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Las grietas de Greta

Por Bernardo Munuera Montero - Diciembre 09, 2019
Las grietas de Greta
Greta Thunberg, en el Parlamento Europeo.

Yo también pienso que lo de Greta es patético, es decir, que Greta es patética, que su vida es un desenfoque y que qué hace una chiquilla de dieciséis años enseñándose tanto en tanta cumbre parafernalia. Mis alumnos, algunos, piensan que Greta es una muñeca diabólica y mis alumnos, que tienen la edad de Greta, algunos, dicen que quieren tener dieciocho para votar a Vox. Ya saben, de los chiquillos te puedes esperar cualquier cosa.

Así pues a mí no me ha quedado más remedio que coger un bolígrafo Bic y un papel del montón de “sucios” y escribir, o darle cuerpo, en definitiva, a lo que tengo en la cabeza acerca de Greta, el personaje. Porque yo no lo dudo: se trata de una ficción. Desde luego que, cuando el otro día Lomana llamó patética a la chavala, lo hacía con verdadero conocimiento etimológico. Y digo esto porque patético es un adjetivo que señala un gesto, una actitud, que es la de expresar padecimiento moral, angustia, pasión o un sentimiento muy intenso. De esta manera, nadie me lo negará, lo que hace Greta es en realidad una súplica patética.

Greta está llamando al modo patético a la población para que deje de producir CO2 y comience a orinar H2O. Greta, me digan lo que me digan, se está haciendo, como dice el meme de moda, la “vístima”. No les miento si les digo que como de verdad tenía pensado empezar el artículo era así: “Yo también pienso que Greta es patética y mira que reciclo hasta el rollo de papel del váter”. Y digo lo del papel del váter para demostrarles lo consecuentes y mentalizados que estamos en casa. Además de reciclarlos, yo, particularmente, me niego a tomarme una cerveza en una terraza con estufa. Eso es un desmadre. Eso es no tener clarividencia.

Además, me imagino a Greta gritándome por detrás mi falta de conciencia ecológica y mi sinvergonzonería. Pero el discurso de Greta tiene grietas y ha sido mi hijo quien me ha dicho “papá, titula así el artículo”. Y así lo he titulado: “Las grietas de Greta”.

Las grietas de Greta empiezan por el talante runflante que sostiene. Supongo que el que padezca Asperger, aunque más que padecer, como he leído por ahí, lo tendrá, lo intensifica todo. Y digo esto porque que tú seas moreno no significa que padezcas el moreno. Ya me entienden, cosas del lenguaje, que es un bribón. Entonces, la primera grieta salta a la vista: su talante no encaja con su aparente madurez y presencia levitante. No se concilian con las hechuras de una adolescente. En todo caso, Greta es una chica adiestrada, pero eso me resultaría aún más patético.

La segunda grieta está relacionada con el número de totumpotes que tiene detrás insuflándole manutención económica. ¡Y a qué intereses! Con decirte que ha sido ella la que ha dicho que vaya mierda de infancia está teniendo… No sé, y lo desconozco, (ya saben, soy un tipo que recicla rollos de papel de váter y se niega a tomarse una cerveza en una terraza con calefacción), pero el suelo de la calle está mojado porque ha llovido, o está mojado porque se han meado cinco perros y sus dueños han echado agüita, que no lejía; o porque han fregado, pero aquí en Jaén, son las menos. A lo que voy, todo tiene una causa.

Así que no, no, y no. Una niña de dieciséis años enganchada a una causa para la que no tiene ni edad ni cuerpo, y menos madurez y recursos, es en realidad un trampantojo o una muñeca zarandeada por otros, llámense papás, gerifaltes o astutos mandamases.
Las grietas de Greta me proporcionan una extraña sensación de vergüenza ajena. Creyéndose conditio sine qua non y quid, no alcanza ni lo uno ni las razones para su teatro. Entonces le digo: ¡Grita fuerte grieta, Greta, bajamos el telón y nos vamos a casa!
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BLUMM. blumm.blog

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