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Todo un siglo y tres años de memoria viva en Génave

Por Javier Cano - Noviembre 13, 2022
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Todo un siglo y tres años de memoria viva en Génave
Pepa Matías sopla su tarta de tres cifras. Foto cedida por Juan Pedro del Moral.

Activa, lúcida y vitalista, no pasa un día sin limpiar su casa y tras una vida de todo menos cómoda, contagia de vitalismo a sus vecinos

En 1919, el mismo año en París se fundaba la Sociedad de Naciones, que se firmó el Tratado de Versalles o que el pintor Francisco Cerezo veía la luz primera en Villargordo (donde tiene hasta museo propio y con su nombre), nació en Génave Josefa Matías Muñoz, quien a sus ciento tres otoños recién cumplidos está digna de ver, propia para un retrato del maestro.

"Es una mujer especial, ya no solo por la edad, sino por la energía que tiene y contagia al resto de vecinos, la autonomía y sobre todo el positivismo con el que convive con sus convecinos", celebra el alcalde del municipio, Jaime Aguilera Samblás, que el pasado 5 de noviembre se acercó a la casa de la cumpleañera para felicitarla y salió pensando: ¡Yo firmaba llegar como ella a su edad!

Tiene "sus cosillas", sus achaques de salud, como aclara su hijo Juan Pedro del Moral Matías, pero si se tiene en cuenta que para cuando se expidió en España el primer DNI ella ya tenía veinticinco años... Pues eso. 

Dicen que dijo Pitágoras, hace la tira de tiempo, que una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida. Bella, pero dura, que para Pepa (como es conocida en su patria chica) la comodidad ha sido siempre palabra extranjera en su diccionario particular. 

Un auténtico monumento a la memoria que a su siglo y tres años de existencia continúa dando una lección de ganas de vivir, de optimismo y, también, de independencia:

"Hace sus compras ella misma, va a la panadería, a la farmacia... Tiene unas horas de Ayuda a Domicilio, y cuando llegan a casa ella ya está levantada,y con muchas de sus tareas hechas. Tiene una actitud hacia la vida muy positiva, ella se lava, se limpia; vamos, que está de verdad que parece que tiene ochenta años", suscribe el alcalde. 

 En plena faena de recolección de la aceituna, hace algunas décadas. Foto cedida por Juan Pedro del Moral.
En plena faena de recolección de la aceituna, hace algunas décadas. Foto cedida por Juan Pedro del Moral.

CURTIDA EN EL TRABAJO Y EL ESFUERZO

Nieta de otra longeva de récord, que llegó a los ciento cinco, su gimnasia particular ha sido el trabajo, el esfuerzo. "Su padre era mulero en los años 36, 37, en la época de la Guerra, y ella ayudaba en casa hasta que conoció a mi padre", relata el tercero de los seis hijos del matrimonio formado por Josefa y Bonifacio del Moral, hojalatero, con quien se casó a poco de terminar el conflicto civil. 

Un episodio que no pasó indiferente al hogar de los Del Moral Matías: "Mi padre, al terminar la Guerra, estuvo en un campo de concentración porque era socialista; ella buscó avales en el pueblo para que lo soltaran, lo soltaron y poco después de casarse, lo llamaron a filas con Franco, tuvo que estar otros tres años en Tarifa", explica Juan Pedro. 

Allí, en tierras gaditanas, se fue no solo Bonifacio, sino también su esposa y su primer hijo, que no volverían ya hasta el final del choque. Años de trabajo en el campo (él) y en las casas (la propia y las ajenas, ella), primero en La Ropera, en tierras de Andújar, adonde marcharon dejando tres hijos enterrados ya, "tan temprano", como diría Miguel Hernández, y más tarde en Génave, su casa solariega, que destilaba olor a campo, a faena agrícola. 

 Con su marido, Bonifacio del Moral. Foto cedida por Juan Pedro del Moral.
Con su marido, Bonifacio del Moral. Foto cedida por Juan Pedro del Moral.

Años difíciles de la tremenda posguerra española y en cuanto el país empezó a verle color al turismo, a tierras mallorquinas que se fue la familia: "Cuando vino el boom, nos fuimos a Palma, allí había mucho trabajo; trabajamos todos en la hostelería, mi madre como camarera de pisos y limpiadora, en algunos de los mejores hoteles de Mallorca; estuvimos allí muchísimos años", recuerda.

Un exilio laboral que concluyó cuando la enfermedad de Bonifacio, afectado de los bronquios, los animó a regresar a sus paisajes de toda la vida, a su Génave de su alma, donde finalmente falleció el patriarca, allá por los años 90, siempre bajo el cuidado celoso de su esposa, Pepa, que más de una y de diez noches se tuvo que apañar en el sillón de la habitación del hospital para coger el sueño. 

Volvió a Mallorca, ya viuda, en 2010, pachuchilla, para pasar allí cinco años con su hijo Juan Pedro, pero la querencia es la querencia y a Pepa la nostalgia le rebosaba por todos los poros de su cuerpo: "Después no ha habido manera de sacarla del pueblo, es muy de su pueblo, eso es sagrado para ella", sentencia su hijo. 

Esta es su vida, la de una mujer a la que la edad no le impide salir (mucho menos que hace pocos años, pero sale) ni la anima a amodorrarse en el sofá, ni mucho menos: "Es muy activa, tiene que estar moviéndose", asegura su hijo. Y en su casa: "Las residencias no puede ni verlas". 

Abuela y bisabuela, mujer cantarina (se arranca por Manolo Escobar a la primera de cambio), es la memoria viva genavera del último siglo largo, testigo indirecto de episodios legendarios, coetánea de grandes mitos y leyendas... Y sencilla a rabiar: "Es una mujer que no descuida en saludar a todo el mundo. Imagino que la historia y las penurias en tiempos difíciles que le tocó vivir, la han forjado como persona al vivir muchos momentos históricos, que poca gente ha podido vivir en su conjunto", concluye el alcalde. ¡Y tanto!

 Pepa Matías, rodeada de su familia en la celebración de su cumpleaños. Foto cedida por Juan Pedro del Moral.
Pepa Matías, rodeada de su familia en la celebración de su cumpleaños. Foto cedida por Juan Pedro del Moral.

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