de servicio y buena predisposición, deben ser los valores del buen profesional.
 
Los pilares sólidos de nuestro liderazgo turístico se formaron en la década de los sesenta y setenta, que fueron claves, para darle el gran impulso al sector, pues se había creado todo un Ministerio para esa actividad, el de Información y Turismo. Y allí estaban dos jiennenses: Antonio García y Rodríguez Acosta, como subsecretario de Turismo, y León Herrera y Esteban, como director general de Empresas y Actividades Turísticas, tío carnal del que fuera el gran Alcalde de Jaén, el añorado Alfonso Sánchez Herrera. Fueron ellos los que mandaron construir los paradores del Castillo de Santa Catalina y el de Cazorla. Eran los jefes del turismo nacional, capitaneados por el inquieto ministro, y todos, llenaron de contenido el ministerio, en donde había grandes profesionales, cargados de ilusión, inquietud, ímpetu y dinamismo.
 
Una ley de seis artículos fue fundamental para que el desarrollo turístico fuese intensivo y expansivo. Fue, la que creaba, la Comisión Interministerial de Turismo y gracias a la cual, el departamento ministerial decidía lo que debían hacer otros ministerios para crear infraestructuras, servicios esenciales y básicos en materia turística.
 
Se elevó el ancho de carreteras radiales, se incrementaron los efectivos de guardias civiles y policías para garantizar la seguridad, así como las dotaciones sanitarias y otros servicios dependientes de otras instituciones, como los de Correos y los referentes a las comunicaciones, sobre todo en las costas y otras zonas turísticas. Y como guía del sector, se regularon los estudios y las profesiones turísticas, entre ellas, las escuelas de turismo, el temido cuerpo de Inspectores de Turismo y el de intérpretes informadores. Asimismo, se potenciaron las agencias de viajes, dándoles más garantías de intermediación, y se reguló la clasificación hotelera.
 
En cuanto a los paradores, el guarismo se invirtió: pasaron de 38 a 83 (Ese número era el objetivo). Estos Establecimientos, de los que siento un enorme orgullo de pertenencia, fueron fundamentales para el desarrollo turístico, para estar en defecto o para estimulo del sector privado, para colaborar e interrelacionarse, para crear zonas y centros de interés turístico y paisajístico (hoy parques nacionales) y para recuperar edificios históricos como castillos, conventos y palacios e incorporarlos a nuestro patrimonio monumental, artístico y cultural. Por aquellos años se construyeron los dos primeros Palacios de Congresos y Exposiciones, el de Madrid y el de Torremolinos, ambos también propiedad del Estado. Todo el sector tenía la misma legislación y las mismas reglas operativas. Y, además, se consiguió que la O.M.T. (Organización Mundial de Turismo) tuviese su sede en Madrid.
 
No quedó nada sin regular. Todo tuvo su reglamentación: el crédito hotelero, la famosa Expotur itinerante por los distintos países, el menú turístico obligatorio de precio muy asequible, los requisitos mínimos de infraestructura de establecimientos hoteleros,  de los camping y los aparta-hoteles... Se les dieron nombre a nuestras costas: Brava, del Azahar, Blanca, Cálida, del Sol, de la Luz. También se tuvo en cuenta el deporte, con la creación del primer campo de golf en Torremolinos, además de los cotos de caza y pesca. Igualmente se creó, el servicio de rutas nacionales, las espléndidas publicaciones y carteles y el incremento de las Oficinas de Turismo en el extranjero y las de España. Los establecimientos que ahora se agrupan bajo la denominación de Casas Rurales, tienen su antecedente en las Casas de Labranza.
 
En aquella época nacieron muchas proyecciones empresariales en la construcción de hoteles, restaurantes, apartamentos, salas de fiestas, estaciones de servicio… Las carreteras de interior que se dirigían a las playas tomaron vida y se establecieron en las vertientes de los pueblos, bares, restaurantes, tiendas de artesanía y otros negocios. En fin, todo un catálogo de implantaciones que, en su desarrollo, dieron como resultado el llamado ’Boom del Turismo’. Acababa de tomar impulso una destellante actividad, donde cada uno, daba lo mejor de sí mismo al conectar con bondad con los turistas, que percibían de forma sana y cordial, nuestra admiración hacia ellos. Fue una forma muy agradable de relacionarnos con ciudadanos de otros países.
 
Entró aire fresco a una España triste y cerrada.
 
Y todo ello, lo hicieron posible muchos de los que hoy no están entre nosotros y otros que ya están jubilados, como el que esto escribe, y que además, algunos pertenecemos a Secot, una Asociación sin ánimo de lucro que agrupa a los directivos y empresarios de distintos sectores, que habiendo terminado la actividad laboral, ofrecen los conocimientos de las experiencias empresariales a quienes lo solicitan y de forma desinteresada.
 
El progreso también ha sido y sigue siendo proyecto de los MAYORES.

Texto de SECOT Jaén

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